Pocas obras tan contemporáneas como Vientre, tan en sintonía con los debates actuales en torno de los derechos de las mujeres a elegir qué hacer con su propio cuerpo. Mientras se discute la interrupción voluntaria del embarazo a este y al otro lado del Río de la Plata, mientras se reclama una ley de asistencia a la fertilización asistida, mientras se debaten cuestiones sobre la adopción de niños, surge este trabajo. Y no sorprende, además, que aparezca como fruto de la colaboración entre un guionista uruguayo, Pablo Roy Leguisamo, y dos dibujantes argentinas, las ascendentes Laura Fernández y Nacha Vollenweider. Tampoco que el libro llegue a las bateas fruto de la coedición entre el sello cordobés Llanto de Mudo –de intensa producción en el circuito local– y la montevideana Dragon Comics Editora. Y menos puede llamar la atención, pues, que primero la historia haya sido publicada en Internet, en el portal uruguayo de historietas Marche Un Cuadrito. Lo dicho: pocas obras tan contemporáneas como Vientre.

Roy Leguisamo propone dos relatos paralelos. La historia de Paula, que busca ser madre con la anuencia a regañadientes de su pareja, quien encuentra la excusa perfecta en la infertilidad para echar por el inodoro sus sueños: de adoptar, él, ni hablar. Y la historia de Micaela, que anda de novia, se divierte y sufre un abuso que la deja embarazada, aterrada y desamparada. Dos vidas que en la narración no se plantean ni como paradigmáticas ni como ejemplares. Allí está uno de los grandes méritos del libro: son dos buenas historias, sin pretensiones de convertirse en lección de nada para nadie. Justamente en esa llaneza de intenciones el libro se abre para que cada lector lo aproveche según su preferencia. Sea disparador de debate, objeto de curiosidad, de disfrute y –por qué no– de emoción.

Lo que genera esta historieta está sustentado por un notable trabajo en la faz gráfica. La cordobesa Vollenweider recurre a las aguadas, que le permiten virar con mucha facilidad entre un tono intimista y escenas de mucha calidez en la vida de Paula, cuya historia narra, hasta pasajes de enorme desamparo y decepción, en las que su vida flaquea. Su colega mendocina Fernández, en tanto, recurre a la técnica digital para emular el grabado y el esgrafiado, con los que primero captura la vitalidad de los días de Micaela y luego los momentos de terror y angustia. Para ambas, Vientre implica también un peldaño más de calidad respecto de producciones anteriores (como Ruta 22 y Ani, respectivamente). Aquí se las lee más solventes en lo narrativo y en la composición de los cuadros, fruto también del trabajo continuado de cada una en sus distintos espacios.

Conviene destacar la (re)distribución del relato que hace el guionista. Si en la versión digital se publicaba una página de cada historia en cada entrega, aquí los procesos de Paula y Micaela se intercalan en capítulos. La sensación final es que las suyas son vidas como las de cualquiera que va en un tren, en un subte o en un colectivo, así de íntimas, así de particulares. El libro se completa con un detalle de edición: se encuentra en dos versiones, apenas diferenciadas por su portada y su contratapa, en las que se intercalan las artistas. En esto también Vientre es notablemente contemporáneo, pues atiende –en la medida en que se lo pueden permitir dos editoriales pequeñas– al viraje de la historieta hacia el libro concebido como objeto y la atención que hoy se le presta a su diseño.