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Jueves, 21 de julio de 2016

CULTURA › ADAPTAN COMO NOVELA GRAFICA UNA FAMOSA BIOGRAFIA DEL CHE GUEVARA

El fusil, los libros y el tabaco

Che. Una vida revolucionaria, del periodista estadounidense Jon Lee Anderson y el caricaturista mexicano José Hernández, cuenta la historia desde la propia galaxia textual del Che, conformada por su epistolario y los diarios. “Los años de Cuba” es la primera entrega.

 Por Silvina Friera

La chispa se enciende en medio de la oscuridad y lo primero que aparece es una pluma. La mano de Ernesto Guevara, en La Habana, empieza a escribir una carta, fechada en 1965, en la que se despide de Fidel Castro para continuar con la lucha revolucionaria en otros frentes: “Un día pasaron preguntando a quién se debía avisar en caso de muerte. Y la posibilidad real del hecho nos golpeó a todos. Después supimos que era cierto, que en una revolución se triunfa o se muere (si es verdadera)”. La excepcional novela gráfica Che. Una vida revolucionaria (Sexto Piso) del periodista estadounidense Jon Lee Anderson y el caricaturista mexicano José Hernández arranca con este momento crucial para evocar el principio de la lucha, cuando el Che se integra al grupo del Movimiento 26 de Julio, en México, convencido de que su futuro estaría ligado a la Revolución Cubana. Desde el registro iconográfico preliminar emergen el fusil, los libros y el tabaco, una especie de tríada manifiesta indisociable entre las armas y la lectura-escritura porque la historia se cuenta desde la propia galaxia textual del Che, conformada por su epistolario y los diarios. “Me hirieron en el cuello y quedé vivo nada más que por mi suerte gatuna –le escribe a Hilda Gadea, su primera esposa–. Caminé unos días por el monte creyéndome malherido… Nos reorganizamos, nos armamos y atacamos un cuartel. Naturalmente, la pelea no está totalmente ganada, falta mucha batalla, pero ya se inclina a nuestro favor: cada vez lo será más.”

“Los años de Cuba” es la primera entrega de esta novela gráfica, que será una trilogía inspirada en Che Guevara. Una vida revolucionaria de Anderson, publicada en 1997, considerada la mejor y más completa biografía sobre el Che porque el periodista estadounidense accedió a los diarios del revolucionario argentino y a otros materiales que hasta entonces nadie había podido consultar. Dos madres se cruzan en Buenos Aires: Hilda Gadea, de visita con su hija Hildita, y Celia, la madre del Che, que conocerá a su nieta. “Fidel es quien le dio lo que Ernesto estaba buscando: un país, una causa y una revolución”, afirma Gadea. Todavía no se ha producido el triunfo de la Revolución y los rebeldes combaten en el extremo sur de Cuba, en Sierra Maestra. Lejos de la santificación, el relato visual y narrativo explora la ambigüedad, como cuando el propio Che decide fusilar a unos de traidores del grupo, Eutimio Guerra, quien habría brindado información a las fuerzas del dictador cubano Fulgencio Batista. También se despliegan las diferencias con Fidel, posicionado como a la “izquierda” del Che: “La revolución no se hace con santos, Ernesto; se hace con gente real”. Más allá de las discrepancias, Castro lo nombra “comandante de la Segunda Columna del Ejército Guerrillero”; pero la lucha se librará por otros medios, como el primer diario de la guerrilla: Cubano libre.

Uno de los grandes méritos de Hernández –quien curiosamente nació en 1965, el mismo año de la famosa carta del Che a Fidel que hilvana la novela– consiste en imprimirle a las ilustraciones un vértigo cinematográfico, algo que en estos tiempos de avanzada tecnológica y alta definición de las imágenes parece una misión imposible. Pero hay que detenerse a mirar el trazo del momento en que el ejército rebelde levanta las vías del tren enviado por Batista con la intención de reforzar el cuartel de Campo Columbia para comprobar la magnitud de la hazaña gráfica y de la historia, porque el dictador cubano huyó a Santo Domingo y los revolucionarios, finalmente, entraron a la capital cubana. El primer tomo de esta novela gráfica incluye hitos como la reunión entre Fidel y el vicepresidente Nixon en 1959, en Washington. “O Castro es un comunista o es un títere frente a la influencia comunista en su gobierno”, informó Nixon al presidente de EE.UU. Dwight Eisenhower.

En la trama posterior a la victoria, se pone el foco en el modo en que la Revolución va girando hacia el marxismo: “seguir la estrategia revolucionaria de Lenin: hay que educar a las masas”. No podía faltar una dupla intelectual fundamental de la década del 60, Simone de Beauvoir y Jean-Paul Sartre, quienes vibraron por las calles de la Habana vieja. “Por primera vez fuimos testigos de la felicidad ganada por medio de la violencia”, evocaba la escritora francesa. Los lectores pronto asistirán a la radicalización de la Revolución, la nacionalización de 166 empresas norteamericanas, el embargo comercial contra Cuba, la invasión de Bahía de cochinos de cubanos exiliados con apoyo de Estados Unidos, la ayuda de la Unión Soviética, y el final de esa carta del Che a Fidel como una suerte de canto inconcluso: “Otras tierras del mundo reclaman el concurso de mis modestos esfuerzos. Yo puedo hacer lo que te está negado por tu responsabilidad al frente de Cuba y llegó la hora de separarnos”. La chispa continuará…

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