LA TATE DE LIVERPOOL PREPARA UNA MUESTRA INTEGRAL PARA 2010
En 1944, la adhesión del artista al Partido Comunista francés levantó olas que llevaron incluso a desmerecer sus obras de ese período. La exhibición Picasso: Peace and Freedom busca, según su director, “que el público se haga su propia opinión”.
› Por Jonathan Brown *
El 4 de octubre de 1944, menos de seis semanas después de la liberación de París –donde se había exiliado– Pablo Picasso sorprendió al mundo con su anuncio de que se unía al Partido Comunista francés. Su alistamiento en la causa era un golpe increíble para Moscú, una movida que dividió a los expertos en arte y política para siempre. Algunos cínicos dudaron de sus convicciones y alegaron que era sólo un mero exponente de las visiones de moda expuestas en los círculos intelectuales de izquierda en los que él se movía. Otros supusieron que su arte nunca recobraría su vieja gloria, mientras el hombre se encontraba enredado en la cada vez más amarga batalla de propaganda de la Guerra Fría.
Ahora, el público tendrá la oportunidad de hacerse su propia opinión sobre el prolongado Período Rojo de Picasso como miembro del Partido Comunista, una relación que sobrevivió al levantamiento húngaro y la Primavera de Praga, y que el artista mantuvo con fidelidad hasta su muerte en 1973. Una gran exhibición que incluye más de 150 trabajos del pintor español abrirá el año próximo en la Tate de Liverpool, en un intento de arrojar nueva luz en un capítulo controvertido de una carrera extraordinariamente productiva. Entre las estrellas de la muestra estará su monumental The Charnel House, que no ha sido vista en Inglaterra en más de medio siglo, inspirada en las imágenes de campos de concentración liberados. La exhibición, montada en colaboración con el museo Albertina de Viena, presentará La violación de las sabinas, recreación del célebre Rapto de las Sabinas creada en el pico de la crisis de los misiles cubanos en 1962. En la muestra también habrá ejemplos y bocetos de la paloma de la paz que se convertiría en el instantáneamente reconocible símbolo del movimiento mundial por la paz.
Picasso: Peace and Freedom (Picasso: Paz y Libertad), que sucede a la exitosa exhibición de 2008 sobre Gustav Klimt, es el resultado de años de planeamiento y una exhaustiva investigación que llevó a los expertos al Picasso Institute en París, donde se conserva buena parte de la correspondencia del artista. Christoph Grunenberg, director de la Tate Liverpool, tiene la esperanza de que a partir de esta muestra el público pueda tener una apreciación más sutil del artista en los años posteriores a 1945. “Es mirar a Picasso durante la Guerra Fría, alejarse de su mito como genio creativo y playboy con un compulsivo talento expresivo, para tener una visión con más matices”, señala el director. “La gente ha tratado de desmerecer su compromiso político, pero él fue miembro activo y completo del partido, y estaba claramente involucrado en el movimiento pacifista”, agrega.
Una de las cosas que resultaba curiosa de la asociación entre Picasso y los comunistas era que el partido adoptaba oficialmente la escuela de realismo social, en oposición oficial al movimiento moderno del cual el “decadente” Picasso era quizá el mayor exponente. Pero su largo exilio de la España natal por su oposición al régimen del general Franco, combinado con las brutales experiencias de la vida durante la ocupación nazi de París, llevaron a que viera al comunismo como un ideal de paz y la llave para un mundo libre de fascismo. En el momento, su decisión desató toda una serie de consecuencias. Hubo protestas de grupos de derecha en sus exhibiciones y se le prohibió la entrada a Estados Unidos. Pero el artista comenzó a viajar por todo el mundo, presentándose en conferencias públicas por primera vez y realizando donaciones a causas varias, incluyendo el regalo de un millón de francos a los mineros de carbón franceses en huelga. Se unió a protestas contra la Guerra de Corea y la ejecución de Nikos Beloyannis, comunista griego y líder de la resistencia.
Picasso recibió el Premio Stalin de la Paz y el Premio Mundial de la Paz, que compartió con el cantante estadounidense Paul Robeson y el poeta chileno Pablo Neruda, aunque luego declinó recibir la Legión de Honor francesa. En 1953, tras la muerte de Stalin, el estilizado retrato que Picasso hizo del joven dictador abrió una grieta con los comunistas franceses, que objetaron su falta de realismo. Los acontecimientos en Hungría enfriaron aún más la relación, pero Picasso, a pesar de sus crecientes reservas, no abandonó el partido y prefirió expresarse a través de la prodigiosa producción que caracterizó las últimas décadas de su vida. Por supuesto, no todos compraron la idea del artista como figura central de la izquierda. Salvador Dalí hizo un comentario famoso: “Picasso es pintor, yo también; Picasso es español, yo también; Picasso es comunista, yo tampoco”. Grunenberg cree que es una visión injusta, y que la caída del Muro de Berlín provocó un cambio sísmico en la apreciación de sus últimos trabajos. “Eso ya no tiene vigencia. Hay muchas piezas fantásticas que serán parte de la exhibición: Picasso siguió reinventándose a sí mismo y comenzando nuevos temas. Son trabajos maravillosos”, dice.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
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