Viernes, 9 de marzo de 2012 | Hoy
HISTORIETA › ENTREVISTA A ANGEL ALBERTO “LITO” FERNANDEZ
En el número 65 de Fierro, que saldrá con la edición de mañana de Página/12, el dibujante volverá a publicar en una revista argentina. Justo él, que transitó los pasillos de todas las editoriales. El retorno es con “Botella al mar”, con guión de Carlos Albiac.
Por Lautaro Ortiz
“La desesperación a veces es buena consejera. Esta historia (titulada ‘Botella al mar’) es un trabajo nacido de la desesperación económica de los años ’90. Aquel fue un tiempo terrible para todos y para los historietistas, ni hablar: no teníamos lugar donde publicar. Pero, a pesar de todo eso, salió buena, ¿no?” El que habla y sonríe es el gran dibujante Angel Alberto Fernández (1941), considerado una de las glorias de la historieta argentina. Y si aquí se escribe “gloria” es porque Lito –tal como se lo conoce– se ganó esa medalla trabajando desde pibe, no bien salió de la Escuela Panamericana de Arte con la aprobación de sus profesores Alberto Breccia y Angel Borisoff. “Sí, soy un laburante de la historieta y me enorgullezco de eso”, dice sabiendo que en su vida hay recuerdos de largos pasillos de las editoriales nacionales. Y que los caminó a todos, conoció cada oficina donde se publicaba historieta, y no sólo eso, dibujó para todas: Misterix, Frontera (Hora Cero), Columba, Billiken, Skorpio, Skorpio Extra y también en la Fierro de los ’80. Fernández sonríe porque sabe que mañana, cuando junto a este diario salga la Fierro de marzo, volverá a publicar en una revista nacional.
Pero su “aventura a la clásica” (tal como define a esta historia de náufragos, mares e islas remotas) no estará sola. Los nuevos y talentosos dibujantes que desde hace años vienen mostrándose en la revista acompañarán a este grande: primero Frank Vega y Lautaro Fiszman (autores de la imagen de tapa), después Max Cachimba, Oscar Zárate, Leonardo Oyola, Iñaki, Sala, Túnica y Calvi. Y habrá dos series nuevas: “El pacto de Freud”, de Gervasio-Jok, y el polémico relato histórico de “Tacuara”, a cargo de la dupla Santullo-Ginevra. Lo que se dice un número imperdible.
En 1975, la revista Skorpio, en su sección “Nuestros creadores”, presentaba a Angel Fernández como un admirador fanático de Frank Robbins que “siempre anduvo a la caza de eso que se llama evolución y muy pocos lo consiguen”. Decía además que era “modelo para otros dibujantes” y terminaba preguntándoles a los lectores: “¿Alguien duda de que es uno de los mejores dibujantes?”. A poco de cumplir 70 años, este hombre grandote, jodón, amante de la buena y larga conversación, pero sobre todo generoso de las palabras y la amistad, a veces parece esquivarle al recuerdo de su propia historia, aunque ésta le recuerde, por ejemplo, que en 1963 Hugo Pratt lo llamó para Misterix, que en Columba hizo durante años “Dennis Martin” con Robin Wood, que en 1971 creó “Long Lester” (para Mac Perro, de Billiken), que heredó de José Muñoz “Precinto 56” (guión de Zappietro) y le dio nueva vida, que en Italia lo conocen además por “Martin Hel” y “Tex”, que trabajó con Oesterheld para editoriales de Chile (“Aprendiz de brujo” y “Satanka” en la revista Pingüino) y que en su estudio colaboraron dibujantes como Altuna, Carlos Gómez, Falugi, Massaroli, Olivera, Mandrafina, Macagno, Szilagy y Eugenio Zoppi, entre otros, y se formaron muchos jóvenes historietistas. “De algún modo soy como los tajamares, esa agua que se junta en las huellas que dejaron los carros al pasar sobre el barro. Mi obra es como esos charquitos, por suerte algo de agua dejé en la historieta argentina”, asegura, modesto.
–¿Cómo nació “Botella al mar”?
–Como le dije, no teníamos trabajo, entonces nos sentamos con Carlos Albiac y así, rápido, salió esta historia que tiene contactos narrativos con otra historia de aventuras que hicimos para Italia llamada “A través de Oceanía”. Me llevó algún tiempo terminar las páginas porque mi cabeza no paraba, la situación era desesperante. La llevamos a varias editoriales y no conseguimos nada. Y ahí quedó. La encontré revisando papeles. Es la primera historia, después seguiremos con más, pero ya escritas por Diego Navarro como guionista.
–¿Cómo se conocieron con Albiac?
–Fue en el ’67, en una fiesta organizada por editorial Columba en homenaje a Jorge Luis Borges, porque Columba había publicado algunos de sus libros (Introducción a la literatura inglesa en 1965 e Introducción a la literatura norteamericana dos años más tarde), y ahí estábamos todos y el maestro también. Hablamos y trabajamos juntos mucho tiempo. Para mí, Albiac, Trillo y Robin Wood fueron los mejores guionistas que aparecieron después de Oesterheld. Al haber trabajado con los tres puedo decir que Albiac era el que tenía mayor poder de síntesis. Su escritura era gráfica, hacía que se me ocurrieran cosas antes de dibujar. Y cosas nuevas, incluso después de haber dibujado. Me daba los guiones escritos hasta determinado punto y después me decía: “Acá lo dejo a tu criterio, tienen que pasar cosas” y me anotaba algunas palabras. Y cuando empezaba la historia podía dibujar con gran libertad.
–¿Cómo conoció a Oesterheld?
–Lo conocí en Hora Cero. Era un tipo muy persuasivo. Le gustaba saber qué opinaban los demás de sus historias y después te escuchaba. Pero él siempre te convencía. En el ’69 yo vivía en un “depto” en Libertador y él vino a verme un día a las 9.30 de la mañana. Me dijo que había conseguido un contrato para trabajar en un diario de La Plata y hacer El eternauta y quería que yo lo dibujara. El diario ofrecía, además, sacar fotos en helicóptero de distintos lugares de la ciudad, sobre todo del cementerio. Y así se hizo. Hice seis páginas, creo (N. de la R.: Según Mariano Chinelli, del Archivo Histórico de Oesterheld, las páginas que menciona Fernández eran para el desaparecido diario Gaceta de la Tarde, que finalmente publicó la historieta “El Astrón de La Plata”, sobre una invasión extraterrestre ambientada en esa ciudad).
–¿Cómo es su forma de trabajar y qué diferencias encuentra en esta historia y aquellas que realizaba para Europa?
–Fundamentalmente, soy un entintador. Es decir, sobre el boceto a lápiz de mis ayudantes, yo entinto. Es decir, soy un definidor de área, a veces puedo meterla y otras no. Cuando hay que entregar muchas páginas, mi método de laburo es así, con todos los riesgos que supone. Con esta historia fue distinto, me encontré frente a la página en blanco y ahí metí lápiz y tinta, todo según la inspiración que me llegó del guión de Albiac. Y repito que estoy feliz de que hoy se publique, porque amo este trabajo y le estoy muy agradecido.
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