Viernes, 8 de abril de 2016 | Hoy
HISTORIETA › MAÑANA CON PAGINA/12, UNA NUEVA EDICION DE LA REVISTA FIERRO
Entre los trabajos de Lucas Varela, Gustavo Sala, María Alcobre, Eduardo Maicas / Pipi Spósito y el Marinero Turco, Fernando Calvi sorprenderá a los lectores por sus cambios en el estilo gráfico implementados para el segundo capítulo de Al rey de Constantinopla.
Por Andrés Valenzuela
Sana costumbre la Fierro, rara avis de los tiempos que corren. No son muchas las revistas de historieta que tiene el mercado argentino y esta es la única publicación periódica del rubro que llega a los kioscos cual relojito suizo: cada segundo sábado de mes en compañía de Página/12. Mañana, por ejemplo, como desde hace casi una década. Y este número viene cargado ya desde la fuerte tapa de Diego Parés. La cosa sigue con una historieta de Lucas Varela, con una suerte de policial negro, pero dibujado a su estilo de pulcrísima línea. Una experiencia para leer. A Varela lo sucede María Alcobre, de quien los lectores de Fierro sólo habían visto un puñado de páginas. Aquí propone “Amablemente” y vale la pena ver cómo se inserta su grafismo y su uso del color dentro del contexto de la revista.
Más tarde la cosa continúa con dos baluartes de la revista: Barrio gris, de Eduardo Maicas y Pipi Spósito, y el noveno capítulo de La ley seca, del Marinero Turco. Barrio Gris sigue su racha inconmovible después de la publicación de su exitoso tomo recopilatorio, que ganó premios y financiamiento colectivo. Lo del Marinero ya es número puesto en la publicación y es otro de los nombres recurrentes de su sumario.
Otros que continúan con su bandera bien plantada en la revista son su director, Juan Sasturain, y el dibujante marplatense Juan Carlos Quattordio. La dupla lleva adelante Zenitram desde hace meses, con gran despliegue de páginas y épica retrofuturista-peronista. Una saga de superhéroes argentos difícil de encontrar en otros lares: son una veintena de páginas para ellos. En el otro extremo de extensión hay otro marplatense, Gustavo Sala, quien se las arregla con una única página. Eso sí, su trazo desbordante sigue allí, listo para enfervorizar a sus dedicados fans.
El Marinero Turco vuelve una página después, pero como ilustrador, acompañando al periodista de este diario Pedro Lipcovich en su habitual sección de cuentos cortos “Muñecos grandes”. Otro habitué de las páginas de la revista es El Tomi, pero esta vez no se trata de un trabajo en solitario, como tiene acostumbrados a los lectores regulares, sino con guiones de Lautaro Ortiz, jefe de Redacción de Fierro.
Mientras tanto, apenas después cierra la revista con Al rey de Constantinopla, de Fernando Calvi. No es la primera publicación de Calvi en la revista, pero sí será una de las que más sorprenderá a los lectores por sus cambios en el estilo gráfico, considerando lo hecho en las anteriores, como El maquinista del general, Lo blanco del ojo o la más extrema Altavista. Además, en el segundo capítulo de esta nueva novela gráfica que llega a los kioscos mañana, empieza a vislumbrarse el conflicto que deberá enfrentar la paranoide protagonista de la historia.
“Acá el trazo es más suelto, más sucio, más espontáneo”, señala Calvi. “En general traté que las cuatro series de Fierro fueran bien diferentes en todo sentido: para no aburrirme yo, pero también para no aburrir el lector. Y porque cada historia tiene su tono”, aclara. ¿Por dónde va la cosa esta vez? Una joven siente que la sigue una red de gente sonriente, como una enorme conspiración que se cierne en torno suyo. Y lo que descubrirá en el capítulo de este número es mucho más sorprendente de lo que podía preverse. “Esta es una historia muy oscura, muy angustiante y me parecía que si la dibujaba a tono, más realista, más cargado de negros como venía haciéndolo, se iba a volver un poco imbancable”, reflexiona Calvi. Lejos de él hacer una historieta solemne, se desmarca.
Así, optó por una línea más liviana y un tono narrativo –aparentemente– más ligero. “Una forma de poder ir contando el desastre”, apunta y confiesa que mientras evaluaba otras dos posibilidades (una de ellas el regreso de Barragán, protagonista de Altavista), la historia surgió como un modo de procesar la llegada de Macri, su cohorte y la globología al sillón de Rivadavia. Para procesar el asunto con aparente liviandad aparecieron influencias impensables: Divito, Condorito, las portadas de Pobre diablo y algunos humoristas gráficos de los años 50 de “dibujo suelto, esquemático, de diseño fuerte y muy simple”.
Calvi compara el caso con las versiones de El Eternauta de Francisco Solano López y Alberto Breccia. “El de Breccia es tan expresionista, cada cuadrito es tan un Guernica, que es imposible acompañarlo; el de Solano me parece más terrible porque son gente de carne, con ropa de época, autitos de la época y la cancha de River es una cancha, no un diseño, y eso estaba bueno para esa historieta”, plantea. Por eso mismo, para Al rey de Constantinopla le buscó “algo más funny, más humorístico, aunque la historieta está muy lejos de ser eso, porque no quería algo pomposo”.
Por otro lado, aunque esta serie nueva está inspirada en el contexto actual, Calvi advierte que no es alegórica: “No estoy tratando de convencer a nadie con esto, es más descriptiva que panfletaria”. En todo caso, considera, está contada en la línea de la ciencia ficción de los años macartistas de Estados Unidos. “Esa que parecía pasatista y en el fondo estaba fuertemente politizada”, señala. Eran, también, relatos que pendulaban entre la paranoia y la ciencia ficción clásica de aventuras. “También me interesaba hacerlo desde la ficción, muy codificado, porque me parece que se llega más hondo, que al estar menos pegado a la coyuntura hay menos apunte cotidiano y se va más a lo grueso, se puede exagerar más, cosa fundamental en la ficción, porque no hay forma de acercarse a lo que pase. Hay que exagerar mucho para hacer siquiera un pálido reflejo de la realidad”.
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