Lunes, 26 de mayo de 2014 | Hoy
CULTURA › GILLES LIPOVETZKY Y SU MIRADA SOBRE LAS CUESTIONES QUE ATRAVIESAN A EUROPA
El autor de La era del vacío y Los tiempos hipermodernos señala que el hiperconsumo ya no goza de tan buena reputación, y echa una mirada crítica sobre los ajustes sociales en España y Francia, donde, dice: “Las medidas que se tomaron no van a alcanzar”.
Por Silvina Friera
“La hipertrofia consumista no produce más felicidad.” Gilles Lipovetsky, uno de los filósofos y sociólogos franceses más reconocidos internacionalmente, especie de exégeta del hipermodernismo, cuyos libros suelen ser best sellers, viene hilvanando una obra en la que desmenuza el individualismo narcisista en las sociedades occidentales, los cambios en los hábitos del consumo y la dinámica social del lujo, el culto al ocio y las modas, temas que aunque no hayan dejado de suscitar el interés de la filosofía –antecedentes de estos tópicos, en algunos casos, se pueden rastrear desde Platón–, la comunidad erudita suele considerarlos asuntos “inferiores” o “menores”. “Se habla mucho de la felicidad. En Europa, por lo menos, se le pregunta a la gente si se siente muy feliz, feliz, poco feliz, infeliz... Nos ocupamos más de la felicidad, porque la gente se da cuenta de que el PBI es una de las vertientes del bienestar. Pero hay otros indicadores como la salud, la cultura, la seguridad, que impactan también en la percepción de la felicidad”, afirma el autor de La era del vacío, que estuvo en Buenos Aires y dio una conferencia sobre la sociedad del hiperconsumo, invitado por la Fundación OSDE.
“Uno se pregunta más por la felicidad hoy que en los años ‘60, años que conocí bien porque yo era joven. En aquel entonces sólo se hablaba de liberación política y sexual. La felicidad y el confort eran cuestiones burguesas. Mientras que ahora uno vuelve para atrás y se plantea aspectos más básicos que están en el nacimiento de la filosofía, lo que se llama ‘el bien vivir’. Desde los años ‘80, la felicidad vuelve al tapete cuando antes se la había escamoteado en la contracultura o en la lucha de clases”, dice Lipovetsky en la entrevista con Página/12.
–Vivimos en sociedades individualistas que dependen de formas colectivas de organización a través de la representación política, por ejemplo. ¿Qué espacio tiene lo colectivo en sociedades tan individualistas?
–El individualismo es la cultura que manda la relación entre las personas, pero la sociedad sigue teniendo instituciones colectivas. Un ejemplo es la empresa. Los asalariados son individualistas, están pensando en sus sueldos, en sus situaciones personales, aunque la estructura del conglomerado de la empresa es colectiva. Una empresa como colectividad necesita objetivos comunes, que los individuos piensen también en el interés colectivo de la empresa. Y esto lleva a la pregunta por la gestión de la empresa, para que la empresa pueda desarrollarse como una institución colectiva con personas que tienen intereses propios. La cultura es individualista, pero vivimos en naciones que son entidades colectivas. La política pública para poder dirigir a estas sociedades no se trata de un fenómeno secundario, sino esencial. Salimos de una crisis económica internacional con los “bonos basura”, que mostró cómo los intereses individuales pueden arruinar una economía. El aspecto colectivo, por intermedio del Estado, tiene una misión fundamental que desempeñar. No se trata de comandar la economía, pero sí de regularla. Tenemos necesidad de regulaciones porque de lo contrario, si sólo priman los intereses privados, subsisten riesgos considerables. El interés general hoy es conservar las libertades de empresa y la libertad personal, sin descuidar las reglas. La cultura individual no puede significar la desaparición de las políticas públicas. La economía no funciona bien, pero no estamos hablando de toda Europa. Dinamarca, un país diminuto de 5 millones de habitantes, tiene menos del 5 por ciento de desempleados. En España estamos hablando de más del 25 por ciento de desocupados. Alemania es una economía dinámica, abierta, que funciona. Francia está retrocediendo porque estamos pagando el precio de políticas erróneas. No hay que poner todo sobre las espaldas de la globalización; con la globalización hay países a los que les va mejor que a otros. ¿Por qué les va mejor? Porque adoptaron buenas políticas que tomaron en consideración el futuro y no solamente los intereses minúsculos del presente o la voluntad de volver a ser reelecto en la próxima vuelta.
