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Domingo, 15 de agosto de 2010

MUSICA › JUAN CARLOS GODOY, UN PERSONAJE ENTRAÑABLE DE LA ESCENA TANGUERA

“A mí me gustan los tangos atorrantes”

Acompañó a las orquestas de Tanturi, De Angelis y Basso, entre otras. Formó parte de Café de los Maestros. Pero recién hoy, cerca de cumplir 88 años, en el marco del festival porteño, presentará su primer disco solista que se llama Canchero. En la nota se entiende por qué.

 Por Karina Micheletto

Canchero. Así se llama el disco que acaba de grabar Juan Carlos Godoy, el cantor de tangos que alguna vez acompañó a orquestas como las de Tanturi, De Angelis o Basso. El que la audiencia identificaba en aquel mítico Glostora Tango Club. El que en Colombia, donde vivió varias temporadas, se hizo voz nacional. Hace unos años, el nombre de Godoy volvió a sonar como parte del proyecto Café de los Maestros, y luego en el espectáculo Cantores de típica. Pero él no dejó de cantar en los boliches. Y, al final, la persistencia rindió sus frutos: Canchero es su primer disco solista, y el Festival de Tango será el espacio para su presentación, hoy a las 19.30 en el edificio que alguna vez perteneció al banco El Hogar Argentino (B. Mitre 575), rebautizado en el evento tanguero como “Punto de Encuentro”.

Canchero es, en forma y repertorio, un documento de identidad posible para Godoy. Junto con las guitarras de Carlos Juárez y Hernán Fredes –en la presentación de hoy se sumará Juan Carlos Vignola– el cantor ofrece en su voz finita, que logra ser tan melodiosa y arrabalera a la vez, una selección de tangos que grabó Gardel entre 1925 y 1930. No eligió al azar Godoy: “Uno y uno”, “Traicionera”, “Barajando”, “Se acabaron los otarios”, “Paquetín paquetón”, pintan un mundo concreto, de otarios y rufianes, bacanes y mistongos, farabutes y berretines. Apenas este cantor comienza a hablar, se percibe que este mundo le es absolutamente propio. Es el tango que más le gusta, dice Godoy. El tango atorrante. Así se presenta sin aspavientos, y la letra del tango de Celedonio Flores le calza a la perfección: Canchero.

Godoy hace memoria y las anécdotas se acumulan. Ganan potencia porque no las narra como hazañas; tampoco con vergüenza, en los casos que involucran timbas y minas varias. Son ni más ni menos que una vida vivida. Bien vivida, aclara él: no tiene deudas pendientes, ni quejas ni arrepentimientos. Vivió bien, dice, y sigue viviendo bien. Antes de venir a la nota, por ejemplo, en un alto en la agenda de prensa, invitó a su productora, Cecilia Orrillo, a almorzar. No eligió un bar al paso. Se subió a su auto y condujo hasta La Boca. Allí desplegó su Lonely Planet de atorrante y fue señalando lugares del pasado, esquinas y boliches, referencias que siguen vivas, aunque hayan cambiado su fisonomía.

Porque Godoy nació en Campana, pero en su adolescencia su familia se mudó a este barrio que florecía en conventillos. Y que le ofreció al chico que se paraba a cantar tangos en la esquina, para asombro de todos los vecinos, una nueva red de contención: la barra. “Al principio no me hallaba en La Boca –cuenta ahora, en la entrevista–. Pero de a poco fue apareciendo un amigo, otro amigo, otro. Y así me hice de una barra. La Boca era un barrio de sinvergüenzas. Nos conocíamos todos, éramos pillos. Yo no agarré el robo, como algunos de la barra: agarré el escolazo.”

La voz finita de Godoy, el acento porteño como los que ya no se escuchan, marcan la cadencia del relato. Como en sus tangos: “Yo me hice muy amigo de un guitarrista que tocaba con Ignacio Corsini. Después Corsini dejó de cantar, y él se consiguió un trabajo en el Congreso, pero seguía con la idea de la música. Un día me ofreció: che, si conseguimos un boliche, ¿venís a cantar? Rifamos botellas de vino y nos ganamos unos pesos. Y allá fuimos con Tito Reyes, que era amigo mío y en ese entonces ni soñaba cantar con Troilo. ¡Qué va a soñar, si éramos todos vagos! Yo tendría 18 años, y podría decirse que esas salidas por los boliches fueron mis primeros trabajos profesionales: frente a un público, y con unos pesos a cambio”.

–Entonces no vivía del tango. ¿Tenía un trabajo?

–Trabajaba en un taller del Ministerio de Obras Públicas. Y ya me gustaba mucho jugar.

–¿A qué jugaba?

–A las carreras, a la quiniela... Había quinielero y todo, ahí mismo adentro del ministerio. Levantaban juego ahí, y después te cobraban a fin de mes. Pero resulta que cuando llegaba fin de mes, yo en lugar de cobrar, tenía que pagar. Y llegaba a casa y no tenía un sope para darle a mi vieja. Hasta que un día dije: ¿Cómo puede ser, para qué voy a estar haciendo esto?

–¿Dejó de jugar?

–¡No! Dejé de trabajar.

Para ahorrar explicaciones sobre sus facultades turfísticas, Godoy saca del bolsillo de la camisa el carnet que le abre la puerta de su mejor palco. Tribuna oficial. Acceso VIP. Domingo Llanos, se lee en la tarjeta de plástico duro, y su foto luce estampada sobre la fachada de Palermo. Porque en su documento, este hombre se llama Aníbal Domingo Llanos: “El nombre de Juan Carlos Godoy me lo hizo poner don Ricardo Tanturi, cuando me eligió para su orquesta. ‘Porque Llanos no tiene acentuación’, me dijo. A mí el nombre no me gustó, pero si me decía que tenía que llamarme Juan Pérez agarraba lo mismo”.

No hace falta seguir preguntando para que Godoy se entusiasme con aquel Palermo de la época de oro. Y cuente. De su paso por “la Oficial” y “la Paddock”, donde estaba aquella confitería París, que reunía a todos los artistas. De la “vitalidad” que sabía ver en los caballos, de las fijas, de los yeites, los “trompas”, los paseadores, los jockeys, de cuando van para adelante o cuando tiran los caballos para atrás. De aquel “Piantalindo” al que le jugó los 20 mil pesos que estaban ahorrados en la cajita de su casa, y que ganó una carrera que ahora Godoy describe cinematográficamente.

–¿Cuánto ha perdido y cuánto ha ganado en ese hipódromo?

–Gané mucho. Perdí mucho.

–¿Qué compró, por ejemplo?

–Una vez gané y me compré un auto. Por andar con una mina, lo paré abajo de un árbol, ¿y no va y se cae el árbol encima? El único árbol que se cayó en la Argentina, justo en ese momento, y arriba del auto que había ganado a las carreras. La mina rajó, no la vi más. Esperé a que vinieran a sacar el árbol, probé darle arranque, y el auto andaba. Así que seguí andando en ese auto, lo tuve un tiempo. Los muchachos, cuando me veían venir, me cargaban: ¡Ahí viene Godoy, con el camello! Estos detalles los cuento ahora que mi mujer ya falleció. Antes jamás lo supo nadie. Por respeto.

“Esos tangos me gustan porque son atorrantes. Hay otros que a lo mejor los canto en un boliche, pero no los grabaría, porque hablan muy mal de la mujer.” “Como la mosca”, por ejemplo (canta): “Como la mosca la mujer se para, sin fijarse en dónde ni hacer distinción”. Para hacer este disco escuché un compact disc con mil temas de Gardel, y Cecilia (Orrillo) me ayudó pasando las letras. Me emocioné escuchándolos, lloré. Porque son de mi infancia, hablan de cosas que eran mías.

–¿Cómo cuida su voz?

–Vocalizo, todos los días. Eso me lo enseñó mi profesor, que era soprano del Colón. Y a él, a su vez, me lo recomendó Edmundo Rivero. Me le acerqué al Feo en una fiesta, cuando él ya estaba con Troilo, y le dije: mire, yo creo que tengo condiciones, pero por ahí me estoy engañando. Uno tiene el berretín, ¿vio? Quisiera que me escuche cantar, y me diga con sinceridad, qué le parece. Usted no me va a engrupir. Me escuchó y me dio su parecer: sí pibe, tenés un lindo timbre de voz. Pero tenés que educarlo. No te tires a loco, andá a este maestro de canto. Y así di con Ricardo Domínguez, empecé a estudiar con él, me hacía vocalizar. Es algo que sigo haciendo hasta el día de hoy.

–¿Y dónde canta ahora?

–Estaba cantando en un boliche, pero no voy a ir más porque el micrófono andaba muy mal, así uno no puede defenderse. El sábado me enojé. Le dije al dueño, que es amigo mío: en vez de comprarte tantos caballos de carrera, comprá uno menos y poné un sonido como la gente. No voy más. Ahora voy a cantar en La Casa de Aníbal Troilo.

En esa tanguería de San Cristóbal Juan Carlos Godoy planea festejar su cumpleaños número 88, el próximo 21 de agosto. Cantando, claro.

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Godoy sigue actuando en boliches y practica vocalización todos los días.
Imagen: Guadalupe Lombardo
 
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