Raúl Luzzi ha secundado con su guitarra a cantantes de tango como Roberto Goyeneche, Alberto Castillo, Floreal Ruiz y Alberto Marino. También ha formado parte de grupos como los de Osvaldo Berlingheri y Walter Ríos y de orquestas como la de Osvaldo Piro. Como integrante de orquestas estables de canales de televisión, ha acompañado a un abanico de intérpretes que fue desde Daniel Riolobos hasta Luis Miguel, desde Roberto Carlos hasta Julio Iglesias, pasando por Hugo del Carril y María Creuza, entre una larga lista. Interpretó música para películas, dirigió la orquesta de Ginamaría Hidalgo, integró la de Libertad Lamarque. Lo suyo fue, en síntesis, el difícil y poco estelar oficio del sesionista. Luzzi tiene un par de discos grabados, pero ahora le ha llegado el tiempo de mostrarse solo o, mejor dicho, de mostrar sólo su música. El guitarrista y compositor apronta su Ritmo urbano de Buenos Aires (Ruba), que presentará hoy a las 21.30 dentro del ciclo Tangocontempo de Café Vinilo, Gorriti 3780.

“Ahora es el momento de mostrar lo mío. ¡Al fin me decidí!”, se ríe Luzzi. “En todo este tiempo acopié un montón de información y ahora me largué a componer, algo que no hacía por falta de tiempo o directamente por autocensura. Y lo hago con amigos, pero ante todo con buenos músicos.” Los buenos músicos que completan su trío son Nicolás Guerschberg en piano y Daniel Naka en bajo. Lo que busca Luzzi con su Ritmo urbano de Buenos Aires es lo que explícitamente anuncia el título, algo así como la meta de todo tanguero actual, no siempre alcanzada del todo: “Un ritmo que tiene que ver con nuestra ciudad hoy, que nos identifique como somos y no como recordamos haber sido”, define Luzzi.

–¿Y cree que hoy se logra?

–Estamos todos en la búsqueda, cada uno olfatea lo que le parece que es ese sonido actual de la ciudad, que no es el mismo que el de los ’30, el de los ’40 o el de los ’60. No creo que hayamos logrado el toque final, pero estamos en la búsqueda y acercándonos. Por ahí se fusiona con el rock: es una posibilidad que a mí mucho no me cierra, pero que respeto; en mi caso investigo más bien las influencias del jazz o de la bossa nova, tiene que ver con la música que he hecho.

Tras la muerte de Astor Piazzolla, Luzzi encaró un homenaje al Octeto Buenos Aires, primero con el hijo y luego con el nieto de Astor, recreando aquella formación, un proyecto que tuvo su punto máximo en la reunión Astortango, junto a Chick Corea, Gary Burton y Danilo Pérez, en 1996, además de unas giras por Japón. “Aun en el Octeto, que fue la etapa más electrónica y modernosa de Astor, entre rockera y jazzera, él captó una ciudad que no era tan vertiginosa como la de hoy. Con otros ruidos en la calle, otros olores, sin Internet, sin cartoneros”, evalúa. “La suya fue una marca poderosa y genial, pero hoy habrá que buscar otras.”

–Usted acompañó a cantantes de tango después de los años dorados del género. ¿Cómo fue aquella experiencia?

–A mí me llamó Alberto Castillo cuando yo tenía 16 años y él ya estaba de vuelta. Ya no era el que cortaba la calle Corrientes, tocaba en boliches, giraba por el interior. Lo mismo con Marino o con Goyeneche, con quien también grabé la película Sur. Se usaba mucho la guitarra, porque en el interior era difícil conseguir un buen piano y no era la época de los teclados. Ellos eran grossos de verdad, así que el aprendizaje fue enorme.

–El de sesionista es un lugar poco estelar, pero de gran complejidad técnica. ¿Cuál es el secreto?

–El sesionista tiene que saber brillar para el director o para el cantante, no tanto para el público. Y estudiar mucho, para dominar todos los estilos. Como laburante de la música, nunca subestimé a quien tenía que acompañar, aunque no me gustara mucho. Me lo enseñaron mis maestros y fue fácil hacerles caso, porque por sobre todo amo la música.