HISTORIETA
“Crack Bang Boom está vivo y queremos mantenerlo”, prometió Eduardo Risso, director de la convención internacional de historietas de Rosario. Para los asistentes más fieles al festival, sin embargo, sus palabras cargaban una sombra. Ese era el pasaje del discurso de cierre en que habitualmente el multipremiado dibujante confirmaba la realización de una nueva edición del festival para el año siguiente. En su lugar, Risso sacó a la luz los rumores en torno a la continuidad del encuentro anual. “Todos estos espacios donde hacemos CBB entran en obra para esta época el año que viene”, señaló. Una decisión llamativa por parte de la Secretaría de Cultura local, cuyos nuevos funcionarios no parecen tener claro algo que sus predecesores (ahora en la provincia) sabían de sobra: que este era uno de los eventos más convocantes de la ciudad a lo largo del año, incluso muy por encima de otros festivales con mucha mayor trayectoria.
Crack Bang Boom se realiza habitualmente en el Centro de Expresiones Contemporáneas (CEC), en el Galpón de la Música y en el de la Juventud, todos de la municipalidad local. Este año el de la Juventud no fue de la partida, afectado por otras actividades y apareció en su reemplazo otro galpón detrás del de la Música. No sólo eso, sino que el de la Juventud se destinará la semana próxima a un evento de manga y animé.
Por otro lado, con el correr de las ediciones el apoyo municipal a Crack Bang Boom disminuyó su participación económica y se limitó más y más al sostén logístico: los lugares donde se realiza y alojamiento para los invitados. No es un aporte menor, pero puso mayor presión sobre los ideológos del evento (Risso y su equipo de trabajo), que debieron aumentar el precio de las entradas para empatar con esos ingresos los otros gastos que demanda una tarea de este tipo. “Hay que rever cómo manejamos esto, lo hacemos de corazón, pero no vivimos de esto”, se sinceró el dibujante.
“Llegamos a la séptima edición y nos convertimos en un referente nacional y regional, pero si no contamos con estos espacios tenemos incertidumbre”, reconoció. “Tendremos que sentarnos con todos los que nos apoyaron estos años, incluida la secretaría de Cultura, que participa desde el comienzo, para ver cómo puede seguir la convención”, anticipó ya cerca de las 21 del domingo.
Allegados a la convención confiaron a Página/12 que en la mesa chica de la organización barajan distintas alternativas: un centro de convenciones privado que estaría disponible el año que viene asoma en el horizonte, aunque ello subiría notablemente unos costos que ya están en alza, o convertir Crack Bang Boom en bianual, a la espera de mejores aires. Quizá por eso la promesa del director del festival: “No vamos a dejar que se muera”.
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