Viernes, 26 de diciembre de 2014 | Hoy
HISTORIETA › NIñOS DE LA BASURA, DE DARíO FANTACCI
No es casual que esta obra haya ganado el Premio Comicópolis a mejor historieta argentina nueva: Niños de la basura se destaca no sólo por su aspecto gráfico, sino por una forma narrativa que, lejos de enunciar y remarcar sucesos, va sorprendiendo al lector.
Por Andrés Valenzuela
Un basurero se parece mucho a un desierto: no tiene nada para el que no sabe ver, ni buscar, ni mucho menos encontrar. Pero así como en las arenosas extensiones subsaharianas hay oasis y recursos ocultos, también miles de personas en todo el mundo saben rastrillar su pan diario entre lo que la civilización considera desperdicios. Niños de la basura, de Darío Fantacci, comienza así: en un mundo de desechos apenas trazado, como si no hubiera allí nada que dibujar, y se va llenando de figuras, de personajes y de elementos a medida que pasan las páginas y sus protagonistas hacen sentido sobre lo que ven y construyen su propia sociedad por fuera de la civilización.
Recomendada en estas páginas hace algunos días como una de las historietas del año, esta obra también ganó el Premio Comicópolis a mejor historieta argentina nueva. Un galardón más que merecido con el que el jurado (el dibujante Eduardo Risso, el librero Agustín Castañeda y el editor de Página/12 Martín Pérez), además de reconocer el gran trabajo de Fantacci, celebró el salto de calidad que pegó el sello Panxa Cómics apostando por la obra. Con el premio, el libro accedió a las bateas de la cadena Distal, con una compra que respaldaba al festival.
Niños en la basura fue publicada originalmente en la revista antológica under Niños, del colectivo Niños Ultramundo. Cuenta la historia de un grupo de muchachines que se las arregla para, al margen de la civilización, e incluso abandonados por ella, sobrevivir y armar su propio remedo de vida digna (o, al menos, de lo único que pueden imaginar como tal). Desde allí el lector puede formar múltiples interpretaciones, desde su relación con el exterior (es decir, con la sociedad), su organización interna y sus valores. En buena medida, Niños está atravesada por un doble mito fundante: una gata que enseña a cazar al líder del grupo y un viento que los lleva hacia un mundo mejor. Niños también es una historia de crecimiento, un rito de pasaje a la adultez y de confrontación de valores con el mundo.
Uno de los mejores rasgos de la historia es que en ningún momento enuncia eso. Las cosas sencillamente suceden hasta que el lector cae en la cuenta de la magnitud de los cambios que se operan en los personajes y de cómo se construyó la mitología que sostiene sus vidas. Quizá se deba a que, por su serialización original, en cada capítulo Fantacci ofrecía momentos bastante alejados en el tiempo. En la recopilación lo que se encuentra es una serie de hechos significativos, que se leen fluidamente y que construyen un título sólido.
Desde lo gráfico, es interesante descubrir las distintas vertientes en las que abreva el autor para encontrar su propio estilo. Hay guiños de la historieta argentina clásica, en cierto modo de entintar, pero también alusiones literarias en la composición del grupo, mucha lectura de manga en la imagen de los personajes y en las escenas de acción, y no poco estudio de la historieta independiente norteamericana. Lo que no se encontrará es una referencia excesivamente clara y concreta a otra obra inmediata de la historieta argentina. Como mucho, es posible reconocer el espíritu fanzinero, en sus adecuadas dosis de libertad creativa e irreverencia, que atraviesa a su generación. Pero sobre todo, Fantacci revela aquí una voz sumamente personal. Un título para celebrar.
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