LOS TRENTO Y SU ESPECTACULO VARIETALES DE HUMOR Y VINO
› Por Facundo García
El escabio y la risa tienen una relación que se remonta a tiempos ancestrales. Lo que pasa es que quienes aman ambas cosas tienden a olvidar esos detalles después de la segunda copa. Como respuesta, Varietales de humor y vino –el espectáculo que presentan Los Trento los viernes a las 21 en The Cavern Club del Paseo La Plaza (Corrientes 1660)– va al rescate de ese maridaje y le suma música, dando al dúo cordobés la oportunidad de mostrar el oficio ganado en más de una década sobre los escenarios. El público, por su parte, aprovecha para divertirse y empinar el codo; y juntos completan las piezas de un ritual humano que se seguirá repitiendo mientras el mundo sea mundo.
Maximiliano y Leonardo Trento son primos. Su arte es fruto de las siestas en Villa María: hicieron sus primeros ensayos en esas horas bucólicas en que los padres duermen y los pibes escapan por un rato a los ojos vigilantes. “En las tardes de nuestra adolescencia, nos reuníamos en una pieza a actuar o cantar. No existía la Playstation, viste...”, rompe el hielo Leo. A los trece, una tía los llevó a ver El diario de Ana Frank y se fanatizaron tanto que volvieron a la sala cuatro o cinco veces. De a poco, los juegos de infancia fueron sofisticándose y, ya más grandes, los dos actores se establecieron en Buenos Aires para ganarse la vida en el circuito infantil y el teatro off. Así, probando números frente a diferentes públicos –“como en un laboratorio”, explican– llegaron a Varietales... como quien descorcha una botella reservada para ocasiones especiales.
La velada arranca con unas “instrucciones para abrir el vino” que se van delirando hasta pasar por climas de cumbia, flamenco o lecturas de Lorca con acento cordobés. Igual que en los festines etílicos, el show atraviesa etapas de monólogos, diálogos, gags físicos y canciones y las cepas se combinan sin demasiado pudor. Dice Maximiliano: “El hecho de ser primos y amigos ayuda. Hemos compartido tantas situaciones que nos comunicamos mediante códigos absolutamente particulares, por sobre una u otra disciplina”. Su colega cree que otro secreto está en el desparpajo, actitud que se confirma si uno busca en YouTube las versiones corales de “Que se vayan todos” o “son todos pu la pu que lo parió”. “Fíjese que cuando hacemos música nos comportamos como musiqueros más que ‘músicos’. Es decir, lo hacemos desde un lugar ingenuo y autodidacta, casi como lo haría un chico de cuatro años”, acota Leo.
Bajo esa superficie de sentido donde emergen expresiones como “¿Acá mi plata no vale?” o “Yo te quiero, Cacho”, el beber está ligado a impulsos tan profundos como el encuentro y la ceremonia. “Eso se ha sofisticado bastante últimamente. Ahora es toda una ciencia elegir el vino para cada comida. Hay toda una subcultura. Nosotros lo llevamos al absurdo, desde el acto mismo de descorchar”, detallan. Por eso Varietales llega igual de bien al público concheto y al villero: ahí lo aristocrático y lo sagrado están, pero se toman con soda. Si los romanos repetían que In vino veritas (“En el vino está la verdad”), los Trento –acaso descendientes lejanos de algún bardo dipsómano– actualizan la frase a través de su seguidilla de personajes, que suelen terminar desnudos de solemnidad. Uno que lleva esa idea hasta el terreno de la carcajada es “el carismático”, típico monaguillo amariconado que tarde o temprano mostrará la hilacha. “Esas situaciones aparecen como producto de haber crecido en un barrio. En todos los barrios de la Argentina hay un chico amanerado que canaliza la sensación de ser diferente de una u otra forma, en ese caso siendo extremadamente religioso. De hecho, en nuestro grupo de amigos había un flaco así que se terminó haciendo cura”, cuenta Maximiliano.
Entre copas, el tándem cuenta que tras tantas temporadas en escena están seguros de poder presentarse en cualquier parte. “Pensamos la obra para poder moverla donde quisiéramos”, revelan. “Es más, así como hoy estamos en La Plaza y hemos hecho programas de tele, otras veces nos presentamos apareciendo en el marco de una puerta, en una casa cualquiera.” Leonardo, que combina la faceta actoral con su participación en el grupo de fusión Tangolpeando, recuerda el camino sinuoso que los llevó al presente en calle Corrientes. “Una vez nos invitaron a Villa Nájera, en San Fernando. Cuando llegamos nos informaron que se trataba de un encuentro de bandas ricoteras. ¡Bandas ricoteras, terrible! Pensamos que nos iban a morfar crudos. Sin embargo, fue uno de los mejores públicos que tuvimos, y nos ayudó a entender que el humor puede ser algo que se comparte entre gente muy distinta.” Chin chin.
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