–Recientemente se aprobó en Francia un recorte histórico del gasto público. ¿Qué opina de esta medida?
–No es agradable el recorte, pero Francia es un país que desde hace treinta años vive por encima de sus medios. O sea que cada año el Estado gasta más de lo que recauda. El resultado es que el país tiene una deuda considerable, pero esa deuda hay que pagarla. Son políticas irresponsables porque son los chicos de hoy los que van a terminar pagando. Y pienso, para colmo, que estas medidas son insuficientes en mi opinión.
–¿Cómo insuficientes?
–Vamos a tener que tomar medidas mucho más difíciles. Francia tiene un derecho laboral con una edad para jubilarse que es demasiado precoz. En todos los países del mundo se le pide a la gente que trabaje más años. Esto no es fascismo, simplemente la gente vive más años y con buena salud, entonces considerar, como plantea la extrema izquierda, que a los 60 años hay que jubilarse es una estupidez. En Japón, que es el país que tiene la mayor expectativa de vida, hay gente que trabaja hasta los 92 años. Y son saludables. Se acabó el siglo XIX, cuando el trabajo mataba a la gente. No podemos dejar de tomar en consideración estos cambios fundamentales. Hay medidas que se tendrían que haber tomado antes y aun así no van alcanzar.
–¿Qué significa que no va alcanzar?
–El desafío enorme de la economía francesa es su competitividad. Desde hace varias décadas, los productos franceses perdieron competitividad en el mercado mundial por el derecho laboral y otras medidas que hacen que nuestras empresas rindan menos. Estamos en economías abiertas, globalizadas. Si no tenés una economía competitiva, tendrás menos mercados. Si tenés menos mercados, vas a tener menos empleo y habrá que hacer gastos considerables para financiar a los desempleados. Los alemanes con el gobierno de Gerhard Schröder tomaron medidas drásticas, muy poco populares: cambiaron el derecho laboral y frenaron los aumentos de sueldo. El resultado lo vemos hoy: se trata de una economía extraordinariamente competitiva. La economía hay que empujarla y ayudarla de manera inteligente. Tenemos algunas empresas en Francia que funcionan muy bien, en particular todo lo que tenga que ver con el lujo. El lujo vive de un prestigio que viene de antaño, un patrimonio simbólico formidable. Cuando algo dice “hecho en París”, está el prestigio de París. Sin embargo, en otros sectores hay que pelear mano a mano y la competencia mundial recién empieza. Los chinos, por ejemplo, no van a seguir haciendo productos baratos. Van a entrar muy rápidamente en el mercado de productos de calidad.
El filósofo y sociólogo francés, considerado uno de los grandes intérpretes de la era del individualismo y el hiperconsumo, autor de El imperio de lo efímero, El crepúsculo del deber y Los tiempos hipermodernos, entre otros títulos, advierte que la globalización en Francia, a partir de los años ’80, “no hizo más que ahondar la brecha” entre incluidos y excluidos. “Tenemos más de 3.200.000 de-sempleados en Francia, más o menos el 10,5 por ciento de la población activa. Y están los sin techo en las calles, en condiciones paupérrimas. Me acuerdo que en mayo del ’68 había 300 mil desempleados en toda Francia. Hoy son diez veces más. La globalización explica en parte las cosas, pero no en su totalidad.”
–Lo que no explica la globalización es por qué países que han tomado medidas severas de ajuste tienen cifras tan altas de desempleo, como España, y una economía que no es competitiva. El recorte del gasto público, la austeridad, no se traduce mágicamente en empleos.
–En España tendrían que haber tomado antes esas medidas. En Portugal y Grecia pasa lo mismo, están acogotados. España va a progresar, pero va a tardar. Antes de la burbuja inmobiliaria, había 19 por ciento de desempleo. Ahora que reventó la burbuja inmobiliaria, un español de cada cuatro está desempleado. Tiene razón: las medidas que tomaron no van a generar mágicamente empleos. Aunque no soy economista, no soy experto en la gestión de la crisis europea, hay países donde el desempleo va a permanecer durante muchos años, como en Grecia. No alcanza con decir que uno va a tomar medidas drásticas para que los empleos se generen solos. No sale por arte de magia, se necesita formación, capacitación y creación de mercados. El Estado no puede crear mercados, está solamente para permitir un clima, pero no va a generar empleos por arte de magia.
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