Lunes, 27 de mayo de 2013 | Hoy
HISTORIETA › GUSTI, SU LIBRO BASURARTE Y EL PLACER DE LO ARTESANAL
Radicado desde hace décadas en Barcelona, el ilustrador argentino vino a presentar en la Feria del Libro su libro más reciente, que utiliza la basura como un punto de partida para un trabajo creativo que va mucho más allá del reciclado de objetos.
Por Andrés Valenzuela
“¿Está Gusti? ¿De verdad?”, pregunta un ilustrador en la Feria del Libro. Más tarde, en medio de la entrevista, otro colega, que también oficia de editor, se acercará a saludarlo. Y a la noche hasta Liniers tuiteará contento su foto con él. “Acá me conocen mucho los colegas, pero los lectores no tanto porque me fui a España hace casi 30 años”, explica el hombre. Gusti tiene una gorra de lana ligera, aunque no hace frío, viste sencillo y lleva un cuaderno donde dibuja con lapiceras de colores. Mientras funciona el grabador varias veces se tienta y lo abre, lo recorre y lo cierra, conteniendo las ganas de ponerse a trazar ideas y mundos. Cuenta que en este momento es la técnica que más lo seduce. También que su estilo es fruto “de un montón de cosas hechas para sobrevivir” y que se diferencia de sus colegas europeos porque ellos siguen una línea estilística desde que comienzan, y que él la cambió y adaptó a las necesidades del momento. Por eso se resiste a ser definido como un ilustrador que trabaja “con el ordenador”, haciendo collages o con técnicas de reciclaje. “Depende de lo que esté haciendo”, justifica. A Buenos Aires lo trajo la Feria del Libro y a la Feria del Libro, la presentación de dos libros. Uno causó mucho bullicio porque lo firma con Jorge Bucay. El revuelo oculta la creatividad explosiva de Basurarte, que también presentó en el país.
“Empecé a trabajar con la basura durante una mudanza”, recuerda. Una casa de campo venida abajo lo impulsó a trabajar y llenó su tablero de dibujo de clavos, maderas y herramientas. “Un día un editor vio el trabajo y me ofreció hacer un libro sobre el concepto de la basura, pero yo no quería una cosa estereotipada, un ‘cómo hacer’, sino ofrecer un disparador de ideas.” Estimular la creatividad de niños y adultos es un objetivo central de este argentino al que se le mezclan el “vos” y el “tú”, fruto de las décadas en Barcelona. “Cada uno puede crear lo que quiera, ahí entra el concepto de reciclar, porque en este consumismo las cosas se fabrican para que se rompan y sale más barato comprar algo nuevo que arreglarlo.” La cuestión, también, pasa por tomar conciencia de que el mundo se cubre irremediablemente de basura. “Cuando doy un taller para chicos aviso con meses de antelación que vayan juntando su propia basura, no quiero que lleguen y dárselas ya hecha, tiene que ser basura que tú limpies, guardes y un día decidas hacer algo con ella.” De cara a la educación de los niños, asegura, es “fabuloso”.
Otro tanto, afirma, sucede con el dibujo. “Es una herramienta para crecer y ser libre. No hablo de ser profesional, sino de ser libre”, afirma. “Es muy importante que un niño tenga una libreta y apunte todo ahí, si preguntás a los dibujantes que desarrollaron carrera o llevaron sus trabajos a la televisión, la mayoría creó los personajes durante su infancia.” El no es la excepción. “Basurarte es una rama más del dibujo, una forma de trabajar con algo que aparece”, señala y comenta que padres y profesores suelen dar instrucciones, pero no libertad. “No dan herramientas, sino que dicen cómo hay que hacer las cosas, y eso es una cagada, hay que dejar que los chicos hagan su propio proceso creativo”, considera. “Ellos no tiene prejuicios sobre quién dibuja mejor o peor, eso es de los grandes, para ellos la cuestión pasa por si se aburren o no.” Los jóvenes sí se preocupan mucho por la técnica, observa en sus talleres, pero para él no es lo central. “Cuanta más técnica, sí, bienvenido, pero si no tenés algo para contar, es gratuito, a la tercera cosa que me muestres me aburrí, uno tiene un espíritu, una huella, una identidad que hay que encontrar y plasmar, y si la plasmás el público lo va a recibir y se va a identificar con ello”, asegura, y destaca que abundan los grandes ilustradores que “no dibujan bien” pero “te emocionan hasta las lágrimas”.
Ser auténtico, encontrarse y mostrarse a uno mismo, esos son ejes del trabajo de Gusti, tanto en sus propias producciones como en lo que intenta transmitir en talleres y cursos. “Creo que cuando se habla de crecimiento se olvida esto, se racionaliza todo, cuando el dibujo es algo donde se pone mucho de uno, donde se ve el contexto, cómo te sentís vos emocionalmente. ¿Estás feliz? ¿Triste? ¿Qué querés? Todo eso se puede plasmar y cuando llegás a eso es mucho más honesto, que es lo que yo busco”, dice.
Por eso la palabra clave en su trabajo actual es “honestidad”. Es el mismo motivo por el que se volcó a la lapicera y el anotador. Gusti está trabajando en un libro para el proyecto Embudo, de la revista Orsai. Se trata de una serie de libros de ilustradores, historietistas y humoristas gráficos reconocidos. El suyo habla sobre Malco, su hijo. “El nació con síndrome de Down y para mí fue una experiencia muy potente”, revela. “Así que estoy armando un libro que es como una serie de apuntes de situación, todos dibujos en libretas, con bolígrafos, y creo que es el libro de mi vida”, afirma.
“El hecho de que haya nacido un niño como Malco me cambió la forma de dibujar, también”, considera. “Antes era más perfeccionista, más preciosista y ya me aburrí de esa época.” Por eso empezó a alejarse de la computadora y se acercó otra vez a la sensación de la herramienta en la mano. “Es mucho más espontáneo, me encontré con que si las cosas no están del todo bien, no pasa nada”, cuenta y dice que está “aceptando mucho”, que lo que hace es “trabajar nuevamente dentro del papel, sin intermediarios, haciendo lo que quiero”. El proyecto lo ilusiona. A su trabajo con chicos con síndrome de Down, enriquecedor, cree que puede sumar este libro a inspirar también a sus padres. “Quizá hay muchos en la misma situación y les va a venir bien que cuente mi experiencia”, confía. “Siento que con esto ya me puedo morir tranquilo, porque no es una cuestión de profesión, sino de vida plasmada, de experiencia, de honestidad. Y todo lo demás pasa a segundo plano.”
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