HISTORIETA › BALANCE DEL FESTIVAL ROSARINO CRACK BANG BOOM
A pesar de la crisis económica y de la merma de apoyo oficial, el público no cedió con respecto al año pasado, rondando en los 25.000 asistentes. Aumentaron los stands dedicados al merchandising, pero los de las editoriales no llegaron a crecer y bajó el consumo.
› Por Andrés Valenzuela
Desde Rosario
En la terminal de ómnibus de Rosario, dos chicas señalan a una pareja que está por despachar su equipaje. Buscan en su mochila, abren un catálogo, buscan rápidamente y asienten. Es, efectivamente, uno de los invitados de Crack Bang Boom, que emprende el regreso a Buenos Aires. Luego abren fanzines y libros que compraron en el evento y empiezan a revisar su botín. En un hotel de la ciudad, el conserje reconoce que la mayoría de los dibujantes jóvenes que aloja no le resultan interesantes. Lo suyo, asegura, es la historieta “como la que hacía Solano López”. Se alegra cuando se entera que, entre otros, recibió a un clásico como Gianni Dalfiume o un maestro del terror dibujado como Horacio Lalia.
Postales al azar del final de Crack Bang Boom, la convención internacional de historieta que se realiza cada año en Rosario y que concluyó el domingo, tras cuatro jornadas intensas, de mucha actividad, con buena afluencia de público y de gran interés artístico, pero con balances discretos en las cajas de los expositores.
Más postales: en las redes sociales, una de las ganadoras del concurso de historietas que organiza la convención sube las fotos del momento compartido con su colega guionista Gail Simone, estrella invitada del año. En los pasillos una, cerveza por medio otro, dos dibujantes cordobeses muestran la sonrisa cuando cuentan que el editor de Glénat (Francia), Olivier Jalabert, les extendió su tarjeta para seguir el contacto. Con el sol del domingo, los ojos dejan de seguir la boga asada para concentrarse en la carpeta de dibujos de un uruguayo, figura ascendente en el mercado norteamericano. Con la caída del sol, Superman, Batman y la Mujer Maravilla, posan triunfantes: son tres jóvenes que acaban de ganar el concurso de cosplay (contracción de costume play, juego de disfraz) con la trinidad heroica de DC “en versión Snyder”. Detrás, la rambla repleta de gente.
Un repaso –casi estadístico– a la agenda de actividades muestra más de 40 presentaciones de títulos nacionales, un puñadito de libros uruguayos, una docena de conferencias de artistas donde primaron los argentinos (aunque Gail Simone y Olivier Jalabert cumplieron sobradamente, esta edición tuvo sólo cuatro figuras internacionales) y distintos debates que intentaron capturar las tensiones que atraviesan el sector y las polémicas online más relevantes de los últimos meses: la etiqueta “historieta argentina” y el rol del periodismo especializado estuvieron en la picota y no faltaron caras de enojo en algunos pasajes. Hubo talleres en los espacios paralelos a la convención, se realizó un nuevo encuentro de la asociación de editores de historietas. También hubo un pequeño espacio dedicado al universo audiovisual, con un ciclo de cine que continuará hasta fines de septiembre en el cine El Cairo, una charla de Leo Oyola sobre la inminente serie Nafta Súper, inspirada en su libro Kryptonita y un anticipo de El Guardián, un cortometraje basado en el cómic homónimo (que ganó el segundo concurso Crack Bang Boom), de Martín Tejada. Además, se entregaron los premios Carlos Trillo a la producción de historietas de 2015 (ver aparte la lista completa de ganadores). En los premios Trillo votan todos los autores e invitados especiales de las ediciones anteriores del festival. Este año los premios consagraron a Juan Sáenz Valiente, por su exquisito La Su- destada y confirmaron la excelente relación que une al guionista mexicano-uruguayo Rodolfo Santullo con la historieta argentina, pues se llevó la estatuilla a Mejor Guionista por segundo año consecutivo.
Entre los invitados internacionales, las palmas se las llevaron la guionista estadounidense Gail Simone y el editor francés Olivier Jalabert. Simone ofreció una perspectiva interesante sobre las posibilidades de la historieta para abordar cuestiones de género y que el medio sea genuino reflejo de la diversidad social. Además, a diferencia de otras figuras, se mostró siempre accesible y predispuesta al trato con sus fans. En cuanto a Jalabert, incluso desde la organización reconocieron la intensidad de su trabajo. “Revisó más carpetas que de costumbre y pidió, en proporción, reuniones con muchísimos más dibujantes que otros que trajimos a ediciones anteriores”, revelaron a Página/12 los encargados de manejar su agenda.
La afluencia, en tanto, no creció pero se mantuvo estable. “Vendimos apenas más entradas que el año pasado, estamos más o menos en la misma cantidad de público”, confiaron desde la organización de Crack Bang Boom, en referencia a los 25.000 visitantes de 2015. La concurrencia fue mucha, sobre todo considerando la situación económica, lo cual confirma a la convención como “el lugar para estar” en el mundillo de la historieta local. Es el espacio para concretar y mostrar proyectos, acercarse a los artistas, los editores y conseguir material independiente de distribución limitada. El consumo, sin embargo, se mostró estancado. Algunos stands aseguran haber facturado lo mismo que el año pasado, pero inflación mediante, eso supone una merma en la cantidad de unidades vendidas. Otras editoriales o colectivos de editoriales admiten bajas en sus ventas. Para algunas “no fueron malas, considerando cómo está la cosa”, pero otras no disimulaban su decepción. Al momento de establecer los motivos, sin embargo, no había ningún acuerdo.
Uno señaló que el material internacional más conocido y marketineado “salía fácil”, y que fueron los autogestivos quienes debieron “yugarla” para emparejar las cuentas. Entre los propios autogestivos, uno opinaba que la oferta de este año era “demasiada”, pero otros reconocían que la situación era difícil de salvar, considerando que en el calendario de 2016 este era el último evento masivo y realmente dedicado a la historieta. Sin Comicópolis para espaciar los lanzamientos y con la mayoría de los editores desencantados con los eventos comerciales como Argentina ComicCon, sencillamente había pocas alternativas para lanzar novedades. No faltó quien señaló el aumento de la entrada (100 pesos por jornada, 320 el abono para los cuatro días), pero otro retrucaba que en el sector la entrada suele partir de los 200 pesos en adelante. Para otros, sencillamente es que “la gente tiene menos guita en el bolsillo”. Para algunos, se debió a que había más stands en las áreas comerciales.
Justamente el manejo de los stands provocó algunos enojos. En el stand de A4 Editora había un cartel escrito a mano que pedía “Melina, volvé”, en referencia a la anterior gestora de los puestos. Este año aumentó la proporción de stands dedicados al merchandising: remeras, pins, muñequitos. Los propiamente de historieta, en cambio, apenas vieron modificado su número: aparecieron un par nuevos, pero otros se fusionaron en grupos editoriales o directamente enviaron su material con un colega de confianza y se privaron del viaje. Además, a muchas editoriales las cambiaron del CEC (tradicionalmente el espacio central del evento) al Galpón de la Música. Al final del evento entre los puestos no había consenso sobre bondades y desventajas de la mudanza.
Sobre lo que sí había acuerdo es que, pese a las incertidumbres sobre la próxima edición (ver recuadro), Crack Bang Boom es fundamental para la historieta argentina contemporánea.
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