En muchos sentidos, Fueye es un libro de orillas. Un poco porque habla de la inmigración en el Río de la Plata, otro poco por cómo construye a su protagonista y un punto más por el modo en que se comporta el personaje principal, siempre coqueteando con los bordes de los círculos sociales en los que le tocó abrevar. Con Fueye, el argentino radicado en España Jorge González ganó el Primer Premio Internacional de Novela Gráfica de FNAC y Ediciones Sins Entido, allá por 2008. No era su primera obra (tiene varios libros publicados, incluyendo dos junto a Horacio Altuna), pero sí una de las más potentes de su producción. Era una pérdida que esta historieta indudablemente argentina no estuviera publicada precisamente en la Argentina. La edición de Editorial Común repara esa falta y recupera para las bateas locales a uno de los tantos dibujantes emigrados.

En la novela, González cuenta la vida de Horacio Dufour, hijo de un inmigrante italiano. Recorre su niñez, juventud, adultez y un momento en el cual tira todo por la borda. La última parte del relato es un pasaje autobiográfico del autor, que termina de cerrar varios aspectos del libro. Además del obvio hilo conductor que supone su protagonista, Fueye también sigue el derrotero del bandoneón que un tanguero le regala a Dufour. Este no es un dato menor, pues además de que la historia transcurre en ambientes tangueros, el libro tiene banda de sonido original, compuesta para la ocasión por el bandoneonista Marcelo Mercadante y distribuida gratuitamente bajo licencia Creative Commons (que permite su descarga y difusión, en tanto no se lucre con ello).

El relato abarca el período de la vida social y política argentina que va de 1920 a 1960, con lo que la inmigración, el tango, las reivindicaciones sociales y la represión de las protestas son elementos recurrentes en el relato. Ubicado en los bordes, el protagonista se mueve calculadoramente entre las clases sociales que le toca frecuentar. No es un héroe ni quiere serlo. Aspira, como tantos otros de su época, al ascenso social, aunque no repara en medios para “sortear” los obstáculos que se le presentan. Al cabo, es menos simpático y querible de lo que el lector cree al comienzo. Pero, sin dudas, es cualquier cosa menos un personaje chato, y su densidad se debe a la construcción inteligente que hace el autor. Casi en ningún momento Dufour habla directamente de sí mismo. Prácticamente todo lo que se sabe de él es porque otro lo cuenta. Cada pasaje está narrado desde la perspectiva de alguien que frecuentó al protagonista y luego, como las mareas, se alejó.

Desde lo gráfico, Fueye también es una obra excepcional. González dibuja con trazos muy sueltos y en ocasiones encimados, lo que transmite a la vez mucha ligereza y fluidez, pero también intensidad. Los personajes y su entorno parecen estar latiendo. Los ambientes están bien construidos y colaboran con el relato. El color también juega un papel muy importante, pues con su predominio de los ocres y los tonos apagados marca el tono melancólico. Para un argentino, el tema podrá no ser demasiado original. Historias de inmigrantes, tangueros y tipos engrupidos por la vida de muchachito “bien” hay en cantidad en la narrativa y poética nacional. Lo que pesa, entonces, es cómo está presentado el relato. Y Fueye ofrece una historia bien contada, que elude algunos lugares comunes y que, además, resulta atractiva desde lo visual. Méritos suficientes para agradecer que se haya bajado del barco en esta orilla.