Miércoles, 1 de febrero de 2006 | Hoy
ENTREVISTA A LILIANA PIÑEIRO
La flamante directora esboza los lineamientos de su gestión y anticipa las principales actividades para este año, entre las que destaca una muestra interdisciplinaria que recordará los treinta años del último golpe militar.
Por Angel Berlanga
“El Recoleta es como casa: hace 20 años que estoy acá y, además, aunque yo estudié arquitectura, mi pasión es el arte”, dice Liliana Piñeiro, en su puesto de directora de este centro cultural a orillas de Plaza Francia, un complejo de salas que ofrece anualmente más de doscientas muestras, obras, conciertos y diversas exhibiciones artísticas más difíciles de etiquetar, asunto a veces deseable en estas materias. Aunque el secretario de Cultura del gobierno de la ciudad, Gustavo López, anunció a fines del año pasado que esta arquitecta asumiría el 20 de diciembre, Piñeiro aclara que recién se hizo cargo dos semanas atrás: “Un tema de papeles”, dice, y explica que su antecesora, Nora Hochbaum, no renunció hasta que fue nombrada oficialmente para ocupar la dirección de la Casa Argentina en París. Luego de proponer hacer las fotos ante alguna de las muestras –todavía está montada la de imágenes que sintetiza los 25 años recién cumplidos de este lugar–, antes de pronunciarse acerca de los lineamientos de su gestión y de avisar sobre lo que ocurrirá aquí este año, la ex curadora general dice que es sorprendente y saludable que este cargo, habitualmente político, haya sido asignado a alguien de carrera: ella. “Es que vengo trabajando muy de cerca con todos los directores y conozco mucho el lugar y la gente”, dice. “Siento esto como un gran reconocimiento personal y también a un equipo de trabajo. Es la oportunidad de lidiar con las cosas que, cotidianamente, creía que no tendrían solución.”
Por supuesto, se impone preguntar qué cosas. “Yo sentía que al Recoleta le faltaba un espacio de documentación, investigación y publicaciones, como para complementar los catálogos que ya se vienen haciendo, en una línea que tenga más que ver con ensayos y debates que se hagan acá, para editarlos”, detalla. “Esto permitirá tener catálogos de todos los museos del país y del extranjero, con el plus de poder llevar la presencia de los artistas argentinos al exterior. Estamos desarrollando el proyecto, cotizándolo e interesando sponsors para que nos ayuden. Convoqué a Andrea Giunta para que dirija la parte intelectual del proyecto.” Pero las “cosas” incluyen a los trabajadores. En el Centro trabajan, dice, 201 personas. “Estoy haciendo reuniones con todos los departamentos, y no sólo para tratar de resolver conflictos, necesidades no resueltas...” Más allá de los reclamos gremiales, dice, “hay sectores a los que por la dinámica les cuesta articular”, y plantea como necesario “optimizar sistemas de organización”, porque en simultáneo, entre otras tareas, se montan unas muestras y se desarman otras, etc.
El presupuesto para este año será de 5.760.000, un veinte por ciento por encima de los 4.800.000 de 2005; ese dinero, destaca, se destina sobre todo a sueldos, mantenimientos varios y servicios. “Aunque es una cifra alta, por el nivel de gastos que tenemos resulta insuficiente –dice–, por eso es fundamental aceitar vínculos con la Asociación de Amigos”, porque, agrega, “los sponsors son muy importantes para que nos ayuden en los catálogos, en las cuestiones edilicias, en las producciones de exposiciones o espectáculos”. “El Recoleta hoy ya es una marca”, sostiene la funcionaria. “Para muchas empresas está instalado que aquí vienen 1.300.000 personas al año, y no hay que explicarles demasiado. A otras hay que acercarse, salir a buscarlas: hay que hacer un trabajo intenso de captación de sponsors”. La palabra ya apareció tres veces: ¿no sería mejor, deseable, que el Estado se hiciera cargo por completo del Centro? “Si sobrara el dinero, sí –dice–, pero creo que no sólo está la cultura, hay otras áreas que también tienen muchas necesidades. Ya que tenemos un lugar al que podemos acercar sponsors, me parece que hay que unir.”
–¿Qué lineamientos se planteó para su gestión?
–Me gustaría sumar en calidad y excelencia de lo que hagamos. Quisiera que siga habiendo mucho espacio para lo emergente, quizá más, y para lo experimental. Se apostó mucho a mejorar las salas y la calidad de las exposiciones, y gracias a que eso está hecho podemos incorporar ahora otras disciplinas y cruzarlas, el cine y el teatro. En esa dirección vamos a crear un espacio nuevo en el hall grande que teníamos y vamos a armar ahí lo que se llamará “El living del Recoleta”, para actividades en un lugar más relajado, no muy formal: encuentros de poesía, proyección de películas, charlas de artistas importantes. También me propuse fortalecer el envío de muestras al interior y al exterior: hay una persona que en este momento está haciendo un relevamiento de todos los museos del país, porque vamos a intentar que algunas producciones puedan hacer circuitos de recorridos por el interior.
Piñeiro asegura que el público que asiste al Recoleta es muy heterogéneo. “Aunque hay grupos que vienen permanentemente, gente que está haya lo que haya”, señala. “Los artistas, los críticos, los periodistas especializados o no vienen aquí. Los directores de museos del exterior, cuando están en la ciudad, también vienen. Hay gente que no lo conoce, obviamente, y yo creo que tiene que ser conocido por todo el mundo; pero muchas veces te tomás un taxi y decís ‘al Centro Recoleta’ y no saben dónde queda. Creo que esto es general, no estamos en Europa, y por ahí la gente tiene la sensación de ‘cómo voy a entrar a un museo, a una galería’. Parece que te van a pedir un pasaporte.” Piñeiro agrega que obras como Villa Villa (De la Guarda) acercaron mucho público, y que las reformas que se están haciendo en el edificio –que incluyen la habilitación de terrazas, la remodelación del hall de la entrada de Junín, la apertura de otro acceso por Azcuénaga y el planteo del Patio de los Tilos como calle interna– también contribuirán a la seducción.
Hacia el final Piñeiro adelanta algunas de las exhibiciones que se harán este año: “En marzo vamos a lanzar una, que incluye doce salas, por los 30 años del golpe”, cuenta. “Es una muestra de artes visuales, pintura, fotografía, instalaciones, música, conferencias, teatro, danza. También inauguraremos una retrospectiva de Eduardo Stupía, un artista de primer nivel, y estamos trabajando en un catálogo importante desde hace meses. Más adelante habrá una muestra muy importante que se presenta además en España y México, con curadores de cada país –Diana Wechsler por la Argentina–, llamada Territorios de diálogo, que analiza las vanguardias entre los años ’30 y ’45, con obras de Siqueiros, Miró, Picasso, Castagnino... En agosto estará el Festival de la Luz. Y hacia fin de año habrá una muestra itinerante que viene de España, Literaturas del exilio, contada por fotografías, instalaciones y cruces con letras sobre el tema de cada país por el que pasa.”
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