Vie 28.11.2014
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CULTURA › DESDE HOY, UNA NUEVA EDICION DEL FESTI SHECA, UNA EXPERIENCIA AUTOGESTIVA

“La calle es un festival todos los días”

La frase del payaso Menzo Menjunjes es sólo una de varias formas de defender este encuentro en el que “cirqueros, trashumantes, payasos, saltimbanquis, malabaristas, trovadores, viajeros y soñadores” se proponen tomar la ciudad. Y transformarla.

› Por María Daniela Yaccar

“Somos cirqueros, trashumantes, payasos, saltimbanquis, malabaristas, trovadores, viajeros y soñadores. Intervenir las calles es parte de nuestra esencia. Estamos en todos lados. Somos impredecibles. Indomables. Llevamos el espíritu del guerrero en nuestros corazones. Somos itinerantes y callejeros. Vamos y venimos. El mundo es nuestro hogar”, dice el manifiesto del Festi Sheca, una iniciativa colectiva y autogestiva que llevará diez espectáculos callejeros de 25 compañías nacionales e internacionales (circo, teatro, humor, títeres y música) a plazas, villas, parques y espacios culturales independientes. Es hasta el domingo y todo es a la gorra. “No conocemos fronteras. La pasión nos mueve. Ni el cansancio ni la lluvia nos detienen. Aunque cierren los parques y nos prohíban, las calles son nuestro espacio de acción”, se enorgullecen.

Uno de los organizadores del Sheca es un joven que intercambia mails con la firma de Menzo Menjunjes. Es como si la identidad del payaso se hubiese tragado a la persona: prefiere aparecer como Menzo, no con su verdadero nombre. Sólo dice que se llama Demian. Empezó haciendo malabares en el semáforo del Cid Campeador, cuando tenía 17 años. Era una época desafortunada: “El 20 de diciembre de 2001 me hizo artista callejero”, se presenta. Con el tiempo se fue fogueando. Cambió el semáforo por plazas, asambleas y espacios ocupados, creó un espectáculo de 45 minutos, viajó por más de cincuenta ciudades del globo, se curtió. Creó el Circo Errante de Cambalaches y hoy escribe y tiene proyectos editoriales. Entendió que el arte en el espacio público era una filosofía de vida que compartía con otros muchos, quienes hacían del nomadismo su modo de estar en el mundo.

“El Cid Campeador fue un lugar de encuentro, pasaba mucha gente. En esa época necesitaba plata para independizarme. Te pagaban dos pesos por repartir volantes. Y yo, en una hora, hacía cinco veces más, haciendo lo que quería. No quería trabajar con patrón. El circo nos dio a muchos la posibilidad de vivir”, cuenta. “Fue duro pasar del semáforo a la plaza: en la plaza se nubla un poquito, te tocan al lado una batucada o se pone un nene a llorar y no cobraste.”

“Hay gente que no sabe que existe una cultura gigante de artistas callejeros, que empezaron haciendo semáforo, luego hicieron una varieté, se fueron de viaje y empezaron a hacer espectáculos en la calle. Lleva sus años, es difícil, es una elección de vida”, dice Menzo. “Da un montón de satisfacciones. Pero... no da para vivir. Te toca moverte todo el tiempo. Viajar, buscar festivales. Está lleno en un montón de lados, en otros países.” El primer Festi Sheca se hizo en 2012 en Parque Centenario. Nació con un propósito para los artistas y otro para el público. Los cirqueros, actores y músicos callejeros precisaban un lugar donde mostrarse “sin tanta parafernalia”, un ámbito para visibilizar su trabajo. Un ámbito para pasar la gorra y poder seguir existiendo. Y, por otro lado, buscaban “salir del gueto”. Los espectadores son todo un tema para Menzo y sus compañeros. Y los puntos a analizar son muchos. Tantos, que el payaso habla una hora prácticamente sin respirar.

“Parque Centenario parece un parque de diversiones. Hay mucho miedo en la gente. Uno lo siente. La gente está sentada en el parque y está cada uno en la suya. Cuando se arma un ruedo quedan codo a codo personas que comúnmente no sociabilizan: un borracho y una familia de clase media, unos pibes... cuando termina el ruedo, la gente se conoce, habla. Se transforma la energía”, reflexiona. Luego, en la ciudad de las plazas enrejadas, en la que hay que pedir autorización para hacer funciones –aunque Menzo pide “perdón y no permiso”–, los artistas sienten una “responsabilidad”: “recuperar la calle, ya que nadie lo va a hacer”. Un tercer punto: “Hay una cultura del individualismo, con Internet. El artista callejero es un cable a tierra. Da frescura con su espontaneidad, cambia situaciones”. Un cuarto propósito: “Queremos llegar a los barrios a los que nunca se llega si no es de la mano de algún puntero político”. Por eso las funciones en Ciudad Oculta y en la Villa 1-11-14 (el lanzamiento del Sheca es hoy, pero hubo funciones ayer y el miércoles). Ellos acostumbran a moverse allí. Y, por último, resumiendo mucho: “Buenos Aires es una ciudad con una mala onda estructural porque la mitad de la gente hace cosas que no quiere. Transmitimos que se puede vivir de lo que uno quiere. Aunque cueste llegar a fin de mes”.

Del relato de Menzo se desprende que muchísimos artistas argentinos están viajando por el mundo, que van de aquí para allá parando en hoteles, lugares prestados, luchando por pagar alquileres; o que se mueven en camioneta llevando este arte milenario. “En Europa existen festivales hace 25, 30 años, en Francia, España, Alemania. En Italia está muy instalada esta cultura. El artista callejero viene de la cultura popular de la Edad Media. En algunos pueblos pequeños de Europa se juntan entre 15 y 30 mil personas. Vas con tu maleta, te pagan los viáticos y un cachet, pero la gente sabe que actuás a la gorra. En Latinoamérica hay algunas cosas muy mainstream; por ejemplo, en México. Este arte es de la época de los mercados, de las ferias: los primeros eran trovadores, juglares”, contextualiza Menjunjes. En Buenos Aires hubo algunas movidas tiempo atrás, pero en líneas generales “se perdió la cultura de la calle que se había ganado en los ochenta, con la democracia”. Aunque, paralelamente, “crecieron los espacios específicos para el circo”.

El payaso está enojado con el gobierno de Mauricio Macri. “La Ciudad gasta millones de pesos en Polo Circo. Traen compañías extranjeras que son muy buenas... pero dan la espalda a la gente de acá. ¡Y, mientras, seguimos exportando payasos al mundo! El Soleil busca acróbatas en China y clowns acá. En cada país de Latinoamérica hay argentinos trabajando: nadie es profeta en su tierra”. Como nunca se creó “un marco de contención” que agrupe este tipo de propuestas, “el espectáculo de calle no tiene prestigio: es difícil ensayar propuestas menos eficaces, hacer algo que no sea al palo, probar otros formatos”. Pese a las adversidades, ellos defienden la idea de que “la calle es un festival todos los días”. Y no sólo con el comienzo de un nuevo Sheca.

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