Dom 13.03.2016
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CULTURA › LOS TALLERISTAS SUSPENDIDOS EN LA BIBLIOTECA NACIONAL, EN ESTADO DE ALERTA Y MOVILIZACIóN

“Los talleres eran un derecho adquirido”

Mientras se espera la asunción de Alberto Manguel para julio, los talleres gratuitos que se ofrecían desde 2003 fueron suspendidos sin mayor explicación. “Hay gente que pertenece a la cultura atacando a gente de la cultura”, señalan los afectados.

› Por Silvina Friera

“Los caprichos del ñoqui y los talleres suspendidos” se podría titular la tragicomedia de la Biblioteca Nacional (BN). “La hora de la revancha: desmantelar y castigar” sería una fórmula literal, en tono dramático y sin afán de ironía, porque cuando los ánimos están demasiado caldeados la comicidad es como una piedra en el zapato. El “ñoqui” en cuestión –así calificado por los propios empleados del organismo– es el escritor Alberto Manguel, quien asumiría como director recién en julio, una eternidad para las urgencias cotidianas de los trabajadores, que ahora temen que los despidos masivos hayan sido postergados para mayo con el objetivo de evitar manifestaciones contra el escritor durante la inauguración de la 42 inauguración de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, el próximo jueves 21 de abril. El lunes pasado se publicó en el Boletín Oficial la designación de Elsa Barber como directora de la BN hasta que asuma el autor de Una historia de la lectura. Para debutar, “suspendió” todos los talleres gratuitos, que se dictaban de abril a diciembre, un menú que incluía talleres de poesía, novela, cuento latinoamericano, de dramaturgia, de lunfardo y tango, de performance y de cine documental, entre tantos otros. Los talleristas, que se reunirán en esta semana para coordinar acciones futuras, están en estado de alerta y movilización.

Barber no respondió el llamado telefónico de Página/12 el lunes pasado. Ni envió su respuesta por correo electrónico en estos días. La actual directora prefirió hablar con el diario La Nación: “No se van a terminar los cursos y talleres gratuitos sino que se va a revisar la programación”, dijo. Nadie en su sano juicio podría objetar que las autoridades entrantes en cualquier área del Estado pueden y deben examinar el funcionamiento de cada ámbito. El problema es la forma, curioso talón de Aquiles del macrismo: primero cierro, “suspendo” y despido, luego reviso. ¿Cuatro meses para revisar la programación? ¿Son muchos talleres o poca voluntad? ¿No se puede revisar a la par que se pone en marcha los talleres, en vez de “suspenderlos”? Mario Sampaolesi, tallerista de poesía “suspendido”, le pide auxilio al gran poeta Dylan Thomas (1914-1953): “rabia rabia rabia contra la agonía de la luz,/ no entrés mansamente a esa noche oscura”. Sampaolesi resume la gravedad de la situación. “Los talleres creativos de la Biblioteca Nacional conforman un derecho adquirido. Avala este criterio su funcionamiento desde mediados del año 2003. Incluso han continuado a pesar de anteriores cambios de autoridades. Intuimos que ‘suspensión’ significa ‘finalizado’. Si así fuera, sería una medida autoritaria. La actual directora, la señora Elsa Barber, no tuvo ninguna reunión con los coordinadores para recibir nuestra opinión o asesorarse sobre el desarrollo del espacio creativo de los talleres. Los principales interesados y afectados por la medida fuimos informados telefónicamente. Y sin derecho a expresarnos sobre el tema. Sin duda, esta decisión nos perjudica desde todo punto de vista. La conclusión final parece ser: gente que pertenece a la cultura ataca a gente de la cultura.”

El estupor inicial entre los asistentes de los talleres se está transformando en iniciativas concretas para defender sus derechos vulnerados. Algunos ya están buscando alternativas, como el poeta Carlos Marchese, que el martes pasado se reunió con varios de sus compañeros del taller de poesía de Sampaolesi para redactar el petitorio y juntar adhesiones. “Hay que defender los talleres porque es una cosa ganada, libre y gratuita. Hagamos lo que se pueda para no perderlos”, advierte Marchese. La poeta, narradora y ensayista Hilda Guerra, tallerista “suspendida” de cuento latinoamericano, empezó hace unos siete años con un taller de tango en la BN. “Yo fui asesora en la biblioteca en la época de Héctor Yánover, hasta que pasé en comisión al teatro Cervantes. Así que conozco muy bien lo que es la Biblioteca. Nunca hubo tanta vitalidad como en la gestión de Horacio González. La idea de los talleres fue de Horacio Salas y Horacio González nunca sacó a nadie. Al contrario: incorporó más talleristas. Manguel vino tres días, se quejó de que había mucha gente trabajando, y se fue. Este señor es un ñoqui que viene recién en julio”, plantea Guerra a Página/12.

¿Esperaba Guerra que desmontaran los talleres bajo el eufemismo de la “suspensión”? “Del neoliberalismo espero cualquier cosa. De todos modos, es un gran dolor”, admite la escritora. “Ya me llamaron varios alumnos y estamos viendo si vamos a dar los talleres al aire libre, también en la Biblioteca, aunque pueda parecer una provocación”. Guerra cuenta que en su taller de cuento latinoamericano el año pasado comenzaron unos 30 alumnos y terminaron 20. “Todos los años se publicaban los trabajos de los alumnos de todos los talleres en la revista Coartadas, una revista-libro de los talleres de la Biblioteca Nacional”, agrega la poeta y narradora, Premio Casa de las Américas. “Este manoseo tan feo ya lo he pasado con el gobierno de la Ciudad cuando estaba Mauricio Macri. Yo iba a dos centros culturales, uno en Colegiales y otro en Floresta. La gente hacía cola para inscribirse y cuando llegaba el momento suspendían los talleres. O sea desgastaban a los que se inscribían y a nosotros, los talleristas, nos hacían lo mismo porque no firmábamos el contrato”.

“¿Acaso quieren transformarnos en un amasado de papa, harina, huevo y sal, o sea en ñoquis?”, se pregunta Ricardo Alonso Garcés “Murmullo”, tallerista de tango y lunfardo. “No se renuevan los contratos y quedan los mismos suspendidos ¿hasta que la salsa esté lista? ¿O acaso nunca habrá salsa? Fueron siete años ininterrumpidos de talleres que se ofrecían desde abril a diciembre, gratuitos y con sostenida concurrencia. Hasta que sepamos si la salsa se prepara o no, nos vemos obligados a la búsqueda de un espacio adecuado para continuar ‘cocinando cultura popular’. Se aceptan recetas alternativas para paliar la ‘hambruna’ resultante.”

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