CULTURA › LOS PERSONAJES DE QUINO, EN UNA MUESTRA EN LA BIBLIOTECA PARQUE ESTADUAL
“Mafalda está internalizada en cada uno de nosotros, está unida a la vida cotidiana, a la escuela, a nuestra infancia”, señaló la curadora Judith Gociol en la inauguración de la muestra que exhibe originales, bocetos, cartas de lectores y respuestas de Quino.
› Por Silvina Friera
Desde Río de Janeiro
Mafalda es pasión de multitudes. Río de Janeiro no es la excepción a este fervor mundial que se conjuga en muchas lenguas. Una adolescente carioca estira el brazo lo más alto que puede, acomoda la cámara del celular, sonríe, y se saca una selfie con la niña más entrañable de todos los tiempos, un personaje que ya celebró sus cincuenta años. Imposible calcular, a esta hora del mediodía, cuánta gente hay. Quizá unos cien cariocas que empiezan a recorrer la muestra Mafalda en su sopa en la Biblioteca Parque Estadual (BPE), un espacio cálido y accesible, fundado por Pedro II en 1873, que cuenta con un acervo de 200 mil libros y 20 mil películas. Hay originales, bocetos, publicaciones en otros idiomas, cartas de los lectores y las respuestas de Quino, además de un sector que reúne, a modo de homenaje, ilustraciones de Tute, Liniers, Maitena y Rep. Monica, ojazos celestes, muy blanca y rubia, cuenta a Página/12 que sus padres le pusieron ese nombre por el personaje de Monica y sus amigos de Maurício de Sousa. “Me interesa la crítica social que hace Mafalda”, dice mientras se queda como hipnotizada por el intercambio epistolar con los lectores.
“No hay humor sin inteligencia”, subraya la directora de Asuntos Culturales de la Cancillería argentina, Magdalena Faillace, durante la apertura de Mafalda na sopa, como se titula en portugués esta exposición que forma parte de las actividades de Argentina como país homenajeado en la XVII Bienal Internacional del Libro de Río, que se extenderá hasta el 13 de septiembre. “Aunque sea ácido, el humor es una forma de defensa frente a la realidad y sus hostilidades”, plantea Faillace, acompañada por la directora de la BPE, Luciana Soares; la curadora Judith Gociol, el director de Cultura de la Biblioteca Nacional (BN), Ezequiel Grimson; y el humorista gráfico Tute en representación de Quino, que por razones de salud no pudo viajar a Brasil. “Mafalda es mítica porque los mitos se integran al inconsciente colectivo. Seguro que todos los que estamos acá nos sentimos representados en algún momento en esa Mafalda rebelde, progre, que cuestiona los convencionalismos sociales como (Julio) Cortázar, que también tenía un gran sentido del humor para criticar el vacío de la sociedad burguesa. Mafalda también se burla de los convencionalismos vacíos de sentido.”
Gociol, integrante del equipo del archivo de Historieta y Humor Gráfico Argentino de la Biblioteca Nacional, presenta la muestra mientras el padre de una nena carioca le saca una foto a su hija al lado de uno de los dibujos de Felipe. “Mafalda está internalizada en cada uno de nosotros, está unida a la vida cotidiana, a la escuela, a nuestra infancia; esta es una de las razones por las cuales tiene una vigencia excepcional”, reconoce la curadora. “No hay otro personaje argentino que su autor haya decidido dejar de publicar en pleno éxito, y que no sólo no murió, sino que creció mucho más a partir de esa decisión.” Gociol agrega que la carta más conmovedora que recibió Joaquín Salvador Lavado –más conocido como Quino– es de una presa política durante la dictadura. “Le agradecía a Quino porque cuando estaba presa recordaba de memoria chistes de Mafalda para poder pasar el tiempo.” Sobre una de las paredes de la Biblioteca Parque Estadual –“un lugar adonde vienen a leer personas que viven en la calle”, cuenta el periodista argentino Alejandro Armendáriz, que vive en Río hace cinco años–, se reproduce el graffiti realizado por un colectivo muralista en homenaje a Ariel Antonioletti, un adolescente chileno que fue asesinado por la policía de su país, a quien de niño lo llamaban “Guille”, por el personaje de la historieta. En la reproducción de ese mural se lo ve a Ariel leyendo una revista en cuya tapa en blanco y negro está dibujada Mafalda con los ojos cerrados sobre un globo terráqueo.
Tute –Juan Matías Loiseau–, creador de Batu, cuenta que aprendió a leer gracias a Mafalda. Más allá de esa experiencia fundacional, afirma que el personaje “termina con el humor inocente” y complejiza el humor en la historieta al incluir un montón de personajes que interactúan. “Hace una cosa más, que es incorporar el mundo. Hasta ese momento el humor nacional se ocupaba de cuestiones de su territorio. Mafalda incorpora el globo terráqueo casi como un personaje más”, comenta el autor de Dios, el Hombre, el amor y dos o tres cosas más. “Cuando tenía 17 años y recién empezaba a hacer mis primeros dibujos, que intentaban ser profesionales pero todavía no lo eran, aproveché para verlo a Quino en una mesa de dibujantes. Y lo fui a ver con mucho respeto y con temor porque es un tipo serio, adusto. Cuando uno tiene 17 años, tiene el sueño de que tu maestro te diga: ‘Esto está muy bien, tendrías que estar publicando...’. Se los mostré con un poco de temor y esperanza y Quino casi no me miró; pasaba los dibujos y no hacía una mueca. Yo lo miraba medio de costado a ver si movía algo y me los devolvió y me dijo: ‘Hay que meter el dedo más en la llaga’. Hoy tengo 41 años y no me olvido de esa frase. Yo me fui a mi casa preguntándome qué significa meter el dedo en la llaga, de qué se trata.”
Logró olvidarse de esa frase y siguió dibujando. “Pasaron casi veinte años y un día yo estaba en el supermercado y me sonó el celular”, recuerda Tute. “Era Quino. Me llamó para decirme que le gustaba mucho la página que había publicado en la revista de La Nación. Finalmente entendí aquella frase de la llaga: meter el dedo en la llaga es encontrar la propia herida para construir a partir de ahí; fue una gran enseñanza. Yo no sé si realmente me quiso decir esto, pero es lo que entendí.” Más allá de los libros, Mafalda está en remeras, mochilas, en graffitis, en las calles. Lúcia, carioca de dientes blanquísimos y piel morena, cuenta que conoce algo acerca de Mafalda, pero ahora quiere leerla porque “me interesa mucho su rebeldía política”. Renato es un adolescente que encuentra en Mafalda una sensibilidad relacionada “con las personas marginadas por el sistema; la parte de una sociedad no recordada que encuentra un lugar en el mundo de las historietas”.
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