Dora vol.2 es uno de los mejores libros de historieta publicados este año. Aun más, el trabajo de Ignacio Minaverry debería figurar, sencillamente, entre los mejores libros del período, a secas. “El año próximo en Bobigny”, la saga que reúne este volumen, es de una potencia narrativa excepcional y de una belleza estética infrecuente. La historia salió publicada originalmente en Fierro y por entregas, pero como ocurría en los episodios que ocupaban el primer tomo, alcanza su mejor expresión al leerse de corrido. Y si es una de las mejores publicaciones de 2012, es porque tiene una hechura formal impecable y su autor demuestra sensibilidad para captar muchos de los temas centrales contemporáneos.

“El año próximo en Bobigny” sigue el derrotero de Dora Bardavid, ahora entre los barrios obreros y las bondevilles (villas miseria) francesas. Es un relato que puede leerse independientemente de los anteriores (aunque, por supuesto, gana mucho conociéndolos) y basta como referencia saber que la protagonista es una suerte de cazadora de nazis aficionada. Por lo demás, a Minaverry le basta una página para (re)presentar a todos sus personajes y establecer el contexto social e histórico que los rodea: 1962, los barrios obreros e inmigrantes, las luchas por la independencia de Argelia. Y sin embargo, Dora vol.2 es también una serie de historias más pequeñas.

El libro acompaña a la propia Dora, a Odile Joubert y a Geneviève Junot en momentos de autodescubrimiento sexual, de intentar ponerse de pie sobre su realidad y hacerse un lugar en el mundo. Si el grupo de teatro militante itinerante que las agrupa busca un espacio y un modo de decir las cosas en su barrio, al cual los grupos de poder le son adversos, ellas también luchan por tener dónde afincar afectos y proyectos propios que las integren.

Dora acaba de quedar –forzosamente– independiente en Francia y busca trabajo. Odile intenta ganarse los favores de un muchacho y Geneviève se debate entre la búsqueda de su herencia gitana y los deseos de encontrar un lugar en el mundo. Así, entre militancia, causas populares, demandas sociales y libros prestados, la historia se las arregla para hablar naturalmente de derechos sexuales, de aborto, de inmigración, de liberación nacional y lucha obrera, con una clara toma de posición, pero sin ánimo panfletario.

Minaverry narra sin estridencias. Con calma, haciendo del plantado de página un arma expresiva formidable y del recurso a la estética de la época un elemento de elegancia, sensualidad y belleza. El relato está construido con cuidado, sin artificios innecesarios. Un tempo justo. Las cosas pasan a su tiempo, sin apuros ni dilaciones. Y cuanto más parece que las secuencias serán inocuas, más intensas y reveladoras se vuelven.

El dibujo es tributario de la línea clara francobelga y abunda en referencias arquitectónicas, publicitarias y fotográficas magníficamente incorporadas a la página. Por otro lado, el ojo del dibujante hace un retrato notable de cuerpos femeninos diversos. Si la mayoría de sus colegas tiene un cuerpo modélico (con ligeras variantes, según el género que cada uno aborde), este autor honra a cada una de sus chicas no sólo con una personalidad distintiva, sino también con un enfoque diverso que brinda aún mayor consistencia a su universo.

La lectura de Dora vol.2 arroja varias certezas. La de estar ante un autor consolidado. La de estar ante una obra fruto de su tiempo. Y sobre todo, la certeza de tener entre manos una historieta imprescindible.