FORMACIóN INTEGRAL EN LITERATURA INFANTIL Y JUVENIL
El programa Dijo Alicia, que se lanzará hoy en Casa de Letras, está dedicado a quienes se vinculan con niños y jóvenes en su vida profesional, social o familiar. Tiene un cuerpo de docentes de lujo: Liliana Bodoc, Istvansch, Nora Lía Sormani y Sandra Comino, entre otros.
› Por Silvina Friera
Aunque se escribe y se publican muchos libros de literatura infantil y juvenil (LIJ), la especialización en el género escasea tanto como la reflexión sobre por qué cuesta ampliar las opciones de formación. Los maestros de primaria egresan de los profesorados sin haber tenido ningún tipo de capacitación específica; en la mayoría de las carreras de Letras no hay ninguna materia que se llame LIJ, salvo en la Universidad de Salta. Al magro menú se agrega un seminario en la UBA y un postítulo que se cursa en la Escuela de Capacitación Docente (CePA) del Ministerio de Educación de la ciudad. A estas excepciones, que confirman la regla, se suma ahora Dijo Alicia, Programa de Formación Integral en Literatura Infantil y Juvenil que comenzará a funcionar a partir de hoy en Casa de Letras (Perú 375). Destinado a docentes de escuelas primarias y secundarias, bibliotecarios, promotores de editoriales, libreros, pediatras, enfermeros, psicopedagogos y a todos aquellos que se vinculen con niños y jóvenes en su vida profesional, social o familiar, la propuesta, tan ambiciosa como necesaria, articula campos expresivos que no siempre van de la mano, como la escritura, la ilustración, la lectura, el teatro y la narración oral. El seleccionado de profesores, integrado por Liliana Bodoc, Istvansch, Sandra Comino, Nora Lía Sormani, Vivi García y Carlos Silveyra, sintetiza ante Página/12 los principales desafíos de este nuevo itinerario formativo de un año de duración que propone Dijo Alicia.
“Si no hay miedo al papel en blanco, aunque uno se maneje con palotes, confío en que se puede aprender a dibujar e ilustrar”, plantea Istvansch. “Tal vez sea un recorrido más largo porque habrá que romper con más prejuicios y convenciones que en la infancia, pero que es posible, es posible.” Lo que propone es que sus alumnos puedan comprender el lenguaje del libro ilustrado. “La tarea no es específicamente convertirse en ilustrador, sino lograr que se entienda el libro como objeto, sus partes, su arquitectura, el cómo se proyecta y encara, los códigos que le son inherentes desde el costado del proyecto gráfico y la ilustración, que sirven para comprender el nexo íntimo que se establece con el lector.” El ilustrador revela por qué en sus libros trabaja principalmente con tijera y papel. “Es una elección que deriva de no querer enchastrarme los dedos y lavar pinceles, del hartarme de que se me terminen los lugares en la huevera. Cuando uno dibuja, el que tiene la voz principal es el libro, que pide cosas y es muy clarito. Los libros son seres vivos muy inteligentes, y en ese camino, si hay que usar pinceles, si otro material que no sean los recortes es necesario para expresarse dentro del libro, los uso.”
El fundador del Foro de Ilustradores de la Argentina advierte que cuando empezó a ilustrar no había cursos ni talleres. “Fuimos los mismos ilustradores los que empezamos a pensar sobre la imagen como un lenguaje hecho y derecho sobre el que nada había; todo lo que había de reflexión en literatura infantil era desde los textos”, recuerda Istvansch. “El género con el que más me identifico es el libro-álbum, que se define como un todo de texto, imagen, diseño y edición, en donde ninguno de los lenguajes es subsidiario del otro, en donde ninguno predomina, sino que todos se unen para formar el discurso. Lo dicho por la palabra no está dicho por el dibujo, lo dicho por la ilustración, no está dicho por la palabra. Si no leemos uno de los discursos, el sentido se pierde. Ese es el espacio en el que me siento más cómodo, un espacio activo, de opinión y significados, de apuesta a la pregunta que pueda hacerse el lector”, admite Istvansch, creador de la primera colección de libros-álbum del país, publicadas por Ediciones del Eclipse, puntapié inicial de este tipo de ediciones en Argentina.
