Vie 12.12.2008
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PABLO FAYO Y AGAPITO, CHICO DE TAPA DE LA FIERRO QUE APARECE MAÑANA

“Es todo un gran malentendido”

› Por Lautaro Ortiz

Agapito –el personaje creado por el dibujante Pablo Fayó y que ocupa la nueva tapa de Fierro, en el último número de este año– es a simple vista la caricatura de un idiota que se sonríe sin saber por qué. Todo está bien para ese freak de cabeza ancha y fuerza bruta, que suele aparecer sin que lo llamen resolviendo las absurdas historias hogareñas protagonizadas por dos gemelos sin nombre. Sin embargo, ese fenómeno de la naturaleza (que parece salido de la película Freaks de Tod Browning) es más que un personaje: es un símbolo, un sello, el otro lado de la historieta convencional que propone a un héroe en busca de la aventura. Agapito es la negación de todo, su universo es tan chiquito y delgado como el único rulito que tiene en su cabeza. Y ahí radica la grandeza del mundo Fayó.

Surgido de las páginas de la primera Fierro (en el suplemento experimental Oxido), Fayó es, junto a Esteban Podetti y Max Cachimba, uno de esos dibujantes a los cuales la palabra “maestro” les cayó sin darse cuenta. Cantante de tangos, esporádico actor, errático en su oficio del plumín, el dibujante sigue sin entender el asunto: “Todo es un gran malentendido”, asegura.

–¿Quién es Agapito? O, mejor dicho, ¿qué es Agapito?

–La primera vez que lo dibujé fue para la revista ¡Suélteme! en los ’90. El título original era El tarado de tu amigo, y el personaje salió de un dibujo suelto. Ahora, ¿quién es? no lo sé... Gráficamente es como un icono, una figurita. No se mueve demasiado, es como durito... Tiene esa cosa de sellito. Siempre tiene la misma expresión en la cara, esa especie de sonrisa boba. Narrativamente, me gusta el concepto de un personaje que no hace nada, y la historia va sucediendo alrededor suyo. En realidad, tiene una historia lejana con aquella película Freaks de los años ’30, esos fenómenos que trabajaban en un circo. Agapito también es microcéfalo y tiene ese mechoncito de pelo como los pinhead de la película. De ahí también se inspiró el dibujante norteamericano Bill Griffith para hacer su personaje Zippy. Pero yo no nunca la había visto, hace poco vi algunas escenas en YouTube. En realidad, el mechoncito lo saqué de un personaje totalmente secundario que dibujó Bud Sagendorf en una tira de Popeye, una especie de pinhead gigante. Incluso, hace un tiempo tuve una conversación con un joven realizador cinematográfico, Pablo Parés, y especulábamos con la posibilidad de hacer una película. El quería saber si Agapito era down. No es la caricatura de un down, pero tiene algunos elementos, los ojitos medio achinados, y también la fuerza física.

–¿Y los gemelos, que son el motor de las historias de Agapito?

–No recuerdo cómo surgieron. Sí que hice unas tiras con ellos para la revista La Mano. También que les cambié el nombre, pasaron de llamarse “Los Gemelos Ranser” a ser “Los Hermanos Peladilla”. Cuando los metí en la historieta de Agapito, me di cuenta de que no importaba demasiado cómo se llamaran, así que ni siquiera me molesto en nombrarlos. Lo único que se sabe de ellos es que son gemelos univitelinos.

–Junto con Estaban Podetti, usted es sin duda uno de los dibujantes que marcó un camino para el resto. ¿Le agrada que se diga eso de su trabajo?

–Me resulta bastante divertido. Me suena a un gran malentendido. Lo digo por mí, porque Esteban Podetti es un fenómeno, un innovador, y yo creo haber aprendido mucho de él, pero resulta confuso porque empezamos ambos en la vieja Fierro y éramos amigos, entonces para todo el mundo éramos Fayó y Podetti, Podetti y Fayó. Me pasa todavía cruzarme con gente que me dice Podetti...

–¿Qué pasó desde aquel Fayó de la primera Fierro al Fayó de los ’90 y a éste que viene trabajando firme en la segunda etapa de la revista?

–Las cosas de la vieja Fierro me gustan porque son frescas, yo andaba alrededor de los veinte años y se nota que hacía lo que se me daba la gana. Creo que lo mejor esta ahí. En los ’90 yo andaba alrededor de los treinta, algo más tenso, como que esos trabajos estaban hechos pensando en el lector, y eso hizo que se resintiera un poco esa espontaneidad. Ahora trato de relajarme y hacer lo que me da la gana, porque me parece que las mejores cosas salen cuando uno se olvida de todo y se concentra en autosatisfacerse, en contar historias que a uno le gustaría que le cuenten, supongo que porque en algún punto sigo siendo un pibe semiautista. Yo soy un tarado, me río solo cuando dibujo. A veces me preguntan qué hago y yo digo “historieta”. Ni historieta humorística, ni humor gráfico, ni nada. Para mí el humor es un elemento más dentro de la historieta.

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