CULTURA › ALARMA POR EL TARIFAZO QUE PONE EN RIESGO LA ACTIVIDAD TEATRAL Y CINEMATOGRAFICA
Tanto los teatros independientes como las salas comerciales recibieron facturas de luz con un 500 por ciento de aumento, lo que hace tambalear la actividad. “No podemos trasladar esas subas al público, porque una entrada pasaría a valer mil pesos”, advierten.
› Por Paula Sabatés
Y un día, las boletas de luz también llegaron a los teatros y las salas de cine y, como en el resto de los casos, con aumentos de hasta 500 por ciento. En estas dos actividades, que no pueden vivir sin ese insumo y que se desarrollan fundamentalmente de noche, momento en el que el kilowatt tiene un costo mayor que durante el día, hubo algunas salas que recibieron facturas de hasta 99 mil pesos, una cifra descomunal que pone en jaque a sus dueños y sus perspectivas a futuro. En general, entre los consultados por Página/12 los responsables de las salas de cine independiente, si bien sufrieron el aumento, prefirieron no hablar del tema o se mostraron en algunos casos a favor de la suba en la tarifa. En cambio, los abocados al teatro se mostraron muy preocupados, en muchos casos porque el tarifazo puede significar ni más ni menos que el fin de su actividad, en un contexto en el que, debido al ajuste general en la economía, la venta de entradas de este año no ha empezado nada bien.
“A nosotros nos llegaron 25 mil pesos por las dos salas que tenemos, cuando veníamos pagando 5 mil. Podemos pagarlo porque tenemos los talleres, pero si fuera por el teatro sólo no podríamos, porque su actividad apenas empata los gastos. Es desequilibrante, no hubo posibilidad de planificación ni de maniobra y a la vez no hay opción, tenés que pagar o pagar porque si no te la cortan”, cuenta a este diario Jonatan Zak, uno de los responsables de Timbre 4. Los números que revela, incluso, están por debajo de lo que deberá pagar la sala por el consumo de marzo, porque corresponden a la factura de febrero, que contempla algunos días del mes de enero que aun tenían subsidio.
El mismo salto abrupto en la tarifa sufrieron otros teatros alternativos, como La Carpintería y el mítico Teatro del Pueblo. En ambos, las boletas pasaron de aproximadamente 1000 a 7500 pesos. “El aumento afecta directamente la continuidad y eso hace que estén en riesgo los puestos de trabajo, no sólo los de los trabajadores de las salas sino también los de los artistas que en estos últimos años han encontrado en el circuito independiente una fuente de trabajo”, dice Alejandra Carpineti de La Carpintería, mientras que el dramaturgo Roberto Perinelli, uno de los responsables del Teatro del Pueblo, tilda al aumento como un “gesto autoritario que pinta la nueva situación”. “Nosotros también podemos pagarlo, nos va bien, pero luego de veinte años al frente del teatro advierto que en varios momentos de nuestra larga historia semejante cosa nos hubiera fundido. Habría que encontrar una solución, si no tarde o temprano muchas salas podrían cerrar”, sentencia.
Pero las subas descomunales no sólo se dieron en el circuito alternativo. De hecho, los números más altos se encuentran en las boletas de luz de los teatros comerciales, algo que por otra parte es lógico debido a las grandes dimensiones de los complejos, que en general tienen más de una sala. Basta un repaso de los principales espacios del circuito para comprender la situación: el Maipo pasó de pagar 17.300 a 89.400; el Liceo de 6800 a 38.200; el Multiteatro de 11.600 a 60.700 y el Tabarís de 9100 a 48.100. Por su parte, en La Plaza la boleta pasó de 10.500 a 74.900; en el Picadero, de 8600 a 34.500; en el Konex, de 11.500 a 51.800 y en el Nacional, el más castigado, de 15.300 a 99.700.
Para Sebastián Blutrach, dueño del Teatro Picadero y presidente de la Asociación Argentina de Empresarios Teatrales (Aadet), “las políticas las podemos discutir. La anterior era una política de subsidio al consumo y al desarrollo de la industria y la de este gobierno todo lo contrario. Lo que no es aceptable de ningún modo es que el aumento sea así, de una sola vez”. Preocupado como el resto de sus colegas, el productor ya pidió reuniones con Jefatura de Gabinete, el Ministerio de Cultura y el Ministerio de Energía, aunque asegura no querer un trato diferencial “porque todo el resto de los mortales también tiene que pagar con aumento y es tremendo para todos”. La propuesta de Blutrach, que planea trasladarle a los funcionarios que lo reciban, si es que eso ocurre, es que “de mínima” le igualen a los teatro el precio del kilowatt nocturno al que tiene durante el día. “No es una decisión nuestra trabajar a de 18 a 23, es así la actividad. Y no queremos victimizarnos más allá del resto de las actividades, pero lo que tengo claro es que para Edenor no voy a trabajar. Si las condiciones del país hacen que el negocio sea inviable bueno, pensaré qué hago”, sentencia.
“Los funcionarios culturales deberían enterarse y hacer algo, es necesario que para su beneficio adviertan el peligro, porque se les cortará el recurso de ponerse medallas declamando la importante actividad teatral de Buenos Aires y las tantas salas que pueblan la ciudad, realmente una cantidad inusitada de espacios que ellos, con alguna rara excepción, nunca visitan ni saben dónde quedan”, agrega Perinelli, muy duro con la situación. Y Zak también lanza una propuesta: “Tenemos que trabajar todos juntos. El público tiene que seguir viniendo y bancando la situación y el Estado debe estar con nosotros para ver cómo se sale de esto”.
La solución más “rápida”, la de empatar los gastos con una suba de similar porcentaje, desde ya queda descartada. Simplemente, porque de aumentar el precio a un también 500 por ciento, la entrada promedio rondaría los mil pesos, un precio que ningún espectador aceptaría. “No queremos descargar el costo de este aumento sobre el público ni tampoco que las compañías independientes deban asumir esto en sus trabajo. No somos teatros que invertimos y buscamos rentabilidad extraordinaria, ni financiera, ni especulamos con el acceso al arte. Somos artistas y trabajadores que perciben ingresos de trabajadores”, opina Carpineti, que cuenta el 30 por ciento que se llevan las salas (de, como la suya, poco menos de 100 butacas) por función –descontando los aranceles correspondientes a Argentores y Sadaic y el 70 por ciento que se llevan las compañías– es de aproximadamente 800, lo que demuestra que, realmente, los números no cierran.
En lo referido a los cines, según lo que pudo saber Página/12, también los aumentos fueron duros, aunque en algunos casos, como el del Monumental Lavalle, los responsables prefirieron no dar cifras exactas y en otro, como el del Bama, se mostraron a favor de la suba. “La realidad es que a mí me parece que es un servicio fundamental y que desde que estamos acá no había aumentado nunca. Mal me parece lo que pagamos a Aysa, que toma como valor la superficie del espacio y no el consumo. Pero la luz creo que ahora está a la altura del resto de las cosas, e incluso algo baja todavía. Los que manejan teatros y cines y que creen que esto es una barbaridad me parecen unos hipócritas, porque parece que vivieran en otro planeta. Lo que sí es para quejarse es que debido a las malas políticas de todos estos años, todavía sigamos sufriendo cortes de luz, como me pasó a mí esta semana, porque eso sí afecta a la actividad”, desliza Guillermo Mansilla, programador de esa sala, que hasta este mes pagaba entre 1600 y 1800 pesos y ahora se fue a casi 9 mil. Otras salas, como la del Arteplex de Belgrano, aun no recibieron la factura, pero todo indica que será igual en todos los espacios culturales, que frente a este panorama deberán ponerse en alerta y repensar seriamente cómo seguir.
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