Sábado, 17 de enero de 2009 | Hoy
THC, LA REVISTA DE LA CULTURA CANNABICA, CUMPLE DOS AÑOS
Frente a la posibilidad de que se despenalice la tenencia de marihuana para uso personal, los hacedores de la publicación, Emilio Ruchansky y Sebastián Basalo, piden que se enriquezca el debate, hacia dentro del Estado y con la participación de ONG, jueces y especialistas.
Por Luis Paz
Aunque breve, la historia de la revista THC reúne ya varios momentos para el recuerdo, suerte de hitos –a su manera– relacionados con cada uno de los objetivos específicos de la experiencia editorial “de la cultura cannábica”, que este mes cumple dos años de publicación bimestral y festeja con un Andrés Calamaro manos-de-tijera en su decimotercera tapa. Volver a poner a El Salmón en los puestos de revistas fue uno de aquellos hitos, comenzados en diciembre de 2006 con la presentación en sociedad y el recupero de Albert Hoffman en el centenario de su nacimiento. Luego, THC denunció detenciones durante la marcha por la legalización de 2007, la más reciente si se contempla que en 2008 no fue permitida; y accedió a un intercambio con el ministro Aníbal Fernández sobre la despenalización.
Con miles de caracteres entregados a una militancia despenalizadora y descriminalizadora, las tijeras encargadas de podar cada edición de THC –en este caso su director, Sebastián Basalo, y su editor general, Emilio Ruchansky– se convirtieron en fuentes de consulta respetables, lo mismo que sucedió con la revista que dirigen.
“El narcotráfico no es un problema para el Estado, porque le genera ganancias. El problema es el consumidor, que le genera pérdidas en el sistema penitenciario –mientras aguarda un juicio por un par de gramos de marihuana–, y que le reclama cuidados sanitarios”, identifica Basalo. En ese contexto, ambos coinciden que la despenalización es un paso necesario, pero aún menor: “Hablar hoy de despenalizar ya no es progre”, aseguran.
–¿Qué fuerza tiene hoy el debate en torno de la despenalización? En la mayoría de los medios pareció volver a retirarse...
–Hay que estar atentos a los fallos de la Corte Suprema, en particular en el caso de Rosario, por el que debe fallar en febrero. La Corte no suele tener que pagar costos políticos y eso hace que sus decisiones no estén determinadas por coyunturas sino por las intenciones de quienes la forman. Desde el primer número de THC vimos que era el camino. En medio, recibimos una sorpresa como el apoyo de Aníbal Fernández. Pero últimamente, el tema volvió a entrar en un stand by. Y eso no debe suceder, porque no sólo estamos hablando sobre los derechos de una persona a fumar marihuana en la intimidad de su casa, sino que se trata de negocios con mucha guita y poder en danza, de pibes que pasan tres años en prisión preventiva por dos porros. En esa complejidad nació y se desarrolló hasta acá ese debate, y no lo esperábamos, como tampoco que en 2008 la derecha tuviera tal avance.
–¿En qué sentido lo dicen?
–Hay una formación discursiva muy fuerte, desde la Iglesia Católica, pero también desde la ética protestante, que volvió a aparecer el año pasado en torno del paco, igualándolo a la marihuana, por ejemplo. La ley actual tiene una utilidad para la derecha, la de ser una excusa más a la hora de detener a alguien. El paco no es una droga, es un tóxico con marketing de droga. Todos los estupefacientes te dañan, como te daña una hamburguesa, porque estás viviendo el cuerpo, que desde el nacimiento va muriéndose. Pero el paco es un tóxico, es como aspirar gas de una garrafa.
–¿Pero se sigue viendo tan terriblemente a las drogas “recreativas”?
–El divertimento está pensado como improductivo, y más si ese divertimento es una disidencia en la conciencia. Y después está el tema moral: que “en el camino de las drogas te perdés y no salís más”. Por oposición a eso, en THC nos preguntamos: ¿cómo podés hacerte el boludo en un país en el que el 8 por ciento de la población fuma marihuana? Excepto que tengas un sistema penitenciario privado muy fuerte, si no despenalizás y no buscás la forma de reducirle los daños al usuario, en un momento las cárceles se te van a saturar. Tan arraigada está la negación del placer que recién se da el momento político de pensar si para un pibe con problemas con drogas no es mejor tener un médico cerca que un policía.
Basalo y Ruchansky concuerdan en que existe, para el imaginario colectivo, una relación estrecha entre pobreza, drogas y violencia. “No negamos que haya casos en los que estén relacionadas, pero un tipo más macabro de violencia lo ejerce el poder sobre los pobres.” Para sortear ese abuso, creen necesario que se retome el debate, con carácter parlamentario, judicial y ejecutivo, hacia dentro del Estado y con la participación de ONG, jueces y especialistas sanitarios. “Aníbal Fernández y Elisa Carrió, que se la pasan peleando, coinciden en que hay que hacerlo. Será un paso, pero no hay que olvidar que lo legal y lo sanitario deben ir juntos.”
–Que sustancias de uso extendido en la sociedad actual sigan siendo consideradas ilegales, ¿no es un problema sanitario?
–Sí, y los problemas sanitarios pueden empezar en la comisaría, si te agarran con un porro y le caíste mal a los policías y te agarran a trompadas. ¿Pasa? Sí, como pasa que hay pibes que afanan para fumar paco.
–¿Afanan para fumar o fuman para animarse a afanar, por otra necesidad?
–Bueno, ahí está la función del paco como herramienta de control social y tiene que ver con lo que decíamos sobre el poder ejercido en un sistema de dominación. Si ponés a la gente en una situación donde la única forma de comer es salir a afanar, acercás un tóxico barato a todas las villas y lográs convencer a la madre para que, ya que no podés atenderlo, te pida que lo encierres, entonces hacés virar a la derecha a esa gente: le creás una necesidad para controlarla, porque un pibe que fuma paco es un pibe menos cortando Puente Pueyrredón.
“En THC no promovemos, avalamos. O, de última, documentamos una realidad que no se puede negar.” De esa forma queda definido el concepto detrás de la publicación, que con debilidades y fortalezas logró instalar debates e informaciones en puestos de diarios, casas familiares y recintos públicos. “Estamos muy conformes de brindar más información en la mesa para quien quiere tener un consumo más responsable, para dejar de estar estigmatizado o hacerle entender a su familia que no es una oveja negra y que tiene el derecho de fumar faso como su papá de tomar vino. Con responsabilidad.”
–Y a la familia del usuario, ¿qué le dicen?
–Que es mejor que tu pibe se fume un porro en tu casa, tranquilo, a obligarlo a salir a fumarlo afuera y que le pase algo. Claro que es mejor. Nosotros asumimos la posición del hijo y en este tema siempre te obligan a asumir la posición del padre. ¿Por qué me preguntás a qué edad dejaría fumar a mi hijo? ¿Por qué no me preguntás a mí, como hijo, a qué edad tuve ganas, por qué tuve ganas, por qué creo que soy responsable para hacerlo?
–¿Cuál es la justificación de un nuevo medio impreso en esta época?
–Cualquier medio en papel debe tener una justificación, especialmente hoy, habiendo tantas herramientas digitales. THC tiene su justificación en papel cuando lleva estos temas a un kiosco, al lado de otras revistas; cuando tenerla en casa significa que la madre también la lea; como un objeto, que es un guiño a otros que eligen lo mismo que vos; la multiplicación que produce que la gente la lea en medios de transporte. Tenemos una proyección de 1/6: por cada revista que vendemos, calculamos que seis personas la leen. Del último número vendimos 20 mil ejemplares.
–Muchos lectores para una revista que comenzó siendo “de nicho”...
–Y se multiplican. Por ejemplo, un pibe encontró a la vieja leyendo la entrevista a Marcela Pacheco. La madre le dijo: “Qué interesante lo que dice esta señora”, por la periodista. A la semana, la mamá del pibe estaba plantando porque quería probar eso que fumaba Pacheco. A ese pibe, haber comprado la revista le brindó una ganancia política enorme en su casa.
–¿Creen que, efectivamente, la sociedad se tornó más tolerante?
–Es indudable el fenómeno de la salida del closet, como sucede con lo queer. Una palabra de la que nos apropiamos es “diversidad”, y otra “orgullo”. En EE.UU. hubo un momento histórico de orgullo de raza, de los negros, y en Inglaterra de clase. Y hay cada vez más gente que deja de encerrarse en el baño o de fumar al lado del ventilador y se hace cargo de ese orgullo, como James Brown: “I’m black and I’m proud”.
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