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Viernes, 11 de septiembre de 2009

HISTORIETA  › EL PAULISTA ADAO ITURRUSGARAI YA SE CONVIRTIO EN FAVORITO DE LOS LECTORES

El Kaká de la historieta es de “Fierro”

A pesar de que vive en Chubut, nació en Rio Grande do Sul, Brasil. Publicó historias sobre cowboys gays antes de Secreto en la montaña, una chica con dos novios y personajes que toman LSD. Y dice que “los retrógrados siempre están alertas”.

 Por Lautaro Ortiz

La Fierro que saldrá mañana junto a Página/12 no será para los lectores de historieta un número más. Los capítulos finales de varias series como Fly Blues (Zárate-Sampayo) y Los años metálicos (Quattordio) evidencian el cierre de un ciclo de tres años de publicación ininterrumpida y de unas cuantas historias que pasaron de la revista al libro, a través del interés de sellos nacionales y del extranjero. Es que la publicación que dirige Juan Sasturain promete a partir de octubre –luego de una edición especial que se encuentra en preparación– dar un golpe de timón, incorporando nuevos personajes y más autores.

Uno de los que espera romperla es el brasileño o, mejor, “el dibujante del apellido difícil”, tal como lo bautizaron los lectores de Fierro desde su aparición, hace poco más de un año. “Las tres cosas más importantes que me pasaron desde que llegué a este país fueron conocer a mi mujer, tener un hija y publicar en Fierro. Hay que estar en la Argentina para darse cuenta de lo que significa esta publicación para un dibujante”, dice este vasco grandote y risueño, nacido en 1965 en Río Grande do Sul, pero que desde hace dos años reside en Playa Unión, Chubut. Deudor del humor satírico de Copi, Reiser y, sobre todo, del genial Georges Wolinki, el brasileño supo agudizar su mirada para satirizar relaciones cotidianas siempre a través del sexo. Fue un trabajo de años de sintetizar las influencias y dar paso a un estilo propio. Por supuesto que lo logró, por eso hoy es considerado el mejor historietista y humorista gráfico de Brasil.

Adao llegó a Fierro un miércoles de verano, con su carpeta de dibujos, sin hacer alarde de sus medallas: editor, redactor de programas humorísticos de televisión en la TV Globo y actual colaborador permanente en los diarios Folha de Sao Paulo y O Liberal, entre otros. A partir de la aparición de sus tiras Años de análisis (que recientemente recopiló Planeta de Brasil) y luego de breves historias de doble página, fue ubicado por los lectores de Fierro en la lista de los autores más celebrados, junto a Gustavo Sala, Diego Parés, Max Cachimba y Pablo Fayó, por mencionar algunos de los que transitan el humor. Para más datos sobre el dibujante brasileño, consultar su sitio de Internet (www.iturrusgarai.com.br), que ya tiene más de tres millones de visitas gracias a la popularidad de sus tiras diarias.

–Los lectores lo conocen como “el dibujante del nombre difícil”. Firmar con semejante apellido, ¿fue como desafiar la regla de que para un humorista es mejor un nombre fácil de recordar?

–Y sí, por eso antes de firmar con mi verdadero apellido intenté con otros nombres como Adaozinho, Adao Itu, Iturrusga, Ronalda, Samantha... pero ninguno funcionó. Después entendí que los humoristas más conocidos de Brasil tienen nombres cortos, como Zico o Pelé. Entonces me decidí por Iturrusgarai como estrategia de marketing. Mi familia dice que soy descendiente de vascos, no sé si de la parte española o francesa, pero yo me quedo con la segunda, aunque suene un poco afeminado, porque es chic. En realidad soy un brasileño que no sabe jugar al fútbol, o sea que soy un brasileño trucho.

–Ahora en serio, ¿qué hace un brasileño en el sur argentino?

