Hay lugar nuevamente para la espectral pregunta que anticipa cada nueva película de los hermanos Coen: ¿Qué irán a hacer? Pasó con El gran Lebowski, Sin lugar para los débiles, Quémese después de leerse y ahora con A serious man, la novedad que recurre al retrato de una infancia típica para el judaísmo ortodoxo, sazonada con la mala predisposición del azar para con el protagonista y una sistematización de las mejoras en la dirección de cámara que Joel e Ethan Coen venían perfeccionando. La línea es la mala suerte del personaje de Michael Stuhlbarg, abandonado por su esposa en 1967, en conflicto de autoridad con sus alumnos y en una nebulosa respecto de su futuro laboral. Pero, “salvado” por la Torá –los hermanos, judíos incluso, no reparan en la puesta en ridículo hasta de sus mayores preceptos–, será presa de una vecina ninfómana, intentará separar a su hijo de la marihuana y se cruzará en el camino hacia la “mejora” a los rabinos más extraños. Aquí se estrenará el 25 de febrero.
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