Viernes, 24 de junio de 2011 | Hoy
HISTORIETA
Reggiani y Terranova publican aquí una de las historietas más políticas de los últimos tiempos. Se trata de dos relatos contundentes: el primero presenta a un militante radical que, buscando el velorio del ex presidente Raúl Alfonsín, empieza a ver sus recuerdos y su identidad política desdibujados; el segundo está protagonizado por un ejecutivo de una fábrica que “habla” con el gauchito del Mundial ’78 y exige a los militares que “limpien la planta de subversivos”. Dos historias que eluden las lecturas fáciles, con un dibujo de particular fuerza, en las que la locura de los personajes parte de la imposibilidad de hacer coincidir su propio relato con el de sus contemporáneos.
Este es un extraño western fantástico, porque está atravesado por varias historias de amor y, sin embargo, no es un relato centrado en los devaneos sentimentales. Hay brujas, cambiaformas y hombres sin sombra, pero no es una fábula infantil. En el pueblo Esperanza el sheriff intenta imponer el “orden” a toda costa. Un orden positivista, que deja fuera de su esquema cualquier espacio o resquicio para la fantasía y lo inexplicable. Por eso persigue a hadas, unicornios y sirenas. El pistolero mercenario llega a un pueblo que se disputa el modo en que debe mirar el mundo. La narrativa de Saracino se sostiene aquí con un muy buen trabajo del dibujante español, que se destaca con viñetas de mucha intensidad.
Lo primero que atrae del trabajo de Pazos es su belleza. Tiene una línea clara muy marcada, páginas coloreadas con cuidado y elegancia y una notoria influencia del diseño gráfico. Además, el joven historietista narra muy bien, tanto en secuencias mudas como en pasajes “musicales”, donde el ritmo de la imagen acompaña muy bien el “canto” de los personajes. La historia, un relato sobre el viaje permanente, captura rápidamente gracias a su fluidez, el mundo loco que concibe y una excepcional galería de personajes secundarios. Sin embargo, tiende a desconcertar al final, pues no termina de “cerrar” según los cánones narrativos, pero tampoco construye una estructura alternativa para contener las expectativas del lector.
Esta es una miniserie violenta y revulsiva, con gran influencia de Philip K. Dick. El creador de 300 cuenta la historia de un androide que ignora su condición de tal y, además, lleva vidas paralelas cuya coexistencia desconoce. El relato se centra en el descubrimiento de su naturaleza, a partir de la cual el autor hace una reflexión ácida sobre la violencia y las posibilidades del cambio social. Darrow narra con viñetas grandes, rara vez más de tres por página, lo que le permite llenar de detalles cada dibujo y llevar a cabo una crítica amarga contra el consumismo. Es posible pasar largos ratos estudiando cada cuadrito, y allí está gran parte de la fuerza de Hard Boiled.
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