–No sé. Sólo puedo decirte que mi mujer es del sur, y cuando nació mi hija Olivia nos dio tanto trabajo que corrimos a buscar a mi suegra. Así fue como primero recalamos en Gaiman. Pero los galeses me parecieron un poco raros. Sentía que me miraban todo el tiempo y pensaban: “¿Qué hace acá este brasileño macumbero en nuestra pura e inmaculada colonia galesa?”. Huimos de Gaiman y recalamos en Playa Unión. Por lo menos ahora puedo mirar a las orcas. No sé por qué, pero esos increíbles bichos me calientan.

–¿Qué sucede en Brasil con el mercado de la historieta? ¿Se lee la historieta argentina?

–En Brasil se generan otras cosas, además de futbolistas y travestis. La producción de historietas y la cantidad de artistas es muy grande, pero no son conocidos acá. Pasa lo de siempre: muchos dibujantes para pocas revistas. Una pena, pero eso es un problema mundial, ¿no? Si se piensa que en Brasil no hay revistas de historieta que se editen en forma mensual y sin interrupción, está claro lo que significa para el dibujante de allá conseguir o publicar en Fierro. Yo mismo llegué a Buenos aires y descubrí autores imposibles de leer en mi país. Estamos desfasados en ese sentido: recién ahora se publica a Liniers en Folha de Sao Paulo. En Brasil, el mercado pasa por la edición de historieta en formato libro, no tenemos una tradición de revistas tan fuerte como la que existe acá. Es curioso todo esto.

–¿Qué pasó con su tira sobre vaqueros gays llamada Rocky & Hudson cuando se estrenó Secreto en la montaña?

–Cuando se estrenó fui famoso, me pedían entrevistas, una locura. La película es de 2006 y mis personajes aparecieron en 1991, primero en fanzines, hasta llegar al diario. Pensé en hacer juicio, pero después me di cuenta de que desgraciadamente tenía como abogado a un tartamudo y adicto a las drogas pesadas, así que no hice nada (risas).

–En este nuevo número de Fierro se publica una doble página llamada Love Story, pero está preparando algo nuevo...

–Sí, claro. Como mi trabajo funciona bajo presión, cuando se acerca la fecha de entrega, el humor nace... del apuro, digamos. Trabajo así porque en verdad soy un vago de mierda. Ahora tengo en mente volver con Rocky & Hudson, la historia de una pareja homosexual en pleno Lejano Oeste, en medio de machos y bandidos, pero pensada para el público argentino. Estoy esperando los chicotazos del jefe de Fierro para empezar con ese trabajo.

–¿Qué sucede en Brasil con sus trabajos que hablan de sexo o drogas? ¿Hay censura?

–El diario en el que trabajo es el más abierto e innovador de los que existen en Brasil. El gran historietista Angeli publicaba ya en los ’90 una tira donde su personaje tomaba drogas, tenía sexo con cualquiera y utilizaba un lenguaje fuerte, de la calle. Yo empecé a publicar mi tira diaria luego de que Angeli abriera el juego. Fue mucho más fácil trabajar con esos temas considerados tabú. Sin embargo, tuve mis problemitas: mi personaje más conocido se llama Aline (que sale serializado en la red O Globo), una muchacha con dos novios que se acostaba con ambos. Luego incorporé un personaje que tomaba LSD y bueno, a partir de eso el diario recibió un montón de cartas y de mails de lectores defenestrando mi trabajo. El diario me defendió. Pero si eso hubiese pasado en otro medio, la cosa hubiese sido distinta. Hay que pensar que los diarios de Brasil son muy conservadores. Trabajar sobre cuestiones de sexo y droga sólo se puede hacer en Folha, que ha preferido perder lectores conservadores en busca de nuevos lectores con la mente más abierta. La sociedad de San Pablo es similar a la Buenos Aires, los retrógrados siempre están alertas para defenestrar el trabajo de otro. A veces hasta temo que esa gente enferma me dé palos durante la presentación de algunos de mis libros.

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Los lectores de Fierro identifican a Adao Iturrusgarai como “el dibujante del apellido difícil”.
 
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