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Domingo, 27 de diciembre de 2009

OPINION

Correo atrasado

 Por Eduardo Fabregat

Querido Papá Noel:

Ya sé, soy un colgado. Se supone que estas cosas hay que hacerlas antes de Navidad, cuestión que salgas en tu magical mystery tour con un itinerario y un listado más o menos claros. Pero es que es un fin de año movidito, las tareas se acumulan, las piernas ya no responden como allá por marzo o abril y cuando te querés acordar te agarra el brindis con el champán apenas frío. Con lo que te termino escribiendo una carta que es de solicitudes pero también de agradecimientos: será porque me adivinaste las intenciones o porque había unos cuantos que pedían lo mismo y enviaron su epístola en tiempo y forma, pero lo cierto es que cumpliste uno de mis pedidos más enfáticos el 22, cuando se supo que el Ministrosaurio de Educación dejaba la función pública que ejerció durante once días y se volvía a la caverna. Sospecho que la jubilación de privilegio la va a tener igual, pero no voy a dejar que esos detalles empañen la alegría de un deseo bien resuelto.

Ya con eso alcanza para codearse con el de al lado y, guiño cómplice mediante, largar un “Este Santa Claus es un grosso”. Pero ya viste cómo somos los mortales, nos encanta andar pidiendo, hay altares a centenares de santos y pedidos ambiciosos a los camelleros del delivery de incienso y mirra, hasta le canjeamos dientes por guita al Ratón Pérez con tal de conseguir alguito extra a todo lo que hay que ganarse con litros de sudor de frente. Seamos realistas, pidamos lo imposible y otras frases inolvidables. Si este año hubo veinte mil ediciones y trajiste libros para el recuerdo como El poder del perro o Los objetos nos hablan o Aquarium o El caso Yotivenko, dan ganas de pedir un 2010 que mantenga la media, pero también que –por ejemplo– los suecos amantes del policial negro escriban un poco más corto, que no hay tiempo para tanto, para trilogías con 800 páginas por volumen. Bueno, a Stieg Larsson ya no se le puede pedir nada, pero si vamos al caso le estoy escribiendo a un tipo de cuya existencia no hay pruebas fehacientes y nadie se asombra.

También te tengo que decir que lo de Spinetta estuvo muy bien. Claro que te tomaste tu tiempo: no quiero que suene a reproche, pero no puedo dejar de recordar que ese show en Vélez (“o en cualquier otro lado”, como empecé a apuntar cuando vi que pasaba el tiempo y la cosa no marchaba) figura en mis cartas más o menos desde 1981. Al final fuiste bastante más rápido con lo de Radiohead, que empecé a solicitar en el ’95 o ’97 y me los trajiste al Club Ciudad a comienzos de este año. Y hablando de eso: ¿será mucho pedir que se dejen de hinchar con el Club Ciudad, que si hay que usar el Parque de los Niños vamos a tener quinientos o seiscientos perdidos y cien o doscientos ahogados por show? Y en tren de cosas complicadas, ¿qué tal una gira de Invisible, otra de Pescado Rabioso y otra de Almendra?

Había pensado pedirte además el Rock Band de The Beatles, pero me pareció un exceso. Con todos los discos flamantes y remasterizados tengo para seguir entreteniéndome un rato largo, sobre todo con ese jueguito idiota de compararlos con cosas grabadas el otro día y confirmar que siguen siendo los más grandes. Exagerado, sí. También era exagerado pedir que AC/DC pelara seis cañones y taladrara Núñez con ese 4X4 que aprendimos a amar, y ahí estuvo, for those about to rock. ¿Qué se escucha allá en el Polo Norte? ¿No tenés los gobelinos llenos de tanto cencerro y villancico? Te sugiero romper con la rutina e intentar alguna vez con el “Noche de paz” de Sumo o el disco navideño de Die Roten Rosen.

Un amigo me insiste con que te pida que el 31 de enero, cuando Ca$hejeros conmemore cinco años, un mes y un día de la masacre de Cromañón en el Estadio Mundialista de Mar del Plata, hagas caer un diluvio épico sobre La Feliz, o al menos sobre la cancha. A mí no me parece, no está bien andar deseándole desgracias a la gente y encima el pato criollo y sus amigos tendrían mucha más agua para seguir lavándose las manos. Pero sí me animo con esos pedidos de siempre que parece que se te hacen tan cuesta arriba: vamos, que es muy usual que estrellas de televisión declamen un cansancio intolerable y se tomen un añito o dos fuera del aire. El Marce además lleva un montón de tiempo ininterrumpido haciendo eso que hace. Tampoco es que quiero que se quede sin laburo, tiene todo el derecho del mundo a ganarse la vida: podría salirle una gira mundial, un circo freak con Ricky Fort, los chistes de Matías Alé, el mago Pachano y su sombrero brujo y las Botox Girls meneándose por un sueño. En Dubai o Abu Dhabi podrían tener una larga temporada de éxito.

Sí, ya sé, es medio incongruente que un tipo que suele festejar Rosh Hashaná y Pésaj te siga importunando con largas epístolas en las que nunca figura una pista de trencitos, un set de Bakuganes o una Wii. Pero me pongo a pensar que este año leí La pregunta de sus ojos de Eduardo Sacheri y después fui al cine a ver la versión de Juan José Campanella y, milagro, por una vez la adaptación de un libro al cine me resultó inobjetable, eso que pasa muy de vez en cuando. Y entonces no puedo menos que mencionar que vos vivís más cerca que nosotros de Los Angeles, y que los yanquis te tienen en gran estima, con lo que quizá puedas hacer algo para que El secreto de sus ojos se lleve el Oscar. No es patrioterismo, no es para abonar ese sentimiento argentino de “somos los mejores del mundo” sólo por obtener una estatuilla de un tipo dorado y en bolas. La peli es buena de verdad, sería un acto de justicia para algo que arrastra multitudes sin hacer uso de un culo turgente o una sensiblería barata.

También quiero que haya más y más temporadas de House, y que el final de Lost no sea una bazofia, y que Adrián Suar meta más cosas como Tratame bien y afloje un poco con los Valientes Gasoleros Campeones por Amor a lo Gitano. Que la Selección dé la vuelta olímpica en Sudáfrica, sí, pero que en ese mismo instante, como en una novela de Saramago, se produzca una extraña epidemia de mudez entre los relatores y comentaristas televisivos que nos ahorre la diarrea verbal. Y que por las dudas también lo afecte al Diego, que si mandó a todo el mundo a chuparla por una agónica clasificación en Montevideo no me quiero imaginar lo que puede llegar a proponer con la Copa del Mundo en la mano.

Quiero un DVR capaz de sintonizar con mi cerebro y poner a grabar lo que me interesa sin apretar ningún botón, quiero un iPod que interprete mi estado de ánimo y elija la canción más conveniente. Quiero que la Ley de Servicios Audiovisuales resista los embates de los interesados de siempre que intentan voltearla. Quiero que Macri se caiga en la bañera y el golpe en la cabeza le trastoque todos los pensamientos, y anuncie que la guita que iba a seguir gastando en “seguridad” y placitas ínfimas que cuestan millones se destinará a la educación pública y la generación de empleo. Quiero que Anabela Ascar y Johnny Allon armen un show conjunto y lo saquen de gira nacional. Quiero más Peter Capusotto y menos Luis Majul: los dos son unos payasos, pero uno es un genio y el otro... bueno, el otro es Luis Majul. Quiero que los canas que reventaron a Rubén Carballo sean descubiertos y vayan a juicio. Quiero que Charly toque en el Gran Rex. Quiero que Metallica se dedique más a componer y tocar que a llorar por los dólares que pierde con el download, que el encargado de diseñar los accesos en los shows de Fénix recupere la cordura, que Barcelona siga siendo Barcelona y que el precio de discos, libros y películas deje de ser prohibitivo. Quiero que eso de que destruyeron la Biblioteca del Colón haya sido sólo una versión trasnochada, que los teatristas de la ciudad puedan hacer su trabajo y les paguen por ello en tiempo y forma. Quiero noticieros televisivos menos escandalosos y más periodísticos.

En fin, para qué atosigarte, quiero un montón de cosas. Voy a contradecir a Luca: sé lo que quiero y lo quiero ya. Bueno, o el mes que viene, o dentro de un par de años. Vos sabés que por acá abajo estamos acostumbrados a negociar con la realidad. El problema es que la realidad a veces es tan consistente como la idea de un gordo generoso vestido de rojo que surca los cielos con un trineo de renos.

Como siempre, hacé lo que puedas.

Y hasta el año que viene, salud.

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Imagen: EFE
 
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