Miércoles, 22 de septiembre de 2010 | Hoy
SONIA POSSETTI PRESENTA CAYó LA FICHA, EN EL TEATRO 25 DE MAYO
La pianista y compositora grabó una “Suite de los elementos” en la que intentó vincular cada componente básico de la naturaleza con alguna de las características del tango. Leopoldo Federico y Juan Cruz de Urquiza están entre los invitados.
Por Cristian Vitale
Verano de 2000. Sonia Possetti estaba en Bariloche, contemplando una cascada, y de repente le cayó una ficha. Empezó a caerle, mejor dicho. Una imagen puede ser más fuerte que mil palabras, pensó, y todo empezó a rodar. Pasaron diez años, discos como Ida y vuelta –con su pareja, el violinista Damián Bolotín– o Mano de obra –el debut de su Quinteto–, que la posicionaron como una pianista y compositora de fuste en el tango de hoy, hasta que la ficha terminó de caer. La cascada, con el valor agregado de sus connotaciones posteriores, terminó transformándose en el eje medular sobre el que gira su nuevo disco: la “Suite de los elementos”. “Soy una convencida de que a las cosas hay que dejarlas procesar, madurar... que salgan cuando tienen que salir”, comenta ella, con la obra consumada. “Se me metió la idea en la cabeza, pero durante mucho tiempo me superó. Estaba merodeando, pero me faltaban herramientas para poder concretarla hasta que, bueno, se dio.”
La “Suite de los elementos” –“Tierra de tango”, “Agua de tango”, “Aire de tango”, “Fuego de tango”– es el secreto mejor guardado del disco llamado Cayó la ficha, que Possetti presentará mañana en el teatro 25 de Mayo (Triunvirato 4444), junto al sexteto que materializa sus obsesiones musicales: Víctor Villena en bandoneón, Pablo Fenoglio en trombón, Gonzalo Pérez en vibráfono y percusión, Adriana González en contrabajo y el mismo Bolotín en violín. “Este disco es el final de un proceso de selección de material muy detallado, hasta obsesivo. Por eso, cuando ya estaba para grabar, después de haber pasado todo ese proceso, me pareció que iba a ser como esa ficha que cae definitivamente, porque cierra el proceso de madurez”, expone.
–Usted se propuso transformar en sonido de tango los cuatro elementos de la naturaleza, pero este género es muy urbano. Si hubiera que hacerse una idea “filosófica” del tango, ésta corre hacia el existencialismo, hacia las gentes y sus ruidos, más que hacia la contemplación de lo natural. ¿Usted no vio la contradicción?
–Entiendo el planteo, pero no lo pensé así. Creo que nosotros mismos también tenemos esos elementos como materia. Por ende, el tango, que es parte de esta cultura que somos nosotros, incorpora subliminalmente los elementos. Lo que traté de hacer fue ponerles la lupa ahí, hacerlos visibles.
–¿Cómo sería la “subdivisión” sonora de cada elemento, entonces?
–Hay cosas que tiene el tango que simbolizan la rigidez, la estabilidad o la tradición y las potencié en tierra. La cosa incisiva, densa, estancada e intrincada que lleva a decir “basta, cortála, dejame en paz (risas)”. Lo mismo con el agua: sacarle el jugo al ritmo del tango, a su parte emotiva, lo fluido y lo bravo de algo que parece manso; de ahí la flexibilidad y la blandura en el ataque. Tomar lo misterioso del género y exagerarlo con la instrumentación fue el camino.
–Una instrumentación que no es la misma que la del fuego... es notoria la diferencia.
–Claro, cambié la centralidad del piano por la del trombón y el violín. Una vez vino a verme un astrólogo y me dijo: “El fuego es cortito como un...”. Bueno, me da vergüenza decirlo (sonríe), pero lo cierto es que salió la suite más corta, visceral y catalizadora.
Possetti, que además de sus personalísimos trabajos cuenta con experiencias compartidas junto a Jairo, Amelita Baltar, Alberto Podestá, Raúl Carnota y María Creuza, revela los secretos sonoros del elemento faltante (el aire) como los “más jugados” para el nivel de tolerancia de la ortodoxia tanguera. “Espero no ganarme el odio de los bandoneonistas, pero la impronta del elemento me hizo colocar al instrumento en un registro no habitual, muy agudo. Como el aire simboliza la renovación y la vanguardia, quería usar un lenguaje no convencional. Incluso no hay un gran desarrollo de las ideas, porque el aire tiene que ver con eso.”
–Con la levedad...
–Todo pasa rápido, livianamente y en movimiento constante. No hay estancamiento como en la tierra.
–¿De qué conceptos extramusicales se nutrió para pensarle una música a cada elemento?
–De material que me proporcionó mi madre: algo de la cultura inca, de la astrología, cosas básicas. Y estados de ánimo... en un momento personal estaba más tierra y agua y en otro más aire y fuego, con mucha inquietud y movimiento. Pero lo bueno es que pude darme el tiempo para hacerlo, no estafarme ni apresurarme, porque esto es algo que se puede hacer de oficio, pero lo ideal fue que realmente sonara lo que yo pensaba que tenía que sonar. Transformar cualidades escritas en música.
Cayó la ficha se completa con una serie de piezas sueltas que, además del tema homónimo, contempla gemitas innovadoras del género como “Dalo por hecho”, “Sepia” o “Ausencia en tus ojos”, todas compuestas por Possetti, y un plantel de invitados que contiene, entre otros, al maestro Leopoldo Federico y a Juan Cruz de Urquiza en trompeta. “Me gusta arriesgar con los instrumentos. De hecho, agregué el trombón, que no es característico en el género. Es un instrumento superinvasivo que me sirvió para darles forma a temas que lo demandaban... entiendo que la mía es una música difícil de tocar.”
–Y que no sólo se alimenta de tango. Si bien el género es el epicentro de su estética, hay también una impronta que viene del folklore y del jazz.
–La verdad es que no quiero privarme de que se noten. Incluso, hasta que vine a vivir a Buenos Aires (es de Chascomús) bailaba en un ballet de folklore, y eso está. Salgán mismo me ha dicho “usted tiene que grabar folklore, Sonia”, mientras que los folkloristas me dicen “vos tocás como una tanguera”. No quiero ponerme el cartelito que diga “ahora toco exclusivamente con los yeites del tango”. Si es buena música, todo suma.
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