Jueves, 9 de febrero de 2006 | Hoy
ULTIMAS NOTICIAS SOBRE SEXUALIDAD HUMANA
Como suele suceder en estos días de febrero, la sección Psicología levanta todas las represiones y brinda una actualización sobre temas sexuales que propiciará la felicidad de sus lectoras y lectores.
En la clásica investigación de Shere Hite (Informe sobre sexualidad femenina, P&J, Madrid, 1978), no hubo mención espontánea de que sintieran que el tamaño del pene era importante para el goce. Master y Johnson (Respuesta sexual humana) afirman que toda la sensibilidad vaginal está en el tercio externo y por lo tanto el tamaño no tiene importancia para conseguir el orgasmo femenino. Sin embargo, en una encuesta realizada entre mujeres, alumnas y egresadas de los cursos de sexología y educadores sexuales de Cetis, en la Argentina, se encontró lo contrario. Más del 60 por ciento de las encuestadas, todas ellas formadas en sexología, afirmaron que el pene más grande era muy importante para el goce. La mayoría de ellas se refería a un “buen diámetro” como un hecho fundamental.
Muchos hombres se quejan de que la vagina es demasiado holgada para su pene y eso no les proporciona goce. La experiencia clínica parece demostrar que algo de razón tienen. El pene necesita ser estimulado por la fricción de la vagina. Por otro lado, se sabe que ésta tiene una asombrosa capacidad para distenderse y reducirse a fin de acomodarse a todos los tamaños de pene y así ofrecer grados similares de fricción. Pero la realidad es a veces contraria a esta información. Hay muchas mujeres que no han ejercitado sus músculos vaginales o están muy excitadas y lubricadas, y en estos casos el varón siente durante la penetración que su pene “baila” dentro de la vagina, y eso le produce molestias. Muchas mujeres saben que con sólo cerrar fuertemente las piernas o contraer los músculos vaginales logran el objetivo de hacer sentir al pene el roce de las paredes vaginales, sentir ellas más roce y, por ende, mayor placer.
Joya del sistema
Los científicos han descubierto que el clítoris mide casi diez centímetros. El botón encapuchado que asoma discretamente entre los labios de la vagina es la punta de un enorme iceberg embutido en el cuerpo de la mujer. Masters y Johnson habían advertido que el clítoris no es un bosquejo, sino un órgano tan complejo como su homólogo peneano. Los cuerpos cavernosos y esponjosos, su inervación, su vascularización y su reacción a los estímulos eróticos se corresponden punto a punto en los dos órganos sexuales.
El clítoris tiene sólo un propósito: permitirles a las mujeres obtener placer sexual. Es tan importante a una mujer como lo es un pene a un hombre. Está formado por los mismos tejidos que el pene, y en su mayor parte funciona igual que éste. Aunque el clítoris promedio es mucho más pequeño que el pene, es de señalar que algunos son tan grandes como un pene pequeño, lo cual hace a algunas mujeres sentirse incómodas.
El clítoris consta de cabeza o glande y eje o cuerpo. La única parte visible del clítoris es el glande, el cual está rodeado por una terminación de los labios menores que constituye el prepucio o capuchón. La longitud del clítoris visible es menor de dos centímetros y medio, aunque varía en distintas mujeres. El glande del clítoris es la zona más sensible y mide cinco milímetros de diámetro.
El glande del clítoris, protuberancia de alta sensibilidad, es sin duda la joya de la corona del sistema clitoridiano. Tiene entre 6000 y 8000 terminaciones nerviosas sensoriales, más que cualquier otra estructura del cuerpo humano masculino o femenino (un número equivalente a cuatro veces las terminaciones nerviosas sensoriales del glande del pene). Y tiene una única finalidad: el placer.
En varones y mujeres, la sangre que invade los genitales es liberada en una densa red de venas, llamada plexo venoso, por los espasmos orgásmicos: la sangre también penetra en el clítoris, que sufre un aumento de tamaño igual que el resto de los genitales. Pero, según algunos anatomistas, como no hay en el clítoris un plexo venoso concentrado, la sangre escurre con mayor facilidad, lo cual explicaría la capacidad femenina de experimentar orgasmos múltiples. No existiendo una fuga tan explosiva de la sangre del clítoris para drenar la de los tejidos eréctiles, el clítoris se vuelve a hinchar rápidamente, permitiendo el segundo, el décimo o enésimo orgasmo.
“Cúrvelo hacia arriba”
El punto G fue descrito en 1950. Posteriormente, investigadores norteamericanos exploraron a cientos de mujeres para llegar a las siguientes conclusiones: existe en el interior de la vagina un lugar extremadamente sensible a la presión; dicho lugar se halla situado en la pared anterior, a unos tres centímetros de la abertura; cuando se estimula adecuadamente, este punto se dilata y da lugar al orgasmo en muchas mujeres.
En el momento del orgasmo, algunas mujeres emiten a través de la uretra un líquido químicamente similar al de la eyaculación masculina pero que no contiene espermatozoides. En la creencia de que están orinando, experimentan turbación, lo cual constituye una de las razones por las cuales muchas han aprendido a reprimir el orgasmo.
Sin embargo, hasta la fecha resulta imposible afirmar qué porcentaje de mujeres tienen respuesta orgásmica con estimulación del punto G y qué porcentaje de ellas son capaces de esta emisión de fluido, con qué frecuencia y bajo qué condiciones. Además, en los trabajos de Francisco Cabello se ha llegado a demostrar, mediante enzimo y radioinmunoanálisis, la existencia de antígeno prostático específico en la orina postorgásmica en el 75 por ciento de las mujeres estudiadas.
Para ubicar el punto G, introduzca el dedo en la vagina unos dos centímetros. Cúrvelo hacia arriba y adelante. Apóyelo suavemente, y estimule de una forma rítmica, modificando el ritmo y la zona ligeramente según el resultado obtenido. Este tipo de caricia, al acelerar o enlentecer, aumentar o reducir la presión, puede hacer variar el grado de excitación de la mujer.
Se recomienda que las manos estén limpias y las uñas cortadas, y no estaría de más utilizar un poco de lubricante a fin de hacer las caricias más suaves.
Plataforma
A los 30 o 40 segundos de comenzado el estímulo sexual, puede aparecer la lubricación vaginal. El clítoris crece y aumenta aún más cuando la estimulación es directa o en sus zonas cercanas. Toda la vulva se congestiona de sangre y aumenta de tamaño. La vagina se alarga y se ensancha hasta incrementar más de un tercio su tamaño. También el útero crece y modifica su posición a fin de permitir una mayor elongación de la vagina. Si sigue la excitación, el clítoris, que está hinchado y agrandado, se esconde profundamente dentro de su prepucio. El tercio externo de la vagina se llena cada vez más de sangre. Esto es la plataforma orgásmica, señal de orgasmo inminente.
Entretanto, las reacciones extragenitales consisten en una tensión generalizada en todos los músculos del cuerpo. Durante esta fase los pezones se ponen turgentes y erectos, y su estímulo es muy placentero. Aumentan la frecuencia cardíaca y el ritmo respiratorio.
La cantidad de sangre requerida por los genitales femeninos para estar en condiciones de tener orgasmos es casi diez veces superior a los 70 mililitros que en el varón se requieren para lograr una erección. En consecuencia, el llenado de sangre de estas estructuras requiere tiempos más prolongados que en el hombre.
El orgasmo de la mujer es la contracción de músculos para expulsar y redistribuir la sangre congestionada en la pelvis. Cuando ésta no se elimina pueden producirse inflamaciones pelvianas similares al dolor testicular de los varones al excitarse sin tener orgasmo.
Si la estimulación ha sido eficaz, aparece el reflejo orgásmico: es el momento en que los músculos que rodean la entrada de la vagina y la plataforma orgásmica entran en acción. De manera involuntaria, todos los músculos perineales comienzan a contraerse rítmicamente cada 0,8 segundos, con un total de 7 u 8 contracciones, y la mujer queda atrapada en su respuesta orgásmica.
En general, no está consciente de sus movimientos físicos; el cuerpo femenino es involucrado en su totalidad. El clítoris permanece retraído y no es visible, quedando situado debajo de su capuchón durante el orgasmo. El útero se contrae, de la misma manera que el resto del aparato genital.
Después del orgasmo, si la estimulación sexual no continúa, casi todos los órganos y tejidos femeninos regresan a su estado de reposo. Sin embargo, si la estimulación continúa o se reanuda, la mujer puede volver a encontrar un nuevo ciclo de respuesta sexual y nuevos orgasmos, a diferencia del hombre, que tiene un período refractario en el cual no entran nuevos estímulos. Esta es la posibilidad multiorgásmica de la mujer.
Usado es mejor
En cuanto al rol de las hormonas en el deseo sexual, sabemos que la testosterona tiene un efecto positivo sobre centros cerebrales vinculados con la libido. De todos modos, dichos centros están conectados con la totalidad del cerebro, de donde se deduce que cualquier acontecimiento en otras esferas influye sobre la posibilidad de aparición de nuestros impulsos eróticos y deseo sexual. Existe algo especial en la mirada deseante que tiene que ver con la aparición de neurotransmisores de tipo adrenérgico. Un hombre deseante clavará la mirada, sus pupilas se dilatarán, su tono de voz cambiará levemente y una tensión recorrerá sus músculos, especialmente los pelvianos.
La ausencia o disminución de la testosterona también tiene su correlato físico: depresión muscular, tristeza y especialmente falta de iniciativa en lo sexual. La existencia de miedos o fobias sexuales garantiza la no existencia del deseo sexual en presencia del objeto que produce los miedos.
El “síndrome del viudo” se observa con frecuencia en hombres que enviudan luego de muchos años de un buen matrimonio. Muchas veces, la larga enfermedad de la compañera y el duelo posterior a su fallecimiento hacen que este señor se abstenga de cualquier forma de satisfacción sexual durante unos dos años, y a veces más. Luego de ese período de duelo, cuando decide intentar una relación sexual con una nueva compañera, ve con horror, en repetidos intentos, que ya no responde.
Resulta importante para la continuidad de una buena vida sexual que ésta no sea interrumpida por largos períodos. “La función hace al órgano”, dice la fisiología. En estos casos, a la falta de actividad sexual durante largos períodos se une el hecho de que se trata de una nueva compañera, un modo de dar y recibir estímulos que no conocía. Hemos visto en muchos casos que impotencias por “falta de uso” se convierten en impotencias orgánicas.
Más vale calvo
Hay básicamente cinco grupos de fármacos que pueden alterar el funcionamiento sexual masculino:
- Los antihipertensivos y bloqueantes alfa y beta: la mayoría de las drogas que se usan para el tratamiento de la hipertensión arterial y algunos diuréticos tienen un efecto negativo sobre el deseo sexual y la erección masculina.
- Los psicotrópicos: muchos de estos medicamentos que se usan en psiquiatría tienen un efecto negativo sobre la sexualidad. Son de particular mención los psicofármacos mayores, como las fenotiacinas y el haloperidol. También algunos antidepresivos pueden actuar negativamente.
- Los sedantes: el alcohol y los barbitúricos.
- Los antiandrógenos: sustancias que bloquean el efecto de la testosterona sobre el cerebro y así reducen la respuesta sexual.
- Algunos antiprostáticos.
También hemos encontrado que ciertas lociones que se usan para aumentar el crecimiento del cabello en las personas calvas están hechas con placenta o directamente de hormonas femeninas. Muchas veces, estas hormonas se absorben por la piel y su ingreso en el cuerpo provoca trastornos sexuales –impotencia– y feminización –aumento del tamaño de las mamillas–.
La mayor parte de los fármacos señalados sólo producen efectos negativos sobre la sexualidad en determinadas dosis y de acuerdo con la duración del tratamiento, y esos efectos suelen ser reversibles. Pero a veces, por ansiedad y desinformación, una impotencia medicamentosa reversible no cede al suprimir la medicación: la ansiedad por los fracasos sucesivos que produjo el medicamento generó una disfunción sexual de origen psicológico.
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