Lunes, 17 de febrero de 2014 | Hoy
CULTURA › PUBLICACIóN DEL LIBRO HISTORIA DEL TEATRO MUSICAL EN BUENOS AIRES
El escritor, crítico y periodista Pablo Gorlero realizó una larga y rigurosa investigación que se tradujo en tres tomos que recorren cronológicamente la evolución del teatro musical porteño. Dice que su elemento distintivo es que “habla de lo nuestro”.
Por Paula Sabatés
Mucho tiempo le llevó a Pablo Gorlero –escritor, crítico y periodista– darle forma a su libro Historia del teatro musical en Buenos Aires (Editorial Emergentes), valiosísimo documento dividido en tres tomos, el último de ellos a punto de salir al mercado editorial. Hace más de 15 años que investiga sobre el tema, pero hace muchos menos que encontró en el público, los artistas y los editores el interés suficiente para poder publicar las más de 1500 páginas que tenía escritas sobre el tema. Gorlero cuenta que este trabajo surgió a partir de la inquietud que le generaron algunas notas periodísticas sobre el tema. “Todos los años había una similitud. Las notas de los distintos medios hablaban del boom del musical y al mismo tiempo decían que en la Argentina no había tradición del género. Me preguntaba cómo podía ser que los mismos periodistas que declaraban un fenómeno año tras año dijeran que éste no tenía tradición. Y me propuse demostrar que sí la había”, explica el periodista a Página/12. Así, el primer tomo se ocupa de analizar el género desde sus comienzos hasta 1979, mientras que los otros dos se encargan del prolífico período que va desde 1980 hasta la actualidad.
Al que tuvo que realizar, Gorlero lo define como un “trabajo de hormiga” (no estuvo solo, lo ayudaron los investigadores María Silvina Ajmat, Laura Ventura, Daniel Falcone y Mónica Berman). Cuando empezó a recopilar información no había Internet ni tampoco cámaras digitales o computadoras portátiles, con lo cual se pasaba todo el día en las bibliotecas, “desde que abrían hasta que cerraban”, transcribiendo a mano aquella información que podía llegar a servirle. El esfuerzo se nota: además del recorrido historiográfico, de apreciaciones personales y entrevistas y testimonios de artistas y realizadores, Historia del teatro musical en Buenos Aires cuenta con la más extensa y profunda recopilación de datos que se haya hecho hasta ahora sobre las obras del género. Al final del tomo 1, el periodista incluyó un apartado donde señala, de cada obra estrenada en Buenos Aires, título, fecha de estreno, sala, ficha técnica, números musicales, sinopsis y hasta fragmentos de críticas periodísticas sobre las puestas.
Pero Gorlero no es solamente un historiador del género, sino también un realizador y gestor del musical. Si bien no se considera artista (estudió teatro más de quince años pero “el escenario no es lo mío”), dirige junto al reconocido Ricky Pashkus el concierto anual Primeras Damas del Musical (que en mayo tendrá por primera vez su correlato para hombres) y también los Premios Hugo, la más importante ceremonia de reconocimiento para quienes trabajan en el rubro. Además, está al frente, junto con otros tres compañeros, de la sala teatral El Opalo (Junín 380), que incluye siempre una variada programación musical y donde desde este año funcionará la Insólita Escuela de Teatro Musical, un espacio de aprendizaje del que se hará cargo junto con el grupo PimPumPam Theatre. Es, sin dudas, un apasionado del género, al que considera “en continua transformación y crecimiento”.
–¿Cuándo empieza esa tradición que afirma que tiene el teatro musical en la Argentina?
–En los años ’40 y ’50 ya había grandes comedias musicales de industria nacional con mucha producción. Entre los pioneros puedo nombrar a Francisco Canaro, Enrique Santos Discépolo, Diego Peláez, Carlos Olivari. Todos grandes a los que uno conoce por otro lado y que fueron gestores del musical. Allí se estrenaban tangos que hoy forman parte del cancionero popular. Encontrás tradición incluso si vas más atrás en el tiempo. Te empezás a dar cuenta de que de la zarzuela criolla se pasó al sainete lírico y de él a la comedia musical, hoy denominada teatro musical. Recién a finales de los ’50 se empezaron a tomar algunos elementos de los musicales de afuera y ya en los ’60 se instalan en Buenos Aires las grandes comedias musicales de Broadway. Son algunos grupos independientes y fundamentalmente Pepe Cibrián Campoy quienes a principios de los ’80 arrancan con una nueva forma de hacer musicales nacionales.
–¿El teatro nacional que surgió en los ’80 conserva algo de aquel que hicieron los pioneros?
–Casi nada de lo técnico y estético. Sí el hecho de hablar de lo nuestro, de lo propio. A mitad del año pasado no había una sola obra de teatro de texto en la Calle Corrientes que fuera de autor nacional. Sí en cambio musicales autóctonos, tales como Camila, Tango Feroz y el Jorobado de París. Esto es porque ya no se espera que venga la obra de Broadway sino que ahora directamente se hace. El germen de esto está en el teatro independiente, ámbito en el cual hay grupos de jóvenes que están haciendo crecer el género de una forma inmensa, rápida y con una excelencia que yo no pensé que se iba a lograr en tan poco tiempo.
–Afirma en su libro que la canción aparece cuando la palabra no es suficientemente fuerte para el personaje. Siguiendo esa línea, ¿cree que el musical puede alcanzar una potencia dramática mayor que el teatro de texto, siendo que éste no tiene canciones?
–Algunos me van a matar, pero yo creo que sí. Siempre y cuando el musical esté bien hecho, claro, porque uno malo espanta al espectador para siempre. Pero uno bueno hace que no se vaya más. Nosotros no vamos cantando y bailando por la vida pero estoy convencido de que si tenés un cierto grado de sensibilidad en los momentos más emotivos de tu vida, ya sea de felicidad extrema o de tristeza extrema, te da la sensación de que todo es una canción. Y en el musical pasa eso.
–¿Un formato extranjero bien hecho tiene menos mérito que uno nacional que también lo esté?
–Para nada. Una obra bien hecha, aunque sea importada, es siempre un placer. De hecho las dos obras que más perduraron en cartel son Forever Young y Casi Normales, que son extranjeras y son dos joyitas. De todos modos, siempre es mejor que si es extranjera, el montajista o director sea argentino porque nadie mejor que él para expresar lo que nos pasa, lo que nos gusta y lo que sentimos.
–Ha afirmado en varias notas periodísticas y en sus libros que el teatro musical es aún un género menospreciado. ¿Por quién?
–Por mis colegas, por los críticos, por los investigadores. En los libros de la historia de nuestro teatro no se mencionan obras de teatro musical, salvo alguna de Discépolo, porque es Discépolo. Eso me molesta y también me hace pensar. Porque si ningunearon un género como el teatro musical, qué otras cosas no estarán contadas en la historia de nuestro teatro. La revista es otro ejemplo. Por suerte ese prejuicio que tienen los investigadores lo están perdiendo los artistas y los públicos.
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