Domingo, 15 de agosto de 2010 | Hoy
CAROLLE BENITAH INTERVIENE BORDANDO SUS FOTOS DEL RECUERDO
La artista marroquí encontró un álbum familiar y se dedicó a reinterpretar las tomas a puro bordado. Las obras que pueden verse en la Alianza Francesa como parte del Festival de la Luz son sentimientos en carne viva de un pasado en evolución constante.
Por Facundo García
Carolle Benitah dice no conocer la tradición que consiste en embrujar enemigos pinchando sus retratos con agujas. Igual es autodidacta: desde que una vez se puso a revisar un álbum familiar y sintió “una extraña sensación”, se largó a bordar sobre las imágenes; ensañándose a puntazo limpio con las personas que le hicieron daño y embelleciendo a las que quiere. Sus conjuros pueden verse en la muestra Fotos del recuerdo, que se exhibe en la Alianza Francesa (Córdoba 936) como parte de la bienal Encuentros Abiertos-Festival de la Luz 2010. No son, vale aclararlo, obras que se mantengan mansas en los límites de un marco. Son sentimientos en carne viva, que salpican de odio y amor a un pasado en constante evolución. Entonces las hipocresías que se esconden cuando un grupo humano “posa para la foto” salen a la luz, en un ejercicio que intenta revelar el negativo emocional de los instantes aparentemente felices.
“De repente me vi revolviendo cajones viejos y me sorprendí descubriendo que no podía especificar cuál era la emoción que me invadía al ver las fotos. Eran de hacía treinta o cuarenta años, y aunque en algunas estaba yo, no podía recordar esos momentos. Sentí la angustia que trae lo que es simultáneamente familiar y desconocido”, cuenta Benitah. En otras palabras, se estaba enfrentando a lo que Freud llamaba “lo siniestro”. Los detalles otrora insulsos cobraron un sentido poderoso. Donde antes había sólo postales de cumpleaños o vacaciones, emergieron alianzas y guerras que antes sencillamente “no se veían”. Es que nadie mira dos veces la misma foto, después de todo.
Benitah nació en Casablanca, Marruecos, una tierra pródiga en mitos. Y por supuesto que tiene los propios, que va soltando a cuentagotas desde su pequeña figura de pelo negro y voz de viento. “En esa colección casera fui reencontrado elementos que me representaban, hablaban de mi identidad, mi lugar en el mundo, de mi familia y sus secretos, de los miedos que me constituyen y de todo lo que soy en la actualidad”, destaca. De ahí en adelante, la ex diseñadora de moda se lanzó a reescribir su historia munida del costurero. En la serie que llegó a Buenos Aires hay buenos ejemplos de ese esfuerzo. Un grupo de compañeras de colegio con las cabezas deformadas por el hilo, niños en la playa –dos recortados y uno bordado de la cabeza a los pies–, una familia atravesada por líneas de amor y bronca: confesiones que se enhebran en el filo de las memorias calladas.
La timidez se escurre, la charla avanza. Al rato la creadora admite que en realidad su itinerario empezó antes de todo lo que acaba de mencionar. Más precisamente con un amor que se fue. “Me había separado de mi pareja y empezar a bordar nuestras fotos me resultaba tranquilizador, como si exorcizara mis dolores con cada entrada del pinche”, rememora. “Esos fueron los primeros experimentos, que se convirtieron en una suerte de muleta existencial. Después me animé con fotos del hijo que tuvimos en común, y fui remontándome hacia atrás en el tiempo hasta llegar a mi infancia y adolescencia. Digamos que fue tipo La guerra de las galaxias. Empecé con los episodios 4, 5 y 6, y después encaré el 1, el 2 y el 3”, bromea.
–Entonces su ex vendría a ser Darth Vader.
–No, no es un villano. Fue la separación lo que me dolió. No me culpo, jamás me interesó mostrar “cosas lindas” porque sí.
–Una postura a contrapelo de la época: Twitter y Facebook mediante, hoy se hace de la alegría impostada una herramienta de automarketing. Usted desarma esa sanata alegre y la pone en la antesala de lo tenebroso.
–Sí. No me van las cosas insulsas. Pervierto la función decorativa del bordado para expresar mis emociones y para denunciar. Al tratarse de una práctica que se nos enseñaba para que “aprendiéramos a ser buenas mujeres”, ese uso alternativo que le doy cobra una significación especial. Por otro lado, el bordado toma tiempo. Creo que dedicar esas horas a las fotos abre las puertas a una reflexión y a un contraste con los apuros actuales.
–Después de “intervenir” fotos de tanta gente, ¿no se le enojó nadie?
–Por el momento, no.
–¿Serán amables porque tienen miedo de que los agujeree todavía más?
–¡No! Es verdad que a veces deseo que fulano o mengano se vayan de mi vida. Al no querer matar a nadie, los tapo o los recorto. No voy más allá.
Carolle recorre su archivo articulando clasificaciones y jerarquías. No altera los originales. Escanea todo, después lo imprime en la compu y al final interviene los papeles. Hilos rojos para las memorias tempranas, negros para la juventud y dorados para la adultez. En la Alianza Francesa se está presentando la primera parte de su trabajo, vinculada a la niñez. En tanto, ella sigue reinterpretando su vida puntillosamente. La “costurerita que dio el mal paso” ya tiene vengadora.
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