Lunes, 29 de junio de 2009 | Hoy
Cuando las estrellas mueren, donde hubo luz sobreviene la oscuridad. Y no sólo sucede en el espacio galáctico, sino también más acá: la muerte de las celebridades deja siempre un halo de misterio, quizás porque el show debe continuar. El caso de Michael Jackson no escapa a la premisa. En el frente polémico de la muerte del Rey del Pop, el cardiólogo Conrad Murray es hasta ahora la figura crucial en la investigación sobre las causas exactas del paro cardíaco que sufrió el cantante el jueves pasado en Los Angeles. Este sábado, el médico fue interrogado en calidad de testigo por segunda vez y, nuevamente, negó haber suministrado analgésico alguno a Jacko antes de que falleciera. Incluso, la policía de Los Angeles se encargó de dejar en claro que no se hallaron pruebas para acusar al doctor. “No hubo Demerol, ni OxyContin”, afirmó el abogado del médico tras la primera autopsia al cadáver de Michael. Hubo una segunda, que se realizó a pedido de la familia, y sus resultados son, cuándo no, un misterio.
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