“Hay momentos en que no se puede hablar más y se canta”, decía Horacio Pigozzi a este diario en 2006, cuando subió a escena su puesta de La flauta mágica, de Mozart, para Juventus Lyrica. El 29 de agosto había estrenado El barbero de Sevilla y, unos meses antes, La bohème, de Puccini, en el Konex. Fue uno de los emergentes más importantes entre las nuevas generaciones de puestistas formados en el Instituto Superior de Arte del Teatro Colón y surgidos junto con el florecimiento del CETC. Fue director de arte de Evita de Alan Parker, La peste, de Luis Puenzo y Epitafios, para HBO. Debido a una afección respiratoria había sido internado en el Hospital Fernández hace dos semanas y el miércoles falleció a causa de un paro cardíaco.

Pigozzi se caracterizaba por el refinamiento en sus lecturas de las obras que dirigía y por un trabajo meticuloso sobre el texto. “Lo importante es contar la historia. O, mejor, que sean los personajes los que la cuenten”, decía. Entre sus producciones para el CETC se destacan las de Pierrot Lunaire, de Arnold Schönberg; Alicia en el país de las maravillas, de Marta Lambertini; Ocho canciones para un rey loco, de Peter Maxwell-Davies, y la cantata Lucrecia, de Georg Frideric Händel, con Adriana Mastrángelo como protagonista. En las temporadas de Juventus Lyrica realizó Mavra y La historia del soldado, de Igor Stravinsky; La violación de Lucrecia, de Benjamin Britten; El murciélago, de Johann Strauss; Wozzeck, de Alban Berg; La flauta mágica y Madama Butterfly, de Giacomo Puccini.