“A pesar de la oferta tecnológica, la falta de tiempo de los adultos, las corridas diarias de los mismos chicos, el cuento sigue cautivando. La palabra dicha, junto al gesto, la mirada, los silencios que dicen tanto, junto a todo lo que pone el narrador en escena, la historia, que es la protagonista, sigue convocando”, subraya la narradora oral Vivi García. “Lo compruebo cada martes en la escuela en la que soy bibliotecaria. Toda la comunidad escolar sabe que después de izar la bandera, antes de entrar a las aulas, cuento un cuento. No debo pedir silencio, simplemente me ubico en el centro del patio, los chicos se sientan en el piso y se entregan a la magia del relato. Es una especie de fascinación. Quizás esto venga de lejos, del hombre del fogón, cuando se escuchaban y comunicaban las experiencias cotidianas, las pautas de convivencia, la vida misma, en esa rueda infinita. La escucha se educa, es cuestión de ofrecer la palabra como quien hace un regalo y el resto se teje solo. Sería maravilloso que en cada hogar se pudiera volver a la sobremesa ‘conversada’. Es cuestión de proponérselo. Apagar la televisión un rato, y escucharnos y contarnos.”
La materia “Narración Oral” se orientará hacia el trabajo específico de llevar a la oralidad cuentos para chicos. “Trabajaremos en torno al proceso de adaptación, todo lo que hace a la apropiación de la historia, ‘poniéndola’ en el cuerpo a través de ejercicios de improvisación, juegos teatrales y la expresión corporal –anticipa García–. La selección de la historia, el uso del cuerpo, de la voz, del espacio escénico, son algunos de los contenidos a abordar. La idea central gira alrededor de la toma real de conciencia de que todos podemos contar cuentos a los chicos, y en los más diversos ámbitos: la casa, la escuela, el hospital, el teatro. Todo se les puede contar a los niños, la historia de una familia, una anécdota, un cuento”, resume la narradora oral.
A cargo de la materia escritura creativa, Liliana Bodoc dice que “hacer literatura infantil y juvenil implica una búsqueda estética e idiomática y una hondura de contenidos tan severa como la de quien se sienta a escribir para adultos”. El módulo estará organizado alrededor de tres cuestiones que para la autora de la Saga de los confines son esenciales: el trabajo sobre conceptos que un escritor debe conocer y manejar, como tipos de narrador, discursos, estructuras temporales y espaciales e intertextualidad; una fuerte apuesta a estimular las virtudes prioritarias para encarar la escritura, como el rigor, la imaginación, la búsqueda insolente, el compromiso y la actitud lúdica, y, finalmente, las consideraciones específicas. “Se trata de no olvidar a nuestros receptores y construir textos que puedan ser decodificados por ellos. Esto no significa de ningún modo degradación del hecho artístico. Significa comprensión del ‘corpus existencial’ de mi lector ideal y ¡demolición de prejuicios!”, sostiene Bodoc.
Todavía en muchos ámbitos se piensa la literatura infantil y juvenil con minúscula. Bodoc cree que es posible modificar esta concepción desde las cátedras universitarias, “desde la honestidad del grupo intelectual dirigente que, por mucho que cacaree a este respecto, acaba por ningunear a los escritores de literatura infantil, desde la calidad del material que elijan las editoriales, los maestros y los profesores”. Pero sobre todo, apunta la escritora, se debe modificar desde los escritores. “Una vez hice una prueba. Fue en una charla que di en la feria del libro. Oculté la tapa de varios libros para que las marcas de ilustración no dieran ninguna pista y leí, entremezclados, textos de literatura universal, escritores de literatura infantil y juvenil y escritores contemporáneos de alto reconocimiento. Nadie, de entre un público capacitado, pudo diferenciar unos textos de otros.”
Nora Lía Sormani, responsable de las materias lectura de clásicos y teatro, sostiene que a pesar de que la literatura para niños y adolescentes suele ser desatendida, está a la altura de la literatura universal. “Lo que Italo Calvino señala respecto del valor de los clásicos es amplia y perfectamente aplicable a los libros de Carlo Collodi, Mark Twain y Catherine Paterson”, ejemplifica Sormani. “Analizaremos la poética de las obras y su universalidad, pero por sobre todo nos preguntaremos qué tienen estos textos que, a diferencia de Hamlet o del Ulises de Joyce, involucran a los niños y a los adolescentes tanto como a los adultos.” Para la especialista, es fundamental el contacto con los clásicos desde la infancia para niños y adolescentes. “Cuando se los ha leído en la niñez y adolescencia, el lector adulto goza doblemente de esos textos: porque lo regresan a su origen y porque ahora puede generar nuevas lecturas. Un lector que no ha leído en su infancia ni en su adolescencia los clásicos para niños, debe hacer el esfuerzo de brindarse esa experiencia. Sin duda, marcará en él un antes y un después, sentirá que ha salido en busca de un tiempo perdido”, sugiere Sormani, parafraseando a Proust. Sobre la materia teatro, comenta que se trabajará en tres dimensiones: el texto dramático en su pura dimensión literaria; el texto dramático conectado a una idea imaginaria de puesta en escena (implícita en la escritura) y el texto espectacular como acontecimiento histórico sobre las tablas. “Las tres lecturas arrojan datos preciosos y permiten acercamientos muy fructíferos”, asegura la crítica e investigadora.
“Recorrer las diferentes etapas de la literatura infantil y juvenil, la renovación temática a partir de una nueva concepción de infancia y elegir textos con valor literario, trabajo del lenguaje, equilibrio entre historia y escritura y que se puedan narrar, porque no todos los cuentos son narrables, no es tarea sencilla”, reconoce la escritora y docente Sandra Comino, que se encargará de la materia lectura de autores argentinos. Historias de amor, cuento fantástico, maravilloso, realista, de humor es el paseo genérico que propone Comino. “Voy a incluir textos que no fueron pensados para la infancia, pero que sí pueden disfrutar los chicos, y cuentos o fragmentos de novelas que puedan narrarse que fueron pensados especialmente para chicos o jóvenes, pero que tienen el encanto que cautiva al doble receptor”, subraya la escritora. “El otro zapato de cenicienta”, de Marcelo Birmajer; “Juan y el sol”, de Mempo Giardinelli; “Como si el ruido pudiera molestar”, de Gustavo Roldán, o “Amigos por el viento”, de Bodoc, “son cuentos que abordan temáticas universales, que están tan bien escritos que se pueden narrar y gustan a una amplia gama de receptores, que incluye casi todas las edades y, por supuesto, al adulto”. Comino transitará por el boom del ochenta de la literatura para niños y jóvenes que tienen autores conocidos como Valentino, Schujer, Devetach, Cabal, entre muchos otros, “que marcaron una época y nos dieron todos los permisos para hablar de diversos temas sin subestimar al receptor”, aclara la docente. “Pero me interesa también rescatar las voces de la segunda generación de escritores que renuevan la literatura infantil y juvenil con un cierto riesgo que recoge lo sembrado por los pioneros, pero que tienen otra identidad, como Laura Escudero, Angeles Durini o Paula Bombara.”
El escritor y docente Carlos Silveyra, responsable del Módulo introductorio del programa, advierte que es necesario reflexionar sobre el lugar del receptor, lugar que ha cambiado en la segunda mitad del siglo XX. “Esta reubicación del lector será muy útil para pensar el campo de la literatura infantil y juvenil, un campo donde hay dos lectores: el adulto que elige y el niño-receptor. Mi idea es hacer un relevamiento de necesidades con el grupo y poder destacar las herramientas que sean necesarias. A cada uno le aprieta el zapato en un lugar distinto”, afirma el escritor. “Es justo decir que este programa no busca formar escritores, sino que tiende a la especialización, a lograr un mayor conocimiento del terreno que luego será aplicado a la biblioteca, a la escuela, a los planes de lectura, a la crítica.”
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