Lunes, 21 de diciembre de 2009 | Hoy
Desde ayer, el mundo es menos bello que antes: la joven y talentosa actriz Brittany Murphy falleció de un paro cardiorrespiratorio y con ella se fue una de las bellezas más extrañas del cine alternativo estadounidense moderno. Nacida en Atlanta en 1977, Britt siempre tuvo el aura salvaje y dejado del punk, que alimentó con tinturas poco logradas, una mirada orbital y una fascinante boca. Pero también con el consecuente ímpetu de quien sigue el camino de hacer lo que desea más allá de la escasez de recursos (económicos o técnicos), ese mismo que encendió el pedido a su madre de la mudanza familiar a California. Allí falleció, a las 10 de la mañana de ayer, según informó el Centro Médico Cedars-Sinai de Los Angeles, sin otorgar precisiones mayores. Con apenas 32 años, las horas pasadas la elevaron al mismo pedestal místico que a Heath Ledger. Y está bien, porque nunca podrán negarse ni su entrega ni su profesionalismo, traumas psicológicos y alimenticios mediante. Fue primero la amiga rellenita de Alicia Silverstone en la adaptación cinematográfica de la serie para adolescentes Despistados, pero con 8 Mile, la ficción autobiográfica sobre el rapero Eminem, fue que logró las primeras atenciones de la prensa y el público medianamente masivo. Allí encarnó a una compañera zarpada y con costumbres abusivas con el alcohol, las drogas y la infidelidad. Un tipo de papel comenzado en Spun (2002), donde fue una stripper deteriorada y aun así hermosa, adicta a las metaanfetaminas. Su mística se alimentará de excesos con el correr de los días, seguramente, pero aunque la información falte, el recuerdo de esos labios y esos ojos idos debería ser más hermoso.
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