Lunes, 5 de abril de 2010 | Hoy
DINO BRUZZONE Y ESTEBAN PASTORINO PRESENTAN LA MUESTRA DOBLE JUEGO
Mientras que el primero construye maquetas para fotografiarlas buscando un “efecto realista”, el segundo crea cámaras especiales para que sus imágenes tengan un “efecto de maqueta”. Juntos, sus trabajos cuestionan los límites de lo real.
Dino Bruzzone y Esteban Pastorino siempre jugaron a lo mismo: mostrar la realidad en efervescente relación con lo ilusorio. Lo curioso es que, pese a compartir premisa y herramientas, sus caminos fueron inversos. Mientras que Bru-zzone elabora maquetas que imitan la realidad y las fotografía con la intención de alcanzar cierto realismo, Pastorino crea sus cámaras para que aquello que captura parezca una maqueta. Doble Juego es el nombre de la exposición que ambos acaban de inaugurar en la Alianza Francesa (Avenida Córdoba 946) y que puede visitarse de manera gratuita de lunes a viernes, de 9 a 20, y los sábados, de 9 a 12. Al ingresar en ella, la sensación que prima es la confusión: al ojo menos detallista tal vez le cueste discernir qué es realidad y qué es ficción, o responderse, como si se tratara del pasaje surrealista de un libro, qué es la realidad.
La coincidencia entre Bruzzone y Pastorino no se agota en la obsesiva búsqueda de hacerle una jugarreta al sentido de la vista: ellos mismos se sorprenden de las similitudes en relación con los objetos retratados. Hay aviones, paisajes y efectos de movimiento correspondientes a series más amplias de distintos momentos de sus carreras. Por eso es que entre sendas obras se establece un diálogo particular y un culto a la desorientación del público. Al lado de la Casa del Puente –la emblemática obra del arquitecto Amancio Williams, hoy en estado de rotundo abandono– que Bruzzone reconstruyó pieza por pieza, una toma aérea de Verónica ofrece pocas pistas para asegurar que se trata de la fotografía de una localidad que efectivamente existe. Por el contrario, tendederos bien barriales y tejados anaranjados idénticos parecen gritar al unísono “somos de mentira, tanto como la Casa del Puente”.
“Me interesa producir en el espectador una mínima tensión entre lo que ve y lo que sabe que es. Va de la mano con el objetivo de esta muestra, que es que la gente no sepa quién es quién”, explica Bruzzone. La única de sus maquetas que puede verse en la exposición curada por Catherine Tanazacq de Stigliano es la del Ital Park, una réplica del parque de diversiones. Quizá porque la aparición de la figura humana en la obra de Bruzzone introduciría un contraste con la de Pastorino, no hay rastros de series como la de KISS –que retrata a los músicos en acción y que forma parte de la colección del Museo Nacional de Bellas Artes– o de otras cuyo eje es el erotismo.
Cada cual a su manera, Bruzzone y Pastorino hicieron de la fotografía un campo de experimentación. Indagar en sus comienzos y en el motor de su arte es descubrir las diferencias entre ellos. “Papá y mamá eran arquitectos. Hacían muchas maquetas y las guardaban arriba del ropero, donde yo no podía llegar. Eran algo intocable. Así que tuve que empezar a hacer las mías”, recuerda Bruzzone, que heredó la profesión de sus padres y que estudió también escenografía y pintura. La elaboración de los miniescenarios implica un arduo trabajo de preproducción. “Suelo partir de imágenes. Para la del Ital Park me apoyé en diarios, fotos de cumpleaños que se festejaron allí y películas. También recurrí a lo que me acordaba y hablé con amigos”, detalla Bruzzone.
Lo de Pastorino es menos lúdico y más científico. Por las dudas, él aclara: “No soy un obsesivo, aunque mucha gente piense eso. Una vez que funciona un proceso, lo dejo y paso a otra cosa”. También fotógrafo por decantación genética, a fines de los ’90 comenzó a fabricar sus propios equipos y a viajar en pos de lograr impactantes panorámicas. Y luego, guiado por el legado del fotógrafo francés Arthur Batut, comenzó a enviar a sus cámaras –hechas con lentes de otras más viejas y con diferentes materiales ajenos al mundo de la fotografía– a volar por los aires, montadas en un barrilete. El disparo lo produce a través de un control de radio. “Empecé en 2001 y por una cuestión de costos me resultaba imposible alquilar un helicóptero para sacar fotos. Todavía lo es. Y tampoco podía volar tan bajo como quería en zonas urbanas. El del barrilete es un método confiable y económico. Si bien hay mucha oferta de cámaras en el mercado, todas trabajan sobre los mismos conceptos. Si buscás otra cosa tenés que fabricar o mandar a hacer”, explica.
El secreto para volver maqueta la realidad es meramente técnico. Consiste en “simular en las tomas aéreas la profundidad de campo de la macrofotografía”, según Pastorino. Es decir, objetos nítidos, entorno borroso. “Construí un equipo que tiene el lente inclinado con respecto de la película, cuando en general es paralelo”, describe. Eso, sumado a capturar la imagen a una distancia “similar a la de un pájaro respecto del suelo”, produce el efecto maqueta.
En cambio, el efecto realidad de las fotografías de Bruzzone se relaciona con las características de sus maquetas. “Al principio me limitaba al juego plástico con los focos y los fuera de foco. Después las maquetas se fueron sofisticando. Mi idea fue vencer las limitaciones. Y hasta que no logré el realismo no podía hacer otra cosa”, explica el artista. Efecto maqueta y efecto realidad concluyen en un mismo juego: “la construcción de un imaginario”, desliza Pastorino.
–¿Cómo se plasma eso en sus respectivos trabajos?
Esteban Pastorino: –El imaginario es mi proyección de la imagen futura, porque ahora no veo lo que fotografío al hacerlo desde el aire. Y el concepto detrás de mi trabajo es cuestionar cómo aprehendemos la realidad a través de la fotografía. Por su naturaleza físico química, aún existe el uso de la fotografía como documento y la idea de que es un medio objetivo, cuando no existe otro más mentiroso. Al simular la profundidad de campo de la macrofotografía, quería cuestionar al medio desde el mismo medio: si esto no es lo que parece ser, ninguna de las otras cosas es. Por otro lado, busqué cuestionar nuestra percepción, mediada por muchos avances tecnológicos y cuestiones culturales. Dino también trabaja sobre el imaginario que cierta generación tiene incorporado. ¡Yo iba al Ital Park!
Dino Bruzzone: –La serie de KISS y la del Ital Park fueron muy populares. Trabajo con la memoria pero no en tanto recuperación histórica, sino desde la emoción. Mis obras tienen que ver con nuestra adolescencia, con este país y con la situación en la cual crecimos. En cuanto a proyectar una imagen, creo que di un paso más con la Casa del Puente, porque estaba replicando la idealización del arquitecto.
–Pastorino, ¿cuáles son los peligros de una percepción tan mediada?
E. P.: –No es un problema, es un deseo de creer: queremos pensar que las fotos son la realidad. Sería saludable plantearnos cuestionamientos de tanto en tanto, pero es natural escaparle a la desconfianza porque no resistiríamos la sombra de que todo es irreal.
>Informe: María Daniela Yaccar.
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