Miércoles, 1 de julio de 2015 | Hoy
HISTORIETA › LA SUDESTADA ES UNA DE LAS HISTORIETAS DEL AñO
En su libro publicado por El Hotel de las Ideas, Juan Sáenz Valiente ofrece un dibujo que lo confirma como uno de los mejores plumines del país, y una sólida historia que sigue las peripecias de un detective privado entrado en años y en carnes.
Por Andrés Valenzuela
Una teoría sostiene que en la Argentina es imposible el género de superhéroes. Que los lectores no pueden aceptar la idea de un encapuchado nacional haciendo el bien desinteresadamente, sin aprovechar la ocasión para guardarse algún vuelto. Algo similar podría decirse del policial negro clásico. ¿Alguien se imagina a un investigador privado a la Chandler? Difícil. Por eso, entre muchos otros motivos, es que La sudestada, de Juan Sáenz Valiente y publicada por El Hotel de las Ideas, es un gran libro. Porque el historietista se sentó con un auténtico detective privado argentino para saber cómo labura, aprender trucos del oficio para sonsacarles datos a los desprevenidos y, además, para qué pavadas lo contratan. Y luego hizo una gran, gran historieta. Porque La sudestada es ante todo eso: una gran historieta argentina. Con una historia sólida y con un dibujo que confirma que el (todavía) joven Sáenz Valiente es uno de los mejores plumines de los que dispone el país. Que no es poco en un país repleto de dibujantes excepcionales.
La sudestada cuenta las peripecias de un detective privado entrado en años y en carnes a quien encomiendan averiguar por qué una destacada (y ya madura) coreógrafa de danza contemporánea se recluye casi diariamente en una islita de Tigre. Con ese punto de partida remanido, el autor construye una historia interesante y sólida, narrada con un tiempo historietístico impecable, y habitada por personajes de atractivo y verosimilitud poco frecuentes. Que el detective Jorge es un cínico por malas experiencias se adivina fácil, porque cualquier lector conoció a alguien así. Y que el empresario que lo contrata para seguir a su esposa es un garca, también se identifica rápido. Y Sáenz Valiente no tiene que decir “tal es un garca”, los personajes muestran la hilacha solitos.
Pero además de la historia, lo que termina de redondear el libro es lo excepcional de su dibujo. No hay muchos dibujantes que puedan capturar el aire de Buenos Aires como Sáenz Valiente, ni tampoco muchos que puedan plasmar a sus habitantes tan bien como él. Casi se podría decir que lo suyo no es el dibujo naturalista, sino el esencialista. Es de esos que en cada trazo sobre la hoja ponen un cachito de verdad. Cada escena en la que Jorge, en su vida privada, juega un picadito en cancha de fútbol 5 con sus amigos, es casi una revelación. Porque el autor no pone a un protagonista fachero con sus amigotes jovencitos. Lejos de eso, al decadente Jorge lo pone junto a sus amigos veteranos, en general panzones y poco atractivos, pero muy creíbles en su paso cansino para seguir el balón, en el piecito estirado del arquero con reacción de babosa y en esa red de arco pequeño que se arrebuja sobre la pelota porque no está sujeto al piso. Juan Sáenz Valiente ve esos detalles como nadie y los plasma como ninguno. Carlos Nine dice que a Sáenz Valiente le gusta dibujar viejos, que les presta atención. Es cierto. El pasaje de la fiesta de disfraces lo confirma.
Luego, además de esos retratos inmejorables, también ofrece lecciones de narrativa. La escena que abre el libro, con la experimentada protagonista ejecutando su espectáculo en escena, o cualquiera de los ensayos de la investigada constituyen clases acerca de cómo mostrar el movimiento de danza contemporánea en una historieta con secuencias convincentes. Los pasajes oníricos que acosan a Jorge, otro tanto.
Sáenz Valiente ya había mostrado su talento en Sarna, junto a Carlos Trillo, o en El Hipnotizador, junto a Pablo de Santis. Y pese a que tiene otros libros publicados como autor integral, en ninguno de ellos había alcanzado la cota de calidad que exhibe en La sudestada. Con toda seguridad, una de las historietas del año.
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