REUNIóN DE ESPECIALISTAS EN LA BIBLIOTECA NACIONAL
Marcelo Cohen, Mirta Rosenberg, Sandra Garzonio y Jaime Arrambide se reúnen hoy a las 18.30 en la Biblioteca Nacional para debatir sobre teoría y praxis de la traducción, no sólo en el mercado editorial, sino también en el ámbito teatral argentino.
› Por Silvina Friera
“No hay teorías de la traducción, sino sólo metáforas de trabajo”, planteaba el crítico y ensayista George Steiner en Después de Babel, publicado en 1975. Esta frase, que postulaba la imposibilidad de una teoría de la traducción, provocó un revuelo entre los puristas de la erudición lingüística. Lo que Steiner sostiene es que toda traducción es una experiencia metalingüística. Y de eso se trata Experiencias de traducción, un diálogo sobre la práctica actual en nuestro país, del que participarán Marcelo Cohen, Mirta Rosenberg, Sandra Garzonio y Jaime Arrambide hoy a las 18.30 en la Biblioteca Nacional, organizado por la Biblioteca y la Cámara Argentina del libro en el marco del Plan de Estímulo a la Traducción. Este encuentro, un anticipo de la celebración del día del traductor –el próximo martes 30–, será sin duda un disparador para reflexionar sobre los problemas y dificultades que enfrentan hoy los traductores argentinos, que siguen padeciendo el aplazamiento de sus derechos. Excepto los traductores teatrales, como precisa Arrambide, a quienes se les reconoce la autoría compartida, aunque se trate de regalías que perciben por la representación, el resto de los profesionales parece que aún tienen que transitar un largo camino para que la industria editorial reconozca que es un creador, en igualdad de derechos con el escritor.
Desde la narrativa, Cohen, que ha traducido a Christopher Marlowe, Ben Jonson, Jane Austen, Henry James, T. S. Eliot, Philip Larkin, Wallace Stevens, Scott Fitzgerald, J. G. Ballard, Italo Svevo, Raymond Roussel, Machado de Assís y Clarice Lispector, entre otros, analizará los inconvenientes de traducir a un escritor discontinuo y muy singular: ¿es posible hacer un “William Burroughs” para hispanohablantes variados? En el caso de la poesía, Rosenberg, poeta que se dedica a la traducción del inglés y del francés desde 1978, abordará la experiencia de Los traidores, la clínica multilingüe de traducción de poesía, voceo y rima en la traducción de Stevie Smith y Manley Hopkins. Garzonio, licenciada en Letras modernas francesas por la Universidad de París VIII, narrará ese singular laberinto de pasiones que implicó sus traducciones del filósofo y psicoanalista francés de origen griego Cornelius Castoriadis. En tanto Arrambide, traductor literario de inglés, francés e italiano, especializado en traducción teatral, reflexionará sobre el teatro de Jean-Luc Lagarce, Bernard-Marie Koltés y Marguerite Duras traducido para y con actores.
Rosenberg señala a PáginaI12 que en el país nunca se dejó de traducir. “Lo que ocurre es que el ámbito profesional de la traducción quedó bastante limitado al ensayo. Lo que se traduce de ficción es mucho menos que antes, aunque ahora las editoriales independientes están haciendo un trabajo de búsqueda y publicación de autores más ‘literarios’ y menos conocidos, si se quiere, que a los españoles se les escapan”, explica la traductora de poemas de Katherine Mansfield, William Blake, Walt Whitman, Emily Dickinson, Anne Sexton, Dereck Walcott, Marianne Moore, Hilda Doolittle y W. H. Auden, entre otros. “En cuanto a la traducción de poesía, casi nunca ha formado parte de mi campo ‘profesional’ redituable, sino que ha sido casi siempre una actividad vocacional, íntimamente relacionada con el hecho de ser poeta. Desde ya, no considero que la poesía sea un género periférico. Desde el punto de vista de la traducción, te diría que es el más central que conozco: quien pueda traducir poesía con buenos resultados puede traducir casi cualquier cosa.”
Más que ensayo, para Garzonio Castoriadis es teoría. “Uno de los filósofos que él critica mucho es Heidegger. Y una de sus críticas, particularmente interesante para mí, es por una traducción que Heidegger hace de Sófocles, una crítica que no se limita a subrayar los ingredientes totalitarios del pensamiento del filósofo alemán, sino que se sitúa desde adentro, desde el interior de una frase. Castoriadis te muestra a Heidegger casi como un impostor que usa la Antígona de Sófocles, alterándola de una manera grave: cambia la puntuación y llega a suprimir palabras para presentar al hombre de Sófocles como una encarnación del Dasein heideggeriano”, plantea Garzonio, responsable de las traducciones de Castoriadis Sujeto y verdad en el mundo histórico-social (2004), Lo que hace a Grecia. De Homero a Heráclito (2006), Una sociedad a la deriva (2006) y Ventanas al caos (2008), y traductora, entre otros, de Louis Althusser, Pierre Grimal, Elisabeth Roudinesco, Daniel Cohen y Régis Debray. “Para Castoriadis, en la visión del hombre de Sófocles hay gérmenes de un proyecto de autonomía”, aclara Garzonio. La traductora observa que, en última instancia, en estas dos traducciones de Heidegger y Castoriadis “hay dos proyectos políticos diferentes”.
Arrambide dice que a diferencia de lo que sucede con otras especialidades de la traducción literaria, “que pueden quejarse y con razón de la ausencia de un mercado local que pueda alimentar la producción de textos traducidos”, en la Argentina existe un mercado para la traducción teatral. “Eso se debe en parte a una característica intrínseca al teatro, cuya experiencia se completa y consuma en la representación escénica, lo que garantiza al teatro cierto margen de autonomía de los avatares del mundo editorial. Mientras exista, al menos en Buenos Aires, una tradición teatral fuerte y renovada, existirá la necesidad de traducir textos para la escena”, pronostica Arrambide, que ha traducido más de treinta obras de teatro y textos para la escena de algunos de los principales dramaturgos europeos contemporáneos como Jean-Luc Lagarce, Sarah Kane, Bernard-Marie Koltés, Marguerite Duras, Copi, Jean- Paul Sartre y J. B. Priestley, entre otros. Arrambide analiza las dos principales dificultades que enfrenta la traducción de teatro en el país, “dificultades que como las cabezas de la Hidra de Lerma, surgen precisamente de la existencia de ese mercado”, compara el traductor.
“El mercado de la traducción teatral, o al menos de las obras o autores con posibilidades de ser montados profesional y comercialmente, es un mercado monopólico, ocupado por un par de agencias de manejo de derechos de autor que venden los derechos de representación para la Argentina, pero obligan a los directores a utilizar la traducción que la propia agencia proporciona. Más allá de la calidad de las traducciones en cuestión y del doble negocio de estos comerciantes, se impone a los textos un cerrojo que asfixia la variedad de otras lecturas”, advierte Arrambide.
“La independencia del teatro respecto del mundo editorial también hace que los textos que se traducen de manera independiente para ser puestos en escena y no para ser publicados terminen perdiéndose justamente por la inexistencia ahora sí de un mercado del libro teatral, ni una cultura o tradición de la lectura de teatro”. En la Argentina, precisa Arrambide, “los únicos traductores que cobran derechos de traducción son los traductores de teatro, pero se trata de regalías que perciben por la representación, y lo hacen vía Argentores, única institución que reconoce en los hechos que el texto traducido es de autoría compartida, una gran deuda que la industria editorial argentina tiene todavía con los traductores profesionales.”
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