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Sábado, 23 de agosto de 2008

PREESTRENO DE ULTRAMARINA, DE MAINETTI Y COZARINSKY

Primeros ecos del rufián moldavo

 Por Diego Fischerman

El preestreno de Ultramarina, la ópera de cámara de Pablo Mainetti y Edgardo Cozarinsky, aún en forma larvaria, fue parte, el último jueves, de un Festival de Tango pródigo en estrenos, en recuperaciones y en acrecentamiento de repertorios, mucho más allá de los brillos pasajeros del espectáculo. Hace menos de una semana sonaron nuevamente la primera orquesta de Troilo y la que Piazzolla formó en París en 1955 y recreó en Buenos Aires dos años después. El martes, la Orquesta de Tango de la Ciudad estrenó varias piezas encargadas especialmente para ella a diversos compositores. Y en esta ocasión, Cozarinsky leyó un extracto de su Rufián moldavo, mientras un cuarteto impecable tocaba una música áspera, seca como la lija, precisa como un cuchillo y calculadamente expresiva. La ópera se anunciaba como “tanguera” y es que el tema –el romance entre una prostituta traída por la mafia polaca y un músico de prostíbulo, en una Tres Arroyos donde a veces se huele el mar– y la tímbrica –bandoneón, violín, piano y contrabajo– lo son. Pero Mainetti resiste la tentación de la cita fácil. Cuando el texto menciona una orquesta de tango, por ejemplo, la música discurre por descripciones más íntimas, en todo caso.

El concierto fue dividido por el bandoneonista en dos secciones, la primera de las cuales, además, tuvo también dos partes, una dedicada a sus arreglos de tangos clásicos de Gardel, Manzi, Pugliese y Villoldo, entre otros, y la otra a composiciones de autores como Amargós y Luis Vidal. En el primer segmento, a la unidad básica del grupo –Hernán Posetti en piano, Humberto Ridolfi en violín, Pablo Mainetti en bandoneón y Daniel Falsaca en contrabajo– se sumó Armando de la Vega en guitarra eléctrica –que no tocó en los tangos europeos– y en el anticipo de Ultramarina, Mainetti, ocupado en la dirección, fue reemplazado por Eleonora Ferreyra. En particular en su versión de clásicos del género, la osadía de Mainetti se coloca en primer plano. No duda en quebrar la forma ni en alterar las relaciones tonales entre las secciones de las piezas y, siguiendo a Piazzolla, diseña un paisaje con solos instrumentales que, aunque escritos, evocan siempre la improvisación. Con variedad en las texturas y densidades, marcados contrastes dinámicos y un uso intensivo de las distintas posibilidades de dúos, solos, tríos y cuartetos que le brinda el grupo, el trabajo de Mainetti es el de una verdadera recreación. La cadenza de violín en “Por una cabeza” y la fantástica introducción del propio Mainetti a “Sur” estuvieron entre lo más destacado de la primera parte, junto a “Quijote”, un tema propio que anticipa materiales de la ópera. Luego, Cozarinsky emocionó con un texto duro y sin concesiones, leído con exacta contención. La ópera se estrenará en su versión definitiva y con puesta de Marcelo Lombardero, en 2009, como parte del Festival de Teatro de Buenos Aires.

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