Sábado, 8 de agosto de 2015 | Hoy
HISTORIETA › EXPOSICION DE TAPAS, EN LA BIBLIOTECA NACIONAL
El recorrido por la muestra curada por José María Gutiérrez incluye portadas de revistas de humor gráfico, historieta e infantiles. Hay originales de próceres como el artista plástico Guillermo Roux o el historietista italiano Hugo Pratt.
Por Andrés Valenzuela
Es una historia de seducción. Promiscua, incluso. Una historia del esfuerzo para que muchos hombres, mujeres y niños deseen llevársela para casa. Y no es un delirio del cronista. El propio Horacio González, director de la Biblioteca Nacional, lo confirma en su reflexión sobre la exposición De tapas, que inauguró ayer en el tercer piso de la institución (Agüero 2502), cuando habla de “las maniobras publicitarias para atraer al lector” y que presenta “toda clase de signos de espectacularidad”. Por la tapa se intenta conquistar al transeúnte ocasional tanto como al asiduo amigo de los canillitas. Tanto a un lector como a cientos y a decenas de miles, cuando la industria lo permitía. José María Gutiérrez, corresponsable del Archivo Nacional de Historieta y Humor Gráfico (que funciona en la Biblioteca) y curador de la muestra, lo dice clarito: “La portada es el cartel publicitario de la revista misma, que a diferencia de aquel debe destacarse por sí, generar su propia marquesina sin soporte ni privilegio, en el montón”. Además, Gutiérrez agrega que “el impacto visual y la sugestión sensual de sus motivos y sus resoluciones técnicas, los contundentes estilos identitarios, han surgido desde el laboratorio de innovación y experimentación de los ilustradores en la práctica editorial periodística devenida academia”.
De tapas propone justamente una genealogía de ellas, aunque se centra –comprensiblemente– en las portadas de revistas de humor gráfico, historieta e infantiles, los rubros en los que el sector históricamente se permitió mayor margen para la innovación y la experimentación. Es que, naturalmente, en esos tres rubros la gráfica domina la vida misma de la publicación, sin importar si están orientadas a niños, adolescentes o adultos. Además, el recorrido permitirá al lector encontrarse con algunas de las gemas que atesora el Archivo y otras prestadas para la ocasión por coleccionistas y artistas. Hay originales de próceres como el artista plástico Guillermo Roux o el historietista italiano Hugo Pratt.
El primer pasaje de la muestra, en el pasillo que antecede al hall del tercer piso donde se ubica la mayoría de los originales en exposición, hay una construcción de la aparición de las primeras tapas de revistas. Por ejemplo, queda patente la evolución que llevó de Los cuadernos de Columba a la aparición de la mítica El Tony, a comienzos del siglo pasado. O el cambio operado en los calendarios anuales que publicaban los semanales políticos, primeras diagramaciones “proto revistables”. También se exponen y explican las técnicas (¡grabados litográficos!) con las cuales las publicaciones de ese momento conseguían publicarse a colores: a ojos de hoy parece un milagro que lo hayan logrado.
En este pasillo hay pequeños sectores de “motivos” que en un momento u otro dominaron el arte de las tapas: el uso de las miradas, la composición de perspectivas y las corrientes estéticas. “Siempre hay que tener en mente que a veces estas revistas aparecían con estas rupturas en kioscos dominados por publicaciones dedicadas a la radio o la tele, menos jugadas en su propuesta”, explica a Página/12 Gutiérrez. Atención, aquí, a los trabajos de Ignacio Noé y a la ruptura que propone Hora Cero, apelando directamente al lector.
El cuerpo central de la muestra propone tres recorridos posibles. El primero, más corto, transita las portadas de revistas infantiles. Aquí, muy rápido, una primera desmitificación para todo eso que se enseña en las facultades de periodismo: ni Billiken fue la primera revista para niños ni su primera tapa era muy original. El minucioso trabajo del Archivo revela que hubo una experiencia previa del propio Constancio Vigil (Pulgarcito, publicada 14 años antes y cuya orientación infantil duró más bien poco). La tapa mítica del niño magullado con una pelota de fútbol en la mano tampoco era un hallazgo: como se descubre en la Biblioteca Nacional, era una “inspiración” flagrante de una ilustración publicada en 1914 en The Saturday Evening Post. Además, ese chiquilín contrastaba con la imagen de porcelana que Billiken propondría en los números sucesivos. Este camino sigue hasta el día de hoy, sorprende con originales de Carlos Nine (para la mítica Humi), y termina con una nota que sugiere el acercamiento de las actuales revistas a la renovación estética que propone el libro-álbum ilustrado.
Tras el sector “para niños”, la muestra se abre en dos. Uno de esos caminos está dedicado al humor y es quizás la parte que menos sorprende del “viaje”, aunque sus piezas son encomiables. Sencillamente, del derrotero del humor gráfico en Argentina hay muchísimo escrito, analizado y expuesto, tanto de Rico Tipo, Tía Vicenta, Hortensia, Humo(r) y tantas otras. Pero el camino de la aventura... en este sector hay mucha magia y mucho material bello. En este sector aparecen los Roux, Breccia, García Seijas, De la María, Villagrán, Zanotto, Salina y Chichoni. Aquí se pueden admirar las tapas de Alberto Breccia y los antecedentes que las inspiraban, trabajos inesperados de Adolfo Mazzone (con anotaciones de su puño y letra), las participaciones de Lucho Olivera, Carlos Clemens y otros. También está la bella “Moira” de Hugo Pratt. Del italiano hay un Ernie Pike sobre collage de diarios de época de distintos países que sirvió de portada para la Hora Cero Extra #34, de 1960, que también sorprende.
Y lo de Guillermo Roux merece unas palabras aparte, más allá de su propio texto en el catálogo de la exposición. Es que sencillamente los originales de las portadas que hizo para revistas de historieta gauchesca como El huinca o Fabián Leyes son alucinantes en su composición, en el trabajo de los planos y en la sabiduría con la que apela a una paleta de colores que se las arregla incluso para soportar el inevitable achatamiento que la impresión obligaba a su pincel.
Todas estas tapas son perlas de una producción gráfica de más de un siglo de kioscos argentinos. Un siglo de esfuerzos por capturar el lector de paso. Una muestra que vale la pena visitar, para ser seducido.
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