CULTURA › LA CAMARA DE CLUBES DE MUSICA EN VIVO PLANTEA LA SITUACION DEL SECTOR Y TRAZA PROYECTOS
Existe más de una treintena de espacios porteños habilitados bajo esa denominación, por cuyas mesas circulan más de 15.000 personas por semana. Las habilitaciones y la legislación contradictoria están entre las principales preocupaciones de sus dueños.
› Por Andrés Valenzuela
Con los gestores culturales independientes sucede algo raro. Muchas veces se creen solos, aislados, sienten que lo suyo es una quijotada por un arte al que rinden una devoción compartida nomás por sus habitués. Un sueño juvenil –y no tanto– de abrir un espacio cultural. Hasta que se encuentran con otros colegas –que pueden ser editores, galeristas o responsables de centros comunitarios– y sacan cuentas. Suman cantidad de lugares, empleados, público habitual, artistas que pasan por sus escenarios... Y de pronto se descubren agentes culturales de cierta envergadura. Algo así le sucedió a los nucleados en la Cámara de Clubes de Música en Vivo: algo más de una treintena de espacios porteños habilitados legalmente bajo esa denominación. Por sus mesas circulan más de 15.000 personas por semana y en una noche tranquila prenderán los focos para alrededor de 200 músicos. Ante Página/12, los representantes de Clumvi desglosan la situación del sector en la capital nacional, trazan recorridos y anticipan proyectos futuros.
La denominación “club de música” es un emergente derivado de la tragedia de Cromañón. Refiere a los espacios habilitados para presentar shows de música en vivo y con capacidad para menos de 300 personas. La distinción no se circunscribe al palo rockero. En Clumvi conviven reductos del rock independiente como Plasma, peñas y espacios tangueros como el Club Atlético Fernández Fierro. Muchos de estos espacios buscan acceder a los subsidios del programa BA Música, del gobierno porteño, que aporta fondos para músicos y clubes. La condición es que no le cobren nada a las bandas, que les den a estas un 70 por ciento del valor de la entrada y que programen espectáculos al menos cuatro noches a la semana.
Pero mientras esto sucede, los clubes de música se reúnen por otros temas, en su mayoría mucho menos artísticos e infinitamente más legales. “La cuestión de las habilitaciones es uno de los principales problemas que tenemos”, señala Nacho Perotti, dueño de Plasma y presidente de la Cámara. A cada renovación de funcionarios de área, advierten, se “planchan” las habilitaciones en curso y surgen nuevas normativas, o reinterpretaciones de las ya existentes por parte de los inspectores. “La idea al juntarnos era compartir las experiencias de estas cosas, cómo van cambiando, qué papeles hacen falta, trámites por hacer”, recuerda el Ministro, como conocen todos al bandoneonista que representa al CAFF y que forma parte de la comisión directiva de Clumvi. “Somos el semillero de la música, lo que antes se llamaba ‘el under’”, destaca.
Para Alejandro Reija, de Virasoro Bar, lo preocupante es que persisten los problemas para el sector, aunque muchos ejercen su trabajo desde hace más de una década. Reija oficia de vicepresidente de la Cámara y apunta a las contradicciones de las distintas normativas que atañen a la actividad. Por ejemplo: hay un límite a cuántos empleados puede tener un club de música, pero al mismo tiempo el requisito del plan de evacuación de los lugares públicos puede llegar a exigir más empleados. “Es una normativa muy general que no entiende a los lugares más chicos, porque regula a todos y no distingue”, explica. El presidente de la Cámara explica que ya están trabajando con los legisladores porteños para salvar esos detalles y a la vez avanzar con otros aspectos de la actividad. Por ejemplo, se unieron a otras asociaciones de gestores culturales para pedir que les mantengan los subsidios a luz y gas, que de otro modo encarecerían mucho sus costos.
“Juntarnos como Cámara sirve para empujar y que las habilitaciones salgan, pero también como Cámara poder garantizar que si tal lugar pertenece a Clumvi, cumple con todas las normativas que garantizan un show de calidad, con la seguridad necesaria para los espectadores”, destaca Ministro. La experiencia demuestra que juntarse, asociarse y pelear por objetivos comunes, rinde. Los tres ponen como ejemplo la situación de los teatros independientes, que consiguieron normativas que atienden lo específico de su caso, e incluso pueden comenzar a trabajar con el inicio del trámite, antes de conseguir la habilitación definitiva.
En el último tiempo, los espacios culturales porteños se encontraron con otra novedad. El “punto fijo”. ¿Qué es el punto fijo? Un inspector que se instala en un rincón del lugar toda la noche, para cotejar que en ningún momento se infrinjan las normas. “Los clubes de música en general se sostienen empatando, están manejados por artistas, y todos los grupos que tocan en los lugares grandes se formaron ahí: es contradictorio hablar de apoyar la cultura y cerrarlos”, critica el Ministro.
“Cuando hacemos una asamblea, hay una catarsis de estas cosas; no es que hablamos de quién tiene el mejor proveedor de cerveza o intercambiamos artistas, no hay tiempo para eso”, lamenta Reija. El presidente de la Cámara sueña con poder saltear esos obstáculos diarios, dejar de hablar de inspectores para proyectar festivales, ciclos en común, eventos gratuitos, incluso alguna publicación. “Hay ideas, hay proyectos, pero la realidad es que si clausuraron a uno la semana pasada y tenemos que ver cómo darle una mano, o empezaron a pedir una cosa nueva, se nos va el encuentro”. En última instancia, allí también está el primer objetivo de Clumvi: orientar y apoyar a sus integrantes. “Capaz el dueño de un supermercado agarró a un gestor, consiguió la habilitación, la tiene para toda la vida y se olvida; nosotros hace quince años que aprendemos de leyes, consultamos y sabemos más que muchos gestores”, afirma Reija. Más allá de estos objetivos, en Clumvi saben que les queda un buen trecho por crecer. Por eso buscan convocar a los espacios que aún no forman parte de la cámara. Incluso a aquellos habilitados bajo otra figura legal, pero que encuentran en la música en vivo su actividad principal. “Si quieren asociarse o pedir asesoramiento, estamos”, invitan.
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