Martes, 22 de diciembre de 2009 | Hoy
OPINIóN
Por Diego Fischerman
He leído con interés, es más, con avidez intelectual, las declaraciones del ministro de Educación de la Ciudad, el eminente pensador Abel Posse, acerca de la estupidización que el rock produce (o produjo) en la juventud. Dado que he realizado algunos trabajos en el campo de los estudios sobre música, y basado en los importantes antecedentes académicos del catedrático, me atrevo a consultarlo acerca de algunos aspectos acerca de los cuales, a juzgar por lo taxativo de su argumentación, podrá brindar precisiones sumamente esclarecedoras tanto en el orden de lo puramente musicológico como en el apasionante terreno de los estudios sobre la estupidización y las maneras en que la misma puede mensurarse.
Me gustaría, por ejemplo, conocer los criterios con los que el erudito autor de Demonios ocultos ha definido al rock, un objeto de estudio por demás problemático. En su caracterización del corpus, ¿entra Catupecu Machu? ¿Babasónicos? ¿Miranda!? ¿Kraftwerk? ¿Las vertientes experimentales, del tipo de Thinking Plague? ¿El jazz-rock? ¿El King Crimson de Islands? ¿El King Crimson de Thrak? Y, una vez delineado el marco, ¿estupidizan igual Led Zeppelin que Arctic Monkeys, Björk que Radiohead y Doves que Flaming Lips? ¿Qué se sabe acerca de la mayor o menor estupidización producida por distintas etapas creativas de un mismo artista? Por ejemplo, Almendra, ¿es más o menos estupidizante que Spinetta Jade? Clics modernos, ¿estupidizó igual, y a las mismas personas, que Piano Bar?
Me atrevo también a inquirir en relación con algo central para un experto en educación, fogueado en la discusión de Kerchensteiner y Claparède: los criterios clasificatorios. Las comprobaciones del docto funcionario, ¿lo han llevado a la conclusión de que todos los jóvenes han sido estupidizados por el rock o, lo que no es lo mismo, que todos los estupidizados por el rock son jóvenes? En el primer caso debo decir, aun a riesgo de poner en peligro tan brillante hipótesis, que he conocido jóvenes estupidizados por otras cosas (y hasta por otras músicas) e incluso algunos no estupidizados en absoluto. En el segundo, se lo agradezco infinitamente. A mí, y a los que como yo robaron vueltos para comprarse el álbum doble de Almendra, fingieron una edad que no tenían para entrar a ver Woodstock y fueron noche tras noche a ver La canción es la misma, es decir a aquellos que fuimos temprana y definitivamente estupidizados por el rock y aprendimos con él a escuchar con pasión incluso las músicas que no son rock, ya hacía tiempo que nadie nos consideraba jóvenes.
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