“Lo que usted acaba de ver se asemeja al final de una pesadilla. Pero es sólo el principio.” (Rod Serling, al comentar uno de los episodios.)
El equipo de LDD era una selección de cracks, con firmas tan valiosas como la de Richard Mateson (el novelista que escribió Soy leyenda) y la de Ray Bradbury, entre otros. Desde el episodio piloto se notaba que se estaba gestando un estilo que dejaría marcas. Where is Everybody? (“¿Dónde están todos?”, 1959) arrancaba con una situación sencilla que sin embargo desafiaba los modelos de conflicto usados hasta ese momento en los medios masivos. Un muchacho llegaba a una ciudad y no encontraba a nadie. No es que no hubiera rastros de Los Otros. Al contrario: la pava estaba hirviendo, la rockola encendida y los bares abiertos. Pero algo había sucedido. Ese era el conflicto. No había “malos” ni “buenos”. Simplemente un vacío que tensaba la situación sin concesiones.
Mucho después los escenarios por los que deambulaba el protagonista de Where is Everybody? se utilizarían en Volver al futuro. La Plaza Central de Hill Valley, ésa en la que Marty Mcfly anda en patineta y combate con los Tannen mientras procura resolver sus diversos naufragios temporales, es réplica exacta de aquella que fue sede para las aventuras del primer protagonista que tuvo LDD. Y ésa es sólo una de las muchas citas que hay en la trilogía que dirigió Robert Zemeckis.
J. J. Abrams decidió homenajear a su maestro desde los mismísimos títulos de Lost. En una charla con la revista Wired, el responsable del culebrón ambientado en la isla más loca del Pacífico sostuvo que Serling había sido fundamental en su formación por “su manera de entender la combinación alucinante que puede hacerse entre el pulp y la creación de personajes”. “El escribía sobre aliens, pero en el fondo también se refería a asuntos que le preocupaban socialmente. Tomaba a los desamparados y los freaks y los retrataba poniéndolos ante situaciones extremas, locas, supranaturales, paranormales. Con Lost quisimos retomar esa onda clase B manteniendo ese respeto por los personajes”, añadió. El capítulo preferido de Abrams es Walking Distance (“Se puede ir a pie”): un comerciante cuarentón y estresado hace un viaje en auto, pero el motor se descompone a mitad de camino. Se detiene en una estación de servicio y de pronto se acuerda de que está muy cerca del pueblo en el que creció. La curiosidad es más fuerte y vuelve no sólo al lugar, sino a su infancia propiamente dicha, al verano aquél en que se la pasó tomando helado y dando vueltas en la calesita. Abrams opina que “se trata del deseo de volver para encontrarse con él cuando era chico, y recordarse lo importante que era estar vivo y ser joven. Por supuesto, nunca podés volver atrás. Eso es tremendo y es un ejemplo de la madurez que tenían algunos episodios de LDD”.
La herencia se reparte en todas direcciones. En A World of Diference, de 1960, el protagonista se percataba de que su vida se desarrollaba en un estudio de TV. Cualquier semejanza con lo que propuso treinta y ocho años más tarde The Truman Show no es casual. Otra joya es To Serve Man (“Cómo servir al hombre”, 1960), con Lloyd Bochner en el rol protagónico. Una horda de alienígenas aparentemente amistosos llega a la Tierra y convence a muchos terrícolas para que suban a una nave. Los extraterrestres dicen que vienen en paz y cargan un libro misterioso del que los humanos sólo han podido descifrar el título, “Cómo servir al hombre”. Pues bien, al final los invasores son carnívoros y el libro es un manual de gastronomía. En una de las secuencias finales de La Pistola Desnuda 2 y medio se ve a Bochner leyendo una réplica de aquel volumen, gritando “¡Es un libro de cocina!”.
Otros capítulos no brillan por los temas o la estructura, sino por el elenco. ¿Dennis Hopper nazi? Efectivamente, en He’s Alive (“Está vivo”, 1963) el futuro motoquero drogón es un muchacho que se encuentra con el fantasma de Hitler (foto). Por su parte, un jovencísimo Robert Redford encarnó a la muerte en Nothing in the Dark (“Nada en la oscuridad”, 1962), que prefigura detalle por detalle al personaje que compuso Brad Pitt en Meet Joe Black (¿Cónoces a Joe Black?, 1998).
Y cómo dejar afuera a un habitué de la casa, Burgess Meredith. A pesar de que está olvidado, Meredith fue uno de los grandes del espectáculo estadounidense, un pilar dramático capaz de elaborar situaciones emotivas aun compartiendo planos con Sylvester Stallone. El artista que interpretó al Pingüino del primer Batman y al entrenador de Rocky dejó varias perlas en LDD, entre ellas Time Enough at Last (“Tiempo suficiente al fin”, 1959) y The Obsolete Man (“El hombre obsoleto”, 1961). La buena noticia es que muchos de estos títulos pueden verse en castellano a través de YouTube.
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