Jueves, 5 de diciembre de 2013 | Hoy
CULTURA › “LATINOAMéRICA VIVA”, MESAS CON NARRADORES EN LA FERIA DEL LIBRO DE GUADALAJARA
Durante siete encuentros, escritores como la argentina María Teresa Andruetto, la portorriqueña Mayra Montero, el venezolano Norberto José Olivar y el peruano Alexis Iparraguirre pueden intercambiar libros, compartir experiencias, leerse y escucharse.
Por Silvina Friera
Desde Guadalajara
La diversidad de la región no es una epifanía óptica ni un vestigio sensorial de un sueño remoto. “Latinoamérica Viva” es un puente necesario para que los narradores latinoamericanos invitados puedan conocerse, leerse, escucharse, compartir experiencias y conseguir e intercambiar sus libros a lo largo de siete encuentros en los que participarán, entre otros, María Teresa Andruetto, Mayra Montero (Puerto Rico), Norberto José Olivar (Venezuela), Alexis Iparraguirre (Perú) y Lucrecia Zappi (Brasil). En las entrañas de la 27 Feria del Libro Internacional de Guadalajara (FIL), muchos autores saben que no es fácil trascender las fronteras de cada país y menos aún sortear el hasta ahora inevitable pasaporte de validación española. Anticipando lo que será la participación de Argentina como país invitado de la FIL en 2014, Andruetto hablará sobre la necesidad de aunar esfuerzos para romper la tabicación y la triangulación que se produce desde España.
Montero no tuvo una biblioteca privilegiada. En su casa había antologías del tipo “los cien mejores chistes” y libros por el estilo. En algún momento reaccionó a la “chacota” de su padre y comenzó a leer a Edgar Allan Poe, a Dostoievski, a Tolstoi... Pronto incorporó la literatura gótica al menú y empapeló su cuarto con retratos de varios escritores. “Mi madre entraba y me decía: ‘¡Jesús, qué tipos más feos!’.” Olivar (Maracaibo, 1964) enumera una serie de primeras lecturas que van de Batman a Superman, hasta que tuvo un golpe de suerte y llegaron a sus manos Bram Stoker y Horacio Quiroga. El empuje para escribir se lo debe a un novelista venezolano, Francisco Massiani, autor de Piedra de mar. “Me puse a escribir Piedra de mar en Maracaibo, donde vivo. Cuando leí a (Mario) Vargas Llosa, empecé a escribir La ciudad y los perros en Maracaibo. También escribí Frankenstein en Maracaibo”, cuenta Olivar y lanza una frase destinada a la carcajada generalizada: “Los escritores tienen que ser bonitos para enamorar”. Andruetto destaca dos etapas de su formación: el “momento” Sara Gallardo y el “momento” Cesare Pavese. La lectura de la autora de Eisejuaz la realizó con un interés: querer saber qué han escrito otras mujeres para reconstruir una tradición de escritura de mujeres. Tenía 17 años cuando descubrió al autor de La luna y las fogatas. El padre de la escritora cordobesa fue vecino de Pavese. “Esta modesta anécdota familiar –asume– es el mito de origen de una línea de escritura.”
“Mi español es medio oxidado”, reconoce Zappi, nacida en Buenos Aires en 1972, criada en San Pablo y México. La narradora brasileña tuvo una biblioteca con mucha literatura francesa, textos de Balzac y Flaubert. Un día encontró un librito chico con la letra de su padre. “Oye, ¿esto es tuyo?”, le preguntó. “No, no es mío.” Zappi se quedó pensando en el hecho de alguien que escribe algo y luego lo niega. “Soy brasileña, me considero una persona medio gitana que anda por el mundo”, se define esta narradora, que actualmente vive en Nueva York. El primer contacto de Iparraguirre con la ficción fue con el film La guerra de las galaxias. “Cuando salí del cine, mi cabeza estaba en una galaxia muy lejana”, recuerda el narrador. “Soy hijo de uno de los últimos médicos humanistas del Perú. Mi padre, viendo cómo estaba inclinado a la fantasía de masas, me chantajeó de la siguiente manera: ‘para comprar los comics de Disneylandia, tienes que leer dos novelas de aventuras por mes’. Al cabo de un año, leí todo Dumas y Verne.”
Montero, que es portorriqueña pero nació en La Habana (1952), despliega la picardía de su lengua caribeña. “Los escritores y los lectores ligan más porque tienen más mundo, porque aprenden y saben mentir. Las personas sinceras no ligan tanto. He visto a muchos escritores feos y viejos con unas mujeres hermosas”. Y sigue: “Pavese ha sido para mí un poeta de cabecera, su poesía me ayudó a formarme”. El narrador italiano se suicidó por una actriz (Constance Dowling), “una rubia tonta y poco interesante”, opina Montero. “Hubiera esperado que se suicidara por cuestiones metafísicas, pero se suicida por esa Marilyn Monroe de los pobres.” A Zappi, en cambio, no le parece tan mal que Pavese tuviera esos arranques de pasión.
En cuanto a la literatura latinoamericana de la década del ’60, Andruetto plantea que el boom tenía “unos pocos autores leídos por todos entre comillas”. “Me parece que el boom privilegió una zona de la literatura latinoamericana y dejó muchas cosas a la sombra o por fuera de eso. El panorama de hoy es diferente. Hay más diversidad, pero sólo algunos escritores logran trascender las fronteras de su país, casi siempre por una vía de validación española. Hay que trabajar para romper esta tabicación y la triangulación de España.” Olivar advierte que “los escritores venezolanos han pasado las fronteras pero no sus libros”. “Hay una especie de exilio obligado por cuestiones políticas y de bienestar. Hay una diáspora que todavía no acaba. Alguien importante en Venezuela dijo que se publican libros ‘invisibles’. Mi presencia aquí es un milagro; tenemos el problema de la invisibilidad.”
Iparraguirre (Lima, 1974) señala que ahora las antologías de cuentos latinoamericanos como Asamblea portátil “nos dicen cuál es la escena, una forma nueva y original de visibilidad”. Olivar suele quejarse porque los libros no llegan a su pueblo. “Estoy en la segunda feria más importante del mundo y todos esos libros me dan vértigo”, revela el autor El polvo de los muertos. En la recta final de la FIL, que terminará el domingo, los escritores latinoamericanos avanzan desde las sombras hacia la luz del mañana.
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