CULTURA › CICLO LA POESíA EN EL ROCK ARGENTINO, EN LA CASA DEL BICENTENARIO
En el primer capítulo del encuentro, “Los setenta y la leyenda fundacional”, Francisco “Pancho” Muñoz, Daniel Ripoll y Rodolfo Edwards, cronistas y poetas, debatieron con músicos como Emilio del Guercio, Rodolfo García, Willy Quiroga, Raúl Porchetto y Moris.
› Por Cristian Vitale
Cuatro rostros gigantes, dispuestos en encuadres simétricos, ponen en contexto la situación: el de Luis Alberto Spinetta, nodal, y los del Indio Solari, Charly García y Fito Páez. Debajo de tales rostros –fotocongelados sobre una pantalla gigante– otros tres mohicanos del rock argentino histórico intentan mantener la cosa en presente. Perpetuarla, por si hiciera falta. Bajo el marco-macro que titula el seminario (La poesía en el rock argentino) Francisco “Pancho” Muñoz, Daniel Ripoll y Rodolfo Edwards, cronistas y poetas, ponen en palabras la intención. Comienzan a desandar el camino por el primer capítulo del ciclo (“Los setenta y la leyenda fundacional”) mientras en la primera fila, además de unos cien nostálgicos que esperan detrás, hay interlocutores indudablemente válidos. Emilio del Guercio y Rodolfo García, por caso. Willy Quiroga, Raúl Porchetto y Moris, también. Unos y otros, entonces, cumplirán con el sino de este ciclo organizado por el Ministerio de Cultura de la Nación y la Dirección Nacional de Artes con epicentro en la Casa del Bicentenario (Riobamba 985), que seguirá mañana a las 19, bajo la consigna “Los ochenta de la democracia liberadora”, y concluirá el viernes 27 –misma hora, mismo lugar– con “Los noventa de la apertura global”. “Si se hace un análisis muy finito de la historia del arte en la República Argentina, los que tuvieron más coraje y audacia fueron los músicos de rock. Ni los cineastas, ni los actores, ni los directores de teatro, y mucho menos los productores artísticos”, lanzó Pancho Muñoz, desafiante, para dar con uno de los ejes por los que giró la charla: la libertad.
“No era una libertad en el sentido liberal de la palabra, sino la libertad de cada músico. Lo que yo quiero es mi libertad, no sé si me preocupa tanto saber qué es la libertad en sí, sino que lo que quiero es que me dejen ser libre a mí... ese fue el combate”, fundamentó Muñoz, en primera persona del plural. “Es cierto, la libertad individual es una de las características de este movimiento cultural juvenil de las décadas del sesenta y del setenta. Era la respuesta a la represión generalizada”, asintió Ripoll, testigo directo de la época, y puso en acto el argumento a través del surrealismo de Spinetta y Abuelo. “‘Las almas repudian todo encierro, las cruces dejaron de llover’, esto que era surrealismo, pero también una simbología muy importante de la Argentina de entonces, eran ideas trascendentes como las de Miguel Abuelo: ‘Mariposas de alas de agua, no te quieras escapar, si te busco no te encuentro, y cuando te encuentro no estás’, son sintagmas que seguramente muchos de nosotros tenemos dando vueltas en la memoria”, destacó el creador y director de la revista Pelo, sobre dos temas emblemáticos de la era: “Cantata de puentes amarillos” y “Mariposa de madera”.
“Hay un doble eje en los setenta, también, que es el eje entre guerrillero y rockero, como si la imagen fuera mitad Guevara, mitad Mick Jagger. Esos eran los iconos, y ambos estaban militando, algunos en las organizaciones armadas y otros en el rock, que tenía tanto de liberador como la otra militancia”, sostuvo Muñoz y graficó con “Vine cruzando el mar”, un temazo de Aeroblus, el trío que formó Pappo hacia el segundo lustro de los setenta. “‘Vine cruzando el mar y encontraré un alfiler que va a servir de lanza para luchar’. Siempre me interesó esa cosa tan inocente, tan romántica, tan poética”, hizo justicia Muñoz, sobre otra de las grandes plumas –no siempre reconocida– del rock argentino: la de Norberto Napolitano, de La Paternal. Y desde Pappo, la ruta siguió su curso natural hacia Vox Dei, Manal y Moris. “La letra de ‘Tengo 40 millones’ era así, loco, esto es rock and roll y si no te gusta no me importa”, ironizó Muñoz, ante la primera intervención espontánea de Moris. “Era un trabalenguas”, refirió don Birabent, desatando una catarata de aplausos. “Moris refrenda una teoría que tengo yo: el rock and roll duró más que el comunismo”, contestó el locutor, y motivó a su vez una reflexión posterior de Raúl Porchetto: “Y ojalá que dure más que el liberalismo”. De antología.
Otra intervención, entre los músicos, fue la de Willy Quiroga, cuando Ripoll tiró a Vox Dei sobre la mesa. Recordó La Biblia y el “Génesis”, claro, pero también una letra posterior que le pertenece al bajista (“Y sin embargo lo hice, atrapé una nube en una jaula de alambre, y aquí estás, nube prisionera, en mi mente”) “Otra vez la libertad –insistió Ripoll–, pero además Willy tiene una búsqueda para la gran respuesta que todos buscamos: ‘Dios es una mujer desnuda’, ¿no, Willy?`”, demandó el periodista. Y el viejo batallador del rock suburbano tomó el micrófono: “La mujer es la vida, por eso es Dios”, respondió, y redondeó la idea con una anécdota: “Después que salió ese tema se acercó uno y me dijo ‘Che, ¿cómo dice la letra?: ‘Dios es una mujer desnuda’ o ‘¡Dios!, ¡es una mujer desnuda!’ no sé, casi le pego al tipo por la estupidez que había dicho, pero lo cierto es que la mujer es generadora de vida, y la letra dice algo tan sencillo como eso. Además, ¿por qué Dios no puede ser una mujer?”, sentenció Willy.
Del misticismo a veces terrenal, a veces celeste de Vox Dei, la charla fue hacia el Cristo Rock de Porchetto. “La Biblia de Vox Dei me parece una obra increíble, pero Cristo Rock tenía un enfoque diferente: hablaba de la hipocresía que se vivía respecto del mensaje de Jesucristo. De hecho, en el sello me dijeron que si seguía componiendo en esa línea no iba a grabar más”, evocó el cantautor mercedino, que cerraría la jornada con un set acústico. Otras figuras rescatadas en el encuentro fueron las de Charly García, León Gieco y el mismo Del Guercio en su doble rol de bajo, voz y pluma de Almendra y Aquelarre. “En esa época, la mayoría de los productores no llegaban a entender lo que nosotros queríamos hacer, y pienso que fue así porque la industria discográfica se manejó con la idea de ‘éxito, ya’. Lo que los tipos no se daban cuenta era que nosotros estábamos haciendo música de catálogo. De hecho, sé que el primer disco de Almendra, hasta ocho años atrás, había vendido dos millones y medio de copias. O sea, ellos veían más la inmediatez que la obra. Igual, algunos se corrieron un poco de los moldes y se animaron a grabarnos, como el caso del primer disco de Almendra”, testimonió Del Guercio en una coda temática que contribuyó a contar el todo por otra de sus partes, en este primer capítulo. Los próximos, claro, serán los que pongan las fotos de Fito y el Indio en movimiento.
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