Poesía en tiempos de resistencias. Un hombre aprende a leer y a escribir en un taller de alfabetización para adultos con Guillermina Weil en la biblioteca popular Santa Genoveva, ubicada en el arroyo Felicaria, en la segunda sección de las islas del delta de San Fernando. Y prueba unos versitos, se anima y le salen poemas como “Amanece”: “Qué lindo que es cuando viene amaneciendo/ y ver las estrellas que se van perdiendo/ y sentir el silbido del boyero./ Le acompaña el zorzal/ con ese silbido imparable./ Por ahí sale la chicharra pidiendo calor./ De pronto sale la pareja./ Un casal de horneritos/ aplaude a todos”. Se puede aplaudir de pie al poeta Angel Otazo, el autor de este y otros poemas, que por primera vez leerá en público en el Primer Festival de Verano Las Hortensias, organizado a pulmón por los poetas Marisa Negri y Javier Cófreces conjuntamente con otros artistas y vecinos de la comunidad. Las actividades comenzarán hoy a las 10, con un espectáculo de títeres y narración oral de María Erill. Después se presentará la colección de Literatura isleña de la biblioteca Genoveva, en la que participarán Miguel Gaya y Juan Bautista Duizeide; y continuarán Mágicas Naranjas en vivo con Patricio Foglia y Lucila Inés –poemas y canciones–; la presentación de proyectos comunitarios “Biblioteca Esos otros mundos” de Paraná (Entre Ríos) con Kevin Jones y Milena Frank, “Felicaria Football Club” (San Fernando) con Rubén Córdoba y “Escuela de los Biguaes” (Tigre) con Amalia Boselli; lectura de poemas con Estrella López, Alejandro Méndez, Gabriela Piccini, Weil y Otazo; “Paajaritoo!”, mirando aves con libertad a cargo de Luis Pedro Hardoy y banda de susurros de Mónica Sporra; y el cierre musical a cargo del Trío de Cribas. Habrá además feria de artesanías y productos regionales, un taller de malabares con Pablo Capdepon y Melina Ares, un taller de stencil con Victoria Farina y un taller de arte con Fabiana Di Luca.

El Primer Festival de Verano Las Hortensias surge por la necesidad de conjurar el aislamiento. “Estamos en el delta de San Fernando, a casi dos horas de navegación de la ciudad –cuenta Negri a Página/12–. Aquí hay una comunidad que trabaja, estudia, convive con los ciclos naturales, con el monte y sus animales, con las plantas nativas. Es una población que tiene dificultades para reunirse, hay poca conectividad, escasa señal telefónica y cortes de luz. El transporte de pasajeros tampoco está diseñado para recorrer las islas y por eso es importante generar espacios de encuentro. Espacios en donde los que vienen de visita puedan conocer algo de nuestra identidad y a la vez aportar desde su diversidad cultural y espiritual”. La biblioteca Santa Genoveva había perdido el subsidio de la Comisión Nacional de Bibliotecas Populares (Conabip), estuvo “desgobernada” y permaneció prácticamente cerrada hasta que el año pasado un puñado de lugareños, entre otros Negri y Cófreces, iniciaron el rescate. “En unos meses logramos recuperar el subsidio, poner en marcha el Programa Libros para Viajar en las lanchas escolares, proyectar un recorrido por el delta literario con la bibliolancha y colaborar con el Club Felicaria en una escuela de canotaje para los chicos de la zona –cuenta Negri–. Hay mucho para resolver aún porque el espacio físico de la biblioteca es mínimo, no tenemos internet ni un ámbito adecuado para que los lectores puedan visitarnos, pero es enorme la alegría de trabajar juntos para hacer crecer este espacio”.

¿Qué significa ser una isleña o sentirse un isleño? ¿De qué modo el paisaje y su gente influyen en la poesía que escriben? “El paisaje siempre opera en la creación”, afirma Cófreces, autor de Tigre (2010) junto con Alberto Muñoz, un libro anfibio de 500 páginas que contiene relatos, poemas, glosarios, manual de animales, referencias de aves y árboles de la región. “En el caso de la geografía isleña, la naturaleza resulta tan voluptuosa que parece inevitable, para quien la habita, referirse a ella. Tal vez, signifique un vano y ridículo esfuerzo para contenerla y atraparla. Cantarle y evocarla es también un homenaje recíproco a la creación, además de un intento por compartir los atributos de un territorio definitivamente aislado”, plantea Cófreces. “Para mí el delta era un poderoso recuerdo de la infancia, los veranos leyendo bajo las casuarinas, la casa de madera que finalmente se llevó el agua, como diría Edgar Bayley ‘esa infinita riqueza abandonada’ –recuerda Negri–. Largas conversaciones con Alberto Muñoz y también con Javier cambiaron de plano lo que significaba la isla para mí. Escuché el llamado y la isla se transformó en mi destino. De ese momento iniciático surgió Nautilus, libro que tal vez edite este año y una serie de pequeños relatos que transcurren en la Delta F, que es la lancha que me lleva a la escuela en la que trabajo”.

La colección de literatura isleña se inaugura con tres títulos ilustrados por el artista plástico Martino: El Delta y su antigua fauna presenta las descripciones zoológicas del naturalista y marino español Félix de Azara producto de sus viajes a la zona en el siglo XVI; Aguafuertes deltianas, ocho textos de Roberto Arlt referidos a la región que plantean la problemática del habitante de Tigre; y Apuntes isleños, de M. Santiago Albarracín, “una obra oculta desde el siglo XIX, que ofrece una contracara al paraíso que Marcos Sastre y Domingo Faustino Sarmiento describieron en sus libros isleños”, explica Cófreces. No exagera el poeta y editor de Ediciones en Danza cuando advierte que preparar una antología del río con textos de poetas argentinos resultaría imposible. “Ni siquiera varios tomos lograrían contener semejante caudal. Comenzando por el siglo XIX, Manuel de Lavardén con su Oda al Paraná, Fray Cayetano Rodríguez y Martín Coronado con sus cantos al Río de la Plata, por citar tres poetas canónicos, fueron precursores de una temática muy transitada en el país. Ya en el siglo XX, casi todas las figuras prominentes de la lírica nacional escribieron sobre los ríos argentinos, Leopoldo Lugones, Ricardo Molinari, Alfonsina Storni, Francisco Madariaga, Juan L. Ortiz, Hugo Gola y decenas de autores lo han hecho; la lista sería interminable. Lo que resulta importante destacar es que el único escritor que compuso una auténtica poética isleña, a través de cuatro obras conceptuales referidas al Delta fue Carlos Enrique Urquía en La islíada”. Negri coincide sobre esta extensa tradición y agrega a la lista a Héctor Viel Temperley, Carlos Mastronardi, Beatriz Vallejo y el menos conocido Fausto Hernández. “Pero si nos centramos en el delta la voz del lugareño parece estar ausente –aclara la poeta y docente–. Lo más cercano a esa voz es la novela Sudeste de Haroldo Conti. Por eso me emocionan los poemas de mi vecino Angel Otazo; es una escritura desprovista de artificio, resultado de su experiencia y no por eso exenta de belleza”.