Domingo, 8 de diciembre de 2013 | Hoy
CULTURA › EL 4O ENCUENTRO NACIONAL DE REVISIONISMO HISTORICO, EN EL HOTEL SAVOY
Historiadores y académicos protagonizaron un jugoso cruce de ideas, fomentado por un tiempo en el que la Historia puede ser analizada con visiones antes vedadas. Pacho O’Donnell, presidente del Instituto Nacional, insistió en esas incomodidades.
Por María Daniela Yaccar
Historiadores y académicos se dieron cita el viernes y ayer en el hotel al que le cantó Virus en “Sin disfraz”, el Savoy, sobre Callao a metros del Congreso. En ese fastuoso edificio vivió Evita, a comienzos de los ’40. En los ’70, el hotel se convirtió en el epicentro de reuniones políticas de partidos de todo el espectro. Allí, mientras disfrutaban de un rico desayuno (café o té con generosas medialunas), los asistentes al 4º Encuentro Nacional de Revisionismo Histórico hojeaban libros de autores del pensamiento nacional, como Jauretche o Rodolfo Kusch, que se vendían en el subsuelo. Hasta que comenzó la primera mesa, la conferencia de Mario “Pacho” O’Donnell, pasadas las nueve. “El revisionismo es una pasión antisistema. Cobra su precio. Es que somos peligrosos”, definió el presidente del Instituto Nacional de Revisionismo Histórico. Las mujeres, los caudillos, las tensiones entre unitarismo y federalismo y los forjistas fueron algunos de los temas en los que se posó el Encuentro.
Ayer fue el cierre, con la presencia del secretario de Cultura de la Nación, Jorge Coscia, y Víctor Ramos, vicepresidente del Instituto. Se anotaron 615 personas para participar del cónclave, entre las que hubo muchos historiadores e historiadoras de las provincias. Esta cuarta edición estuvo dedicada a Eduardo Luis Duhalde, primer miembro honorario del Instituto. En el subsuelo había también libros de su colección, que facilitó su familia. Algunos los querían comprar, pero no estaban a la venta. “¡Busqué por todos lados este libro!”, exclamó un hombre cuando le dijeron que esos sólo estaban para ser exhibidos. Se recordó a Duhalde por su lucha en defensa de los derechos humanos. El Encuentro llevó su nombre. Pero, ante todo, se resaltó su condición de revisionista.
O’Donnell se extendió para explicar qué es el revisionismo y cuáles son los desafíos para esta corriente, que reconoce la herencia de Scalabrini Ortiz, de Jauretche, de los caudillos, de las luchas populares. Este encuentro precede a la creación del Instituto Dorrego, tan cuestionado por otros que también se dedican a investigar la historia, aunque desde otra óptica. “A veces hablamos de revisionismo y no nos entendemos. Prefiero la definición de historia nacional, popular y federalista. Y podríamos agregar iberoamericana y democrática”, definió O’Donnell. “La palabra ‘revisionismo’ se ha impuesto. Pero nosotros no existimos ya en función de una historia oficial: tenemos nuestro propio corpus”, concluyó, acompañado por Ramos y por el historiador Alberto Lettieri, director académico del Instituto, y Luis Launay, secretario y director del Encuentro.
No se aceptaban preguntas porque el tiempo era tirano y había que repasar en un día años de historia. Había que darles espacio a las mujeres guerreras, a las luchas de los caudillos del Noroeste, tan estigmatizados, a la guerra del Paraná. A todas esas cosas que no cuentan en las escuelas. Sobre eso hizo un comentario O’Donnell, sobre la necesidad de que el revisionismo penetre el ámbito educativo, y en ese momento los presentes aplaudieron. “Beatriz Sarlo dijo que íbamos a cambiar la cabeza de los chicos. Y sí: queremos influir en los programas”, subrayó. Para continuar con la definición del revisionismo, eligió una metáfora que podría entender cualquiera: si hay una fiesta de la farándula en el Savoy, esta visión de las cosas se centraría en la versión del mozo. No en la de la actriz ni en la del empresario. “Lo que se privilegia es la versión de las clases populares”, dijo el escritor. Luego ilustró con los pueblos originarios y la celebración del centenario de la Patria.
“Hay que resignificar la historia. ‘Gracias a sus libros puedo leer mejor los diarios’, me dijo una vez un lector. Una historia de las grandes mayorías es atractiva”, deslizó. “Todavía no hay calles que se llamen Chacho Peñaloza, aunque sí hay muchas con nombres de traidores y corruptos”, graficó. “No se puede ser revisionista y cómodo. El revisionismo es antisistema, problemático. El día en que nos dejen de atacar, que dejen de decir que yo participé en todos los gobiernos, nos tenemos que sentar y pensar qué estamos haciendo mal”, dijo entre las risas del público. En cuanto al desafío del revisionismo, remarcó: “La dominación actual es mental. Tenemos que reemplazar nuestro deber por el de la sociedad. Hay una enajenación, una vocación consumista, que nos quita la posibilidad de un pensamiento crítico ante situaciones que afectan a la conciencia colectiva”. En un puñado de hojas que se distribuyó a los asistentes dentro una carpeta roja, con el rostro de Manuel Dorrego como logo, estaban escritos los desafíos. El autor de Juana Azurduy, la teniente coronela leyó algunos fragmentos.
Al finalizar la conferencia, Luis Hipólito Alén dedicó una semblanza a Duhalde, “militante de la dignidad humana”. Y Launay contó una anécdota que
O’Donnell le celebró: “Yo había caído preso y entraba a una comisaría con una capucha. Eduardo estaba haciendo una evaluación por comisarías con la Cruz Roja. Cuando me ve entrar, me grita: ‘Pibe, ¡decime tu nombre!’. Y le respondo: ‘Luis Launay, de las FAP’. Entonces me dijo: ‘Tanto no, ¡boludo!’”. Más tarde, a las 18.30, en la mesa de Lettieri y Marcelo Gullo, coordinada por Darío Oscar García Pérez, hubo otro homenaje, a Porfirio Calderón, custodio de Perón y sobreviviente del levantamiento encabezado por Juan José Valle contra el gobierno de Aramburu. Fallecido hace muy poco, el 29 de noviembre, Calderón dijo una vez que “Cristina (Fernández) es una Perón con pollera”.
“Hay un patovica en las puertas de la Historia que no dejaba pasar a mujeres, a pueblos originarios, pero hemos avanzado mucho”, celebró O’Donnell. “Las mujeres aparecen en la Historia en un papel subalterno”, sostuvo Beatriz Garrido, acompañada de Alicia Poderti, Sara Liponesky y Liliana Rojas, en la mesa “Mujeres guerreras en la emancipación y luchas independentistas”. Fue el panel que abrió el Encuentro, no por casualidad. “Han sido ignoradas por la historia oficial. Además, no se consideró asignarles un papel de sujetos políticos. Hubo muchas mujeres guerreras en los ejércitos patriotas y ponían en riesgo su vida. Apoyaron las milicias revolucionarias con diferentes recursos. Fueron enfermeras, espías, guerreras”, remarcó. Se refirió al racismo, porque la Historia puso todavía menos atención en las mujeres negras, que eran las que “ponían el cuerpo en el ejército, mientras que las blancas aportaban recursos”. Garrido recordó a una importante mujer: María Remedios del Valle, “parda de acuerdo a la definición de la época”, combatiente en el Ejército del Norte.
Otro punto que importa especialmente al revisionismo es la historia de los caudillos. En una mesa de la que participaron Ramón Torres Molina, José Casas y Hugo Chumbita, se habló sobre Facundo Quiroga, Chacho Peñaloza y Felipe Varela. Torres Molina, presidente del Archivo Nacional de la Memoria, sostuvo: “Para Sarmiento, el pueblo significaba una barbarie, pero reconocía que los caudillos surgían del pueblo. Analizamos a los caudillos como expresión de las luchas populares de una etapa de nuestra historia”. En la página web del Instituto www. institutonacionalmanueldo rrego.com se pueden ver todas las charlas completas.
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