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Miércoles, 7 de julio de 2010

EL BULULú, DE JOSé MARíA VILCHES, REVISITADO EN EL TEATRO CERVANTES

Como una máquina de memoria

El actor Osqui Guzmán señala que su unipersonal, dirigido por Mauricio Dayub, “fusiona el Siglo de Oro español, mi propia historia en el barrio de La Boca y la cultura del trabajo propia del pueblo boliviano”.

 Por Cecilia Hopkins

“Un bululú es un actor que es capaz de interpretar todos los géneros y estilos, que tiene un amplio abanico de recursos y posibilidades”, define Osqui Guzmán, quien acaba de estrenar una obra llamada, precisamente, El Bululú, en el Salón Dorado del Teatro Cervantes, bajo la dirección de Mauricio Dayub, en versión de Leticia González de Lellis y el propio Guzmán. Se trata de una particular apropiación del unipersonal creado e interpretado en 1975 por el actor madrileño José María Vilches (ver recuadro). “Durante veinte años tuve ese espectáculo en la cabeza como a un tesoro escondido”, cuenta Guzmán en una entrevista con Página/12, junto a su director. Ambos habían trabajado en El batacazo, obra del mismo Dayub y, según cuentan, los dos sabían que iban a entenderse sin necesidad de grandes teorizaciones: “Yo no dirigí más que mi obra, pero los dos somos intuitivos y sabemos jugar, probar y descartar”, afirma el director. Guzmán agrega: “Mi teoría es la de la espontaneidad”. No es un dato menor que, tras haberse recibido, el actor se haya volcado desde el ’93 al género de la improvisación teatral, fogueándose primero en los matches de improvisación del Rojas y luego formando parte de la compañía Sucesos Argentinos. Desde hace nueve años dirige Qué rompimos, su propio grupo de improvisación.

¿Qué hacía un adolescente que nunca había ido al teatro aprendiéndose de memoria de un casete los textos que Vilches usó en El Bululú? Este recuerdo personal del actor es el punto de partida del espectáculo. Encontrada por puro azar, la grabación le hizo más gratas las jornadas que pasaba trabajando en el taller de costura de sus padres. No lo arredró el desconocimiento acerca de cómo interpretar actoralmente la poesía del Siglo de Oro español. Fue por eso que decidió presentarlo ante sus compañeros del primer año de estudio en el viejo Conservatorio de Teatro, el actual IUNA. Ya con años de experiencia teatral y con la determinación de estrenar El Bululú en el Cervantes, Guzmán sabía que no debía intentar una remake del unipersonal de Vilches. Así, entonces, guiado por Dayub comenzó a improvisar sobre sus propias experiencias. No obstante la necesidad de crear un espectáculo auténtico, hubo dudas y contramarchas. “Por eso consultamos a San Kartún”, bromean el actor y el director, refiriéndose al dramaturgo Mauricio Kartún, maestro de buena parte de los autores que se dieron a conocer en los últimos años. El consejo del especialista fue “hablar del teatro como máquina de memoria”, para volver actual aquello que ya fue teatralizado.

A partir de esa consigna, Dayub creyó oportuno aprovechar las diferentes culturas que conviven desde siempre con el actor. Hijo de padres bolivianos, criado en el barrio de La Boca, Guzmán creció en una familia que conserva las tradiciones andinas. No le fueron ajenos los brindis dedicados a la tierra (en el acto de beber, los habitantes de los Andes vuelcan unas gotas al suelo, en señal de respeto) ni las ceremonias para honrar a los muertos. El actor señala: “El espectáculo fusiona el Siglo de Oro español, mi propia historia en el barrio de La Boca y la cultura del trabajo propia del pueblo boliviano”. Y al respecto subraya que uno de los mandatos vigentes en el mundo andino es, precisamente, “No seas flojo”. Es por esta razón que en la obra se lo ve cosiendo incansablemente, utilizando sus dotes de mimo, mientras hace realidad lo que apunta en el programa de mano: “Los recuerdos son trapos viejos y sólo una buena confección los vuelve memoria”.

En el acto de conjugar culturas e influencias, esta versión de El Bululú cuenta con una identidad singular que oficia de curioso marco a los textos de Cervantes, Lope de Vega y Francisco de Quevedo, entre otros autores españoles. Y si la primera imagen que el espectador ve es la del actor transfigurado en diablo de Carnaval, con máscara, chaqueta y capa bordada, luego tendrá la ocasión de escucharlo cantar en ritmo de baguala un romance de García Lorca. El equipo de trabajo fue conformado por Pablo Rotemberg, a cargo del diseño de los movimientos; Javier López del Carril, autor de la música; Gabriela Aurora Fernández, en el vestuario, y Graciela Galán, en la iluminación y la escenografía.

–¿En qué consiste la consigna de “hablar del teatro como máquina de memoria”?

Osqui Guzmán: –Es volver a presentar –re presentar– algo que ya se hizo. Es una forma de despertar los fantasmas que le pertenecen al teatro pero en una nueva instancia, con la potencia de lo que hoy está vigente. Porque el teatro sólo vive en el presente.

–La idea del retazo es recurrente en el espectáculo...

O.G.: –Como todos los argentinos, soy hijo de inmigrantes. Soy un retazo. Y el espectáculo también es así, porque muestra con claridad cómo se conjugan los diferentes elementos hasta fusionarse.

–¿También se fusionan estilos de actuación?

O.G.: –Es que los actores argentinos somos hijos de técnicas extranjeras, estamos colonizados culturalmente.

–¿Pero se puede hablar de aportes de la conquista española?

O.G.: –La realidad histórica habla de las matanzas y vejaciones de la conquista, pero a pesar de todo eso les fue imposible matar a la cultura andina. Porque supo adaptarse y hacer una fusión cultural.

–Durante el proceso de los ensayos, ¿pensaron en los espectadores que en su momento vieron a Vilches?

M.D.: –Sí. El público que lo vio ya llega con el fantasma de Vilches e, inconscientemente, viene a encontrarse con él. Por eso, sabíamos que teníamos que darle algo de lo que espera ver. Pero también estábamos seguros de que debíamos pegar un volantazo.

–¿Por qué esperó tantos años para decidirse a hacer este unipersonal?

O.G.: –Durante mucho tiempo pensé que no tenía que subirme al escenario por una cuestión de vanidad. Hoy tengo muchos motivos para hacerlo: lo hago por Vilches, por el teatro, por la cultura de mis padres, por la memoria y por la identidad.

El Bululú se presenta en el Teatro Cervantes, los viernes y sábados, a las 19 y los domingos, a las 18.30.

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Guzmán, Dayub y el desafío de cantar en ritmo de baguala un romance de García Lorca.
Imagen: Sandra Cartasso
 
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