Domingo, 28 de diciembre de 2008 | Hoy
UN DEBATE SOBRE LAS OBRAS EN LA SAGRADA FAMILIA
Por Agustí Fancelli
Desde Barcelona
A la pregunta de por qué el primer Ayuntamiento socialista de Barcelona no hizo nada para parar las obras de finalización de la Sagrada Familia, a pesar de que su delegado de Urbanismo entre 1980 y 1984, Oriol Bohigas, había abanderado la protesta contra las mismas, el arquitecto develó el miércoles pasado: “Porque Maragall, como explica en sus recientes memorias (Oda inacabada), era partidario de continuarlas. Un tío suyo, Juan Antonio Maragall, formaba parte de la junta constructora”. Como los Güell o los Bocabella, la familia Maragall estuvo en esa junta, cuyo presidente nato es el arzobispo de Barcelona, desde su fundación en 1893. Bohigas participó el miércoles en un vivo debate en el Fomento de las Artes Decorativas (FAD) que reunió a un amplio abanico de profesionales para debatir sobre dos obras de Gaudí que se hallan en el epicentro de la polémica: la Sagrada Familia y la Cripta Güell de Santa Coloma de Cervelló, a 15 kilómetros de Barcelona. El acto reunió tanto a detractores de estas últimas intervenciones –como Quim Espanyol, autor de un extenso informe sobre la Cripta, encargado por el Ministerio de Cultura; Juanjo Lahuerta, arquitecto e historiador, o Elías Torres, autor de la reforma del Parque Güell, entre otros– como a defensores: estaba José Luis González para defender su reforma de la Cripta Güell, o Jordi Rogent, responsable municipal del patrimonio arquitectónico, que defiende la reforma.
El párrafo de las memorias de Maragall al que aludía Bohigas dice textualmente: “Soy partidario de acabarla, con el arco sobre la calle de Mallorca, pero a la vez soy partidario convencido del túnel por el que pasará el futuro AVE hacia Francia, justo al lado del templo. No nos conviene en absoluto retrasarlo más”. Por el momento, los técnicos de ADIF, empresa pública encargada de la construcción de este túnel, tienen vetado el acceso al templo para colocar sensores que recojan el estado real del edificio y permitan proyectar el muro–pantalla subterráneo que se construirá para protegerlo. Mientras, la junta del templo presentó varios recursos ante la Audiencia Nacional para paralizar el túnel. Por su parte, las obras del templo, que se realizan sin permiso de obra alguno, prosiguen a buen ritmo, sufragadas mayormente por el precio de la entrada y sin que esos ingresos reviertan en la mejora del barrio, colapsado por los turistas.
En referencia a la Cripta Güell, la otra obra de la discordia, Quim Espanyol reconoció la “alta calidad técnica” de la intervención realizada para preservar la construcción, pero lamentó que ésta hubiera ido más allá, introduciendo “añadidos diseñados” absolutamente inadecuados, como una cubierta desmesurada, una nueva escalera para acceder a ella o un monolito con la palabra “Amén” de nueva factura. Esta obra, en la que Gaudí ensayó muchas soluciones arquitectónicas que luego trasladaría a la Sagrada Familia, quedó interrumpida por falta de financiación coincidiendo con la Primera Guerra Mundial, y luego sufrió múltiples reformas, hasta la última, motivada por una grieta detectada en 1989.
“Nos propusimos recuperar la imagen de la obra abandonada en 1915, pero no somos talibanes –replicó José Luis González–. Nunca quisimos continuar la obra de Gaudí, sino hacer una hipótesis de cómo hubiera sido si se hubiera acabado. Nuestra intervención siempre marca dónde acabó Gaudí y dónde empezamos nosotros.” La reforma fue denunciada en los juzgados. Manuel Medarde, que lidera esta iniciativa, denunció en el debate la tala de árboles llevada a cabo, cuando Gaudí siempre buscó soluciones, incluso complejas, para respetarlos. Como en otras ocasiones, Oriol Bohigas concluyó su intervención pidiendo la intervención del Ayuntamiento, tanto en la Sagrada Familia como en la Casa Batlló del paseo de Gràcia. La presidenta del FAD y moderadora del debate, Beth Galí, cerró el acto recordando una frase del arquitecto Jorn Utzon, recientemente fallecido: “Las grandes obras deben quedar inacabadas”. Lo dijo poco después de haber sido expulsado de la construcción de la Opera de Sydney, el edificio que le reportó fama mundial.
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