Lunes, 9 de febrero de 2009 | Hoy
DE MEMORIA. TRAMAS LITERARIAS Y POLíTICAS: EL PASADO EN CUESTIóN
El libro, publicado por Eudeba y compilado por Ana María Zubieta, incluye ensayos de la propia compiladora, Pilar Calveiro y Enrique Foffani, entre otros. El eje está puesto en los diversos modos en que la literatura narró las experiencias dictatoriales.
Por Silvina Friera
El recuerdo es infiel por naturaleza: descomprime, deforma, suprime y asedia. La recurrencia por volver a poner “el dedo en la llaga” de los dolores del pasado, sobre los que se han escrito tantas páginas valiosas como olvidables, despliega sobre la mesa de nuestro presente la certeza de que no todo fue dicho. Hay una tensión histórica, una responsabilidad intelectual, un compromiso político o un impulso artístico ineluctables a la hora de revisitar esos relatos, que reclaman ser contados nuevamente bajo el optimismo de la novedad, pero con el pesimismo de la saturación. Un puñado de integrantes de la cátedra Teoría Literaria II, de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, guiados por las especulaciones teóricas de Walter Benjamin, Andreas Huyssen, Giorgio Agamben, Paul Ricoeur y Hannah Arendt, entre otros, comenzó a examinar qué sucedió en la literatura argentina veinte años después del golpe militar del 76; cómo se narró la experiencia de la dictadura y el modo adoptado para referirse a los asesinos, a los cuerpos desaparecidos, a los territorios y espacios –ya fueran el encierro, el exilio, la plaza–, y a las víctimas. Pero el proyecto se amplió por una doble vía. La interrogación se extendió más allá de los límites geográficos del país, abriendo las compuertas a la reconstrucción de los últimos años del gobierno de Salvador Allende, la dictadura de Pinochet y el retorno a la democracia en los textos del chileno Pedro Lemebel, que le dan voz al “mariconaje urbano”, y a Edward Said y su afán por encontrar una solución al problema de la ocupación territorial en Palestina. Pero también se quebró la “imposición temporal” para incluir el testimonio del general José María Paz, un soldado de la Independencia que luchó en el ejército de Belgrano, pero también contra los caudillos, que cayó prisionero de Estanislao López y permaneció ocho años en prisión.
El resultado de este proyecto es el libro De Memoria. Tramas literarias y políticas: el pasado en cuestión (Eudeba), compilado por Ana María Zubieta, que incluye un ensayo de la propia compiladora, Pilar Calveiro, Enrique Foffani, Oscar Blanco, María Cristina Ares, Alicia Montes, Patricio Montenegro, Marcelo Gómez, Adriana Imperatore, Nora Rabotnikof y Silvana Rabinovich (ver aparte). “Nos sedujo pensar por qué a veinte años del golpe militar, cuando ya se había producido el Juicio a las Juntas, comenzó a aparecer una gran cantidad de novelas que tomó como referencia la experiencia de la dictadura, un fenómeno que me pareció muy sintomático. Nos interesaba indagar en la relación entre memoria y violencia política”, cuenta Zubieta en la entrevista con Página/12. “Ante la proliferación del interés por la memoria, hubo también una saturación. Y ésa era una de nuestras preocupaciones: cómo volver sobre aquello de lo que se habla tanto. Cuando hablás mucho de lo que ya se habla, tenés que decir algo nuevo para no generar una banalización. La diversidad y la diferencia de enfoques de los trabajos amortiguan el efecto de volver sobre lo mismo.”
“La ficción está cubriendo un campo de decibilidad que intentó salir de lo exclusivamente testimonial”, advierte Zubieta, doctora en Letras por la Universidad de Buenos Aires y profesora titular de Teoría Literaria II. ¿Por qué la memoria es tan acuciante como objeto de investigación? “Lo que aparece es la tensión entre la posibilidad de almacenarlo todo y la cuestión de lo efímero, lo que es descartado, olvidado; rápidamente otra oleada intelectual, otro discurso, tapa al anterior”, plantea la docente e investigadora. “El título del libro tiene que ver con la educación en la que me formé hasta que se produjo ese corte en donde ‘estudiar de memoria’ era una mala palabra –recuerda Zubieta–. Pero quizás en este momento haya que revisar si algunas recuperaciones de la memoria no son valorables. Esa cuestión de que cuando vos estudiás de memoria solamente repetís como un loro, no es tan así. Creo que algo de la reflexión acompaña, porque además repetir ante otro mecánicamente, fielmente, no es posible. Sabemos que la memoria nunca es fiel, siempre habrá una entonación que quebrará ese pacto de fidelidad. Eso me pareció muy interesante: el recuerdo como una búsqueda infructuosa en la medida en que resulta imposible reponer el original. La cuestión del recuerdo es relevante no sólo para los acontecimientos históricos. Lo que importa es cómo se dice, desde qué lugar se dice, qué pretensión de verdad hay, para qué se cuenta el recuerdo.”
En “La tela de Penélope” Zubieta propone la lectura de tres obras publicadas casi veinte años después del golpe militar: El fin de la historia, de Liliana Heker; Villa, de Luis Gusmán; y Un secreto para Julia, de Patricia Sagastizábal. “Las tres novelas tienen un hilo conductor que es la cuestión del secreto: el secreto y el silencio, el secreto y la vergüenza, alguien que no va a contar o dar testimonio. En el caso de Villa, porque es un médico que ha asistido en las torturas de la Triple A; en el caso de Heker, porque la mujer que fue torturada y tuvo un vínculo amoroso con su torturador fue muy sancionada por ciertos sectores –explica–. En El fin de la historia no es la mujer torturada la que decide no contar. La que renuncia a escribir es Diana Glass porque está avergonzada de la historia, porque dentro de la entereza de una mujer militante no podía admitirse ese quiebre. Lo que se reconstruye ahí es la idea de quiebre, que no tiene que ver con el hecho de haber sido victimario. En el caso de Un secreto para Julia, porque es una vergüenza íntima haber tenido una hija producto de una tortura y violación. Hay distintas razones en esta novela para decir de ‘esto no voy a hablar nunca, va a seguir siendo secreto’.”
Las tres novelas analizadas por Zubieta tratan de historias que pertenecen a una zona gris, que Agamben define como “una gris e incesante alquimia donde el bien y el mal y todos los metales de la ética tradicional alcanzan su punto de fusión”. “La tela de Penélope” es una frase de Benjamin en la que alude a la memoria como lo que se va tejiendo y destejiendo. “Uno vuelve una y otra vez sobre el recuerdo que tiene del pasado y siempre se da cuenta de que es algo aproximado. Lo que han hecho las ‘ficciones del yo’ es poner en evidencia que se horadan los cimientos mismos de aquello que constituyó un relato, y empiezan a aparecer las contradicciones, las versiones distintas, las perversiones”, subraya Zubieta. “En este momento hay una emergencia de los ‘relatos del yo’ y una búsqueda en relación con lo autobiográfico, porque hay sujetos que consideran que su historia es lo suficientemente valiosa para ser contada. Los relatos autobiográficos tienen algo de ejemplar, quieren ser memoria de una generación, de un lugar, de una etapa de la historia. No es un tipo de ficción que me interese particularmente, pero creo que eso es lo que está ocurriendo.”
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