BUSQUEDA IMPLACABLE, ESCRITA Y PRODUCIDA POR LUC BESSON
› Por Luciano Monteagudo
BUSQUEDA IMPLACABLE
(Taken, Estados Unidos/Francia, 2008)
Dirección: Pierre Morel.
Guión: Luc Besson y Robert Mark Kamen.
Producción: Luc Besson.
Intérpretes: Liam Neeson, Maggie Grace, Leland Roser, Jon Grfies.
Si el espectador no supiera de antemano de qué va la película (como le sucedió a este cronista) las primeras escenas de Búsqueda implacable podrían hacer pensar en un televisivo drama familiar. Un cincuentón solitario y perdedor (Liam Neeson) busca con torpeza el afecto de su hija adolescente, de quien un divorcio sin duda traumático lo ha alejado irremediablemente. Pero cuando la chica –que gracias a su poderoso padrastro ha ascendido socialmente– quiera hacer un viaje de graduación a París, se sabrá que el personaje de Neeson es el de un ex agente de la CIA. Y que no le gusta nada que la nena se aleje de su mansión en Los Angeles. “Conozco el mundo y es peligroso”, le advierte.
Dicho y hecho: no más aterrizar en la Ciudad Luz y la chica ya es secuestrada por una terrible banda de albaneses que se dedica a la trata de blancas. Y como la teenager californiana es virgen, vale millones para un jeque árabe que tiene gustos caros y retorcidos. Pero allí se pone en acción el ex agente, como si fuera un nuevo Jason Bourne, dejando a su paso tendales de muertos y heridos, tanto de sucios inmigrantes musulmanes como de corruptos policías franceses.
Escrita y producida por el siniestro Luc Besson –lo peor que le pasó al cine francés desde el período del colaboracionismo–, Búsqueda implacable no sólo tiene en contra su burdo maniqueísmo ideológico, calculado para ingresar sin escalas al mercado del DVD hogareño estadounidense. A pesar de cierta eficacia en sus escenas de acción, la película dirigida por Pierre Morel (especialista en cine de artes marciales) no puede verse sino como un oportunista remedo de la saga Bourne, con el problema adicional de que Liam Neeson (Michael Collins, La lista de Schindler) es un gigantesco error de casting. Desde todo punto de vista, es inverosímil que ese tristón fuera de forma y con cara de perro mojado esté en condiciones de derrotar por sí solo ejércitos enteros de villanos armados con metralletas y –sobre todo, considerando su origen– alfanjes y cimitarras